miércoles, 16 de febrero de 2011

Partida de tahures.



Hay un personaje muy sobresaliente en las letras españolas que siempre me llamó la atención no sólo por su saber sino también  por su forma de fumar. Le solía ver en las terrazas de la Plaza Mayor  de Salamanca. Yo venía de pasar mi consulta de neumología en el ambulatorio de la SS y para desintoxicarme un poco me sentaba en una de las mentadas terrazas a tomar el sol y fisgar a la concurrencia. No fueron sólo una o dos las veces que, en tan distendido ambiente, tuve al alcance de mi vista al citado intelectual.

Bien, como digo, yo venía de pasar la consulta de neumología, o sea, es decir que venía de dar caña a los fumadores. El tabaco le está perjudicando y cosas así repetidas hasta la saciedad. Y, entonces, me encontraba allí con un tipo al que admiraba mucho por su saber y que no cesaba de fumar. Bueno, a decir verdad, no era el que fumase lo que atraía mi atención sino la forma en que lo hacía. Era pura fruición. Cada vez que aspiraba el humo parecía que le iba la vida en ello. Lo hacía con tanto entusiasmo que las partes blandas de la cara se hundían como si quisiesen irse detrás del humo por la tráquea abajo. Una vez, estaba tan fascinado contemplando su exacerbada delectación que el tío se dio cuenta y mostró signos de incomodidad. Era, por así decirlo, la imagen viva de la adicción compulsiva o, mejor, si quieren,  del vicio puro y duro. Y eso, no sé por qué, confieso, siempre ha atraído mi curiosidad.

El caso es que el otro día escarbando entre los periódicos di en leer un artículo de este señor en el que se mostraba en total desacuerdo con la ley que prohibe fumar en locales públicos. Cerraba su alegato con un: "y eso lo digo yo que nunca he fumado".

Ni que decir tiene que la frase final levantó polvareda. La provocación surtió el efecto deseado. Foros, artículos, a favor, en  contra de la ostentosa mentira... todavía trae cola.

Ahora estamos con la polémica que ha desatado un artículo de Arcadi Espada en el que éste afirmaba que a Javier Cercas le habían detenido en una redada antiprostitución en el barrio de Argenzuela. Y el bueno de Javier se ha indignado por semejante tropelía. Por Dios, ha dicho, si nisiquiera sé dónde está Argenzuela. Pero es que, lo de Arcadi trae causa de un artículo que escribió Cercas justificando la mentira del santo fumador de marras. Hay que saber distinguir la ficción de la realidad, argumentaba Cercas. Y tiene razón, creo. ¿Pero el periodismo, qué es, ficción, realidad? O ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario. Es decir, según convenga.

Y así ha sido que Arcadi, que no se corta un pelo, va e inventa esa historia porque piensa que lo mejor es que Javier pruebe de su propia medicina. Y tenemos polémica. Y salen a relucir las ideologías. Tu eres un talibán.  Y tú un relativista moral. Pues te llevo a los tribunales. Pues venga, que yo te animo a que lo hagas.

En fin, a la vista está que a mí me sobra el tiempo.

2 comentarios:

  1. Es un auténtico personaje de ficción. Se cuenta que citó a un erudito para que le editara El Lazarillo (creo) en Cátedra. No le gustó la corbata del fulano y le negó la edición con el argumento de que "una persona que tenía tan mal gusto para su indumentaria no podía tenerlo para la crítica literaria".

    Recuerdo ahora también la historia de cuando coincidieron mi maestro y él en un avión dentro de una tormenta y cómo, mientras iban discutiendo el tema de la "e" paragógica, éste repetía: "No la contamos, no la contamos".

    En cualquier caso mi generación le debe esa maravillosa "Historia Crítica de la Literatura Española" sin la cual muchos no nos hubiéramos apasionado, por ejemplo, por el teatro del XVIII, tan bien tratado en el tomo del Neoclasicismo. Ahí quedará también para siempre su edición del Quijote y, por encima de cualquier cosa, su escuela de extraordinarios filólogos. Del nombre de los inquisidores dentro de veinte años no se acordará nadie.

    ResponderEliminar
  2. Desde luego que sí. Es curioso observar como se disuelve la fama. Cuando se tienen años ya se posee una experiencia personal sobre el tema, pero si se es joven basta con leer las memorias de gente de antes de la guerra. Casí ninguno de los personajes que se citan como sobresalientes en cualesquiera de los campos están vivos en el recuerdo. Supongo que porque eran un bluff. Por eso se suele decir que el tiempo es el mejor tamiz para atrapar las verdaderas joyas.

    ResponderEliminar