viernes, 2 de noviembre de 2012

Divino tesoro



Sostiene Stephen King que cuando un teenager es feliz podemos estar seguros de que está afectado por una patología mental severa. El cantante galáctico, Jaume Sisa, decía más o menos lo mismo, o sea, que la juventud tiene eso,  juventud y nada más. Ni conocimiento, ni experiencia, ni independencia... nada de nada que no sea juventud, o sea, nada. 

En cualquier caso lo que es absolutamente constatable es que la juventud es el sector de edad al que más fácil es venderle motos averiadas. Sólo hay que decirles que están de moda y ahí les tienes a todos que van de culo para conseguirlas. Y los padres, por lo general, para que dejen de darles la lata y se vayan unas horas de casa, les financian la estupidez. Y así corre el mundo y pasa lo que pasa. 

Ayer fue el Madrid Arena, pero historias semejantes las hay a cientos. Una aglomeración de esas, más en un recinto cerrado, y con la absoluta certeza de que un porcentaje alto de los congregados está hasta arriba de todo tipo de sustancias psicotrópicas, ¡ya me dirán! Hasta un niño sabe que es dinamita a merced del fuego. Y sin embargo los padres les dan sesenta euros a los hijos para, ya digo, que se vayan unas horas de casa. Algunos, ya puestos, pensarán que con un poco de suerte a lo mejor ya no vuelven. 

Uno, que como no podía ser menos ha pasado por todo tipo de tonterías, recuerda con horror aquella noche en el velódromo de Anoeta de San Sebastián. Se esperaba al Gato Barbieri que no acababa de llegar. Las diez, las once, las doce, la una. Cuarenta mil personas abarrotando el recinto. Todas, sin excepción, drogadas. De pronto tuve conciencia de la situación y me quedé paralizado de terror. En esas estaba cuando llegó el Gato y se puso a tocar de cualquier manera porque también él estaba como una cuba. ¿A quién le iba a importar? Con tal de que metiese ruido, todos contentos. El ruido que aturde la conciencia de que no eres nada.

Y lo bueno es que esto, que viene de lejos, de cuando las Bacantes por lo menos, nunca va a cambiar. Porque la necesidad de aturdimiento de los que sufren de falta de autoestima es infinita. Y por eso todo ruido es poco. Y toda droga, también.

En fin, la condición humana, qué le vamos a hacer. 



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