Todo el que se interese un poco por la historia sabe hasta que punto los políticos franceses tienen propensión a cagarla tan pronto como sobrepasan sus fronteras. Tienen tan asumido el mito de que son los fundadores de los derechos humanos que se diría que se sienten obligados a acudir a decir la suya allí donde parezca que se están vulnerando. Así es que no hay movimiento en el mundo que se acompañe de retórica revolucionaria que no suscite inmediatamente las simpatías de las autoridades francesas. Y, claro, es lo que tiene no pararse en mientes, que se suele meter la pata hasta el corbejón, porque detrás de esos autodenominados movimientos revolucionarios, liberadores, o lo que sea que quiere conseguir sus fines a las bravas, se suelen esconder verdaderos hijos de perra que van sólo y exclusivamente a lo suyo. Ejemplos de lo dicho hay para dar y tomar, y los españoles tenemos amargo recuerdo de ello que todavía están cercanos los tiempos en los que ayudaban a los criminales vascos porque les parecía un muy romántico movimiento de liberación. Y, claro, hasta que no probaron de su propia medicina, no fueron capaces de limpiarse el culo.
Les cuento estas cosas porque a propósito de las elecciones que acaban de tener lugar en el Quebec canadiense me he acordado de aquel extemporáneo "Vive le Quebec libre" que pronunció el General De Gaulle desde el balcón de la alcaldía de Montreal. ¡Manda carallo! Un Presidente invitado en un país cualquiera se dedica a echar leña al fuego de los conflictos internos. Pero, claro, en este caso estaba por medio el sagrado alibí de la lengua. Al parecer a los franceses les va la vida en que en una parte de Canadá se siga hablando el francés. Y para ello no ven otra alternativa que la secesión de esa parte, el Quebec, para poder imponerle por la fuerza. Porque, por las buenas, la gente tiene una imparable propensión a decir las cosas en inglés.
Porque así son las cosas de las lenguas. Por mucho que los políticos quieran imponer una determinada, a guisa de cerca que mantenga a las reses en el corral, el personal siempre buscará utilizar la que más campo le proporciona para encontrar pastos frescos. Y no otra cosa es lo que pasa en Quebec, lo cual sé a ciencia cierta porque suelo visitar esa región con frecuencia a través de las series televisivas que allí se ruedan. Por cierto, algunas verdaderas joyas de la especialidad.
Pues sí, en esas series que emiten en TV5 y que vengo viendo hace muchos años, los actores hablan una especie de frenchenglish que, juraría, cada vez es más english y menos french. Tan es así que para ser entendidas por el público genuinamente francés necesitan ser subtituladas. O sea, que ya ven en qué va quedando el Quebec libre que encarecía el mítico general de marras.
Y, bueno, esas elecciones de las que les hablaba parece que las han ganado los independentistas. Y en el órgano oficial de la burguesía catalana ni una letra, o casi. ¿Por qué, si antes el Quebec era el espejo en el que se miraban con lupa? Claro, es que las han ganado con un treinta por ciento de los votos. El otro setenta, fragmentado en partidos, no quiere ni oír hablar del asunto.
Por cierto, echen una mirada a los artículos y foros de la Vanguardia. Se diría que la independencia de Cataluña es una cosa hecha. Sin vuelta de hoja. Como para mañana o así.
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