Desde luego que, a veces, una imagen vale más que mil palabras. La que les muestro aquí, por ejemplo, que bien pudiera ser símbolo donde les haya de toda una época, la que podríamos catalogar como la de la histérica diversión.
Uno, claro está, fue joven y, como tal, cometió todas las tonterías y unas cuantas más propias de esa condición tan, digamos, carencial. Porque, que nadie se engañe, por lo general, los jóvenes carecen de absolutamente todo salvo una generosa producción de hormona del crecimiento que es lo que les permite recuperarse en muy pocas horas de las borracheras para su mayor desgracia porque así no aprenden nada. Así fue que también me emborraché más de la cuenta y me salieron granos esperando ansioso lo que nunca acababa de llegar. En resumidas cuentas, que fui un perfecto cenutrio ya que de tanto emborracharme el aprovechamiento que hice de las oportunidades que me brindó la vida fue más bien escaso y de ahí estos lodos, pero en fin.
Pero lo mío, bastante común por aquel entonces, tenía una explicación según el sabio decir de psicólogos, sociólogos y demás estudiosos de la condición humana, y era la represión sexual imperante. Sí, porque en aquellos tiempos el asunto del fornicio era harto peliagudo y no, precisamente, como se decía, por los curas y por Franco, el pobre, y todo eso, no, era simple y llanamente porque todavía no se habían inventado o puesto en el mercado los medios anticonceptivos que hoy son de uso cotidiano. En aquel tiempo, detrás de cada polvo estaba la sombra, que pesaba como una losa, de un posible hijo. No, no hacían falta ni Franco ni los curas para instaurar aquella represión de hierro, era, sin más, el horror de las posibles consecuencias. Porque, un hijo, no sé ahora, pero desde luego en aquel entonces no era cuestión baladí. Tenía que ser "legítimo" porque, de lo contrario, si era "natural", las pasaba muy putas, no por nada sino porque la chusma estaba todo el rato echándole en cara que era un "hijo de puta".
Fuese como fuese, el caso es que no follábamos y nos emborrachábamos y hacíamos el necio y ello nos creaba no poco malestar en nosotros mismos y en el entorno porque estaba muy mal visto no solo por padres y próximos sino también por la sociedad en general. Lo de andar por ahí toda la noche tomando copas era algo propio de artistas y bohemios, tipo Max Estrella, una clase marginal a la que se le perdonaba todo porque a cambio daban entretenimiento a las masas. Y así era que si habías andado de farándula, el llegar a casa siempre se presentaba como algo muy problemático porque podía estar tu padre o madre esperándote detrás de la puerta con el garrote preparado. Más represión en definitiva y, por tanto, más ganas de transgredir en lógica freudiana.
Por eso sorprende tanto esta especie de histeria por divertirse de la juventud actual, porque nadie les da la menor posibilidad de transgredir nada. Todo, absolutamente todo, no sólo les está permitido sino que hasta parece que se les demanda. ¿Pero hijo, o hija, es que no vas a salir esta noche? Si vas follar, hija, no olvides de decir al chico que se ponga condón. O, ¿has tomado la pastilla anticonceptiva, hija? O, ten cuidado hijo que en ese bar que frecuentas dan garrafón. Así son las relaciones, hoy día, de los padres con los hijos. O cosa por el estilo, que de todo habrá, incluso algunos padres fachas que les exigen a los hijos, e hijas, volver a casa a hora prudente, las cuatro de la madrugada o así.
Aunque claro, tampoco vamos a decir que lo de la histeria por divertirse es cosa de los chicos y chicas. También los adultos e incluso los viejos. Es como una obligación: asando chuletas, viajando a Benidorm, o lo que sea, pero si no estás divertiéndote a lo hotentote es como si estuvieses perdiendo la vida. Y, además, es que casi toda la economía se sustenta en la dichosa diversión, pero, ya digo, con tal de que sea a lo hotentote como decía Unamuno. Porque, según él, Unamuno, eso es lo que el pueblo llano considera que es cultura.
Perdonen porque creo que se me fue un poco la olla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario