lunes, 28 de febrero de 2011

LA VIE MODE D´EMPLOI

-Valene: ¿Por qué esa obstinación en querer aprender a pintar a la acuarela?
-Bartlebooth: ¿Por qué no?
-Valene: Porque en su lugar la mayoría de mis alumnos ya habrían desistido.
-Bartlebooth: ¿Tan malo soy?
-Valene: En diez años uno consigue cualquier cosa, y usted lo conseguirá, pero ¿por qué quiere usted dominar a fondo un arte que de forma espontánea le es indiferente?
-Bartlebooth: No son las acuarelas lo que me interesa, es lo que quiero hacer.
-Valene: ¿Y qué es lo que quiere hacer?
-Bartlebooth: Pues puzzles, ¿qué otra cosa podría ser?


Bartleboot es un multimillonario de veinte años que vive rodeado de criados en un apartamento parisino. Tiene veinte años y su única preocupación son las corbatas y la forma de cortarse el pelo. Se aburre. Así que un día decide organizar su vida alrededor de un proyecto único que no tenga más finalidad que la de mantenerle entretenido. Un proyecto limitado, sin duda, pero que se compromete a cumplir hasta las últimas consecuencias. Un proyecto que se desarrollará alrededor de tres principios directores:

El primero es de orden moral: no se trata de un proyecto que busque el reconocimiento del mundo. No será ni espectacular ni heroico. Será un proyecto difícil, sin duda, pero no irrealizable y que, además, se pueda controlar de principio a fin.  En contrapartida proporcionará a su autor una dedicación que gobernará su vida en todos sus detalles.

El segundo es de orden lógico: negándole toda posibilidad al azar, la empresa hará funcionar el tiempo y el espacio como si de coordenadas abstractas se tratase en las que irían a inscribirse con ineluctable recurrencia sucesos idénticos producidos en lugares y fechas prefijados.

El tercero, de orden estético: su gratuidad será la única garantía de su rigor. El proyecto se irá destruyendo a medida que se va cumpliendo. Su perfección será circular: una sucesión de acontecimientos que, al encadenarse, se anulan. Partiendo de la nada, volverá a la nada por medio de transformaciones precisas de objetos acabados.

El proyecto se concreta en el siguiente programa:

-Durante diez años, Bartlebooth se iniciará, de la mano de Valene, en el arte de la acuarela.

-Durante veinte años recorrerá el mundo pintando, a razón de una acuarela cada quince días, quinientas marinas (65x50) representando puertos de mar. Cada vez que una de esas marinas esté acabada será enviada a un artesano especializado que la pegará sobre una delgada placa de madera y luego la recortará en forma de puzzle de 750 piezas.

-Durante veinte años, Bartlebooth, de vuelta ya en su domicilio parisino, irá reconstituyendo esos puzzles a razón de uno cada quince días. A medida que los puzzles vayan siendo rehechos serán enviados al artesano para que  "retexture" las marinas de forma que puedan ser despegadas de su soporte y llevadas al medio en el que habían sido pintadas veinte años antes. Después será sumergidas en un medio detersivo de donde saldrá una hoja Whatman intacta y virgen.

Así se termina, sin dejar rastro, una operación que ha dado pleno sentido a la vida de su autor.

Veinte al inicio, más diez aprendiendo a pintar, más veinte viajando para pintar, más veinte reconstituyendo los puzzles, total: setenta. Y de los setenta en adelante ¿qué?, me pregunto yo. Porque es que yo ya casi los tengo y no me resigno a una continua recreación en la nada. 

Post scriptum: La historieta está sacada de "La vie mode d´emploi", novela de Georges Perec.

2 comentarios:

  1. "Detersivo", ¡qué palabra más hermosa y es la primera vez que me la encuentro! Junto con la naturaleza, el idioma es un objeto que uno puede pasarse contemplándolo una eternidad y nunca aburre. Pienso en su etimología prelatina, *de-terg-sos, en su sufijo arcaíco y su cronología, en qué capricho de fonética sintáctica construyó su estructura (debería haber producido **deterxivo en nuestro idioma, o **detergido) y, como me pasa con todos los que me dicen que odian las matemáticas, no puedo entender cómo alguien no se puede entusiasmar con estas cosas.

    En fin, bobadas de lingüísta...

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  2. Quién sabe, a lo mejor el mundo es soportable a duras penas porque casi nadie se entusiasma con estas cosas. Sin duda los dioses lo quieren así. Por algo será. Imagínate si todos se dedicasen a desentrañar cosas como, por poner un ejemplo, los caminos por donde se ha llegado a que unos llamen califourchón a lo que otros llaman horcajadas. De ser así lo más probable sería que las estanterías de MERCADONA estuviesen vacías.

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