Ayer les contaba a propósito del albaricoque con merengue de grosella y menta y de cómo cuatro tipos con estudios habían conseguido robar por unas horas el protagonismo a los futbolistas. Bien, hoy compruebo que "a la une" del periódico de la provincia dice: "La partícula de Dios :La participación del Instituto de Física de Cantabria ha sido muy relevante". Bien, vamos bien, me he dicho, podrían haber puesto determinante y se han limitado a un somero relevante. En fin, en cualquier caso es aleccionador saber que aquí, al lado de casa, hay unos tipos que saben de esas cosas porque, a veces, por lo que sea, tendemos a pensar que la gente de por aquí sólo sabe de raciones y cazuelitas y eso no es justo.
Y, ya, puestos a hablar de tipos con estudios, me referiré a uno llamado Feynman. Richard P. Feynman. No se lo pierdan. Yo, con saber que es una de las fuentes preferidas por Jacobo, ya tenía bastante. De vez en cuando veía alguno de los vídeos que están colgados en YouTube. Pero fue el otro día cuando por fin me hice con un libro suyo en la biblioteca. ¿Qué te importa lo que piensen los demás? Y otras aventuras.
¿Qué te importa lo que piensen los demás? Esa es la cuestión. Deshacerse de esa losa tan cómoda de soportar y aprender a vivir a la intemperie hasta que tu mismo te construyes el refugio en el que puedes resguardarte de las inclemencias.
Feyman es, como Wody Allen, un judío de New York. Eso viene a querer decir que se ha criado en un ambiente en el que nunca se para de buscarle los tres pies al gato. Y así es que a Feynman, desde muy niño, le da igual cómo se llamen las cosas, lo que le interesa es el cómo, el qué, el porqué, el para qué de esas cosas. Y por eso es que el primer juguete que tiene es un laboratorio. Y los primeros contactos con el bosque son en compañía de su padre que a todo le encontraba una explicación. Verdadera o falsa, daba igual, dice Feynman, el caso es que era científica.
Y, luego, la adolescencia. Como la de cualquiera. Las chicas y todo eso. Se enamora, o lo que sea, de una. Y es fiel a ese sentimiento. La chica enferma de tuberculosis y todos le incitan a cortar, pero él sigue su camino. Termina sus estudios en el MIT, luego va a Princeton, le contratan para el proyecto Manhattan, se va los Alamos en Nuevo Méjico -supongo que saben lo que quiere decir todo eso-, y todo ello sin perder de vista a Arlene, primero novia y luego su mujer. Arlene, de sanatorio en sanatorio, siempre lo más cerca posible del trabajo de él. Hasta que muere.
"Salí un momento a dar un paseo por el exterior. Estaba sorprendido, porque no sentía lo que se suponía había de sentir en aquellas circunstancias. Tal vez estuviera engañándome a mi mismo. No es que estuviera encantado, pero tampoco estaba terriblemente apenado, posiblemente, porque sabía desde hacía mucho tiempo lo que iba a ocurrir."
"A los marcianos -que son inmortales- les parecería un tremendo problema psicológico cómo nos es posible vivir en esa situación, sabiendo que la vida sólo es temporal. Bueno, nosotros los humanos hemos dado con una forma de vivir con ese problema: nos reímos, bromeamos sobre él, vivimos."
"La única diferencia fue, por lo que a Arlene y a mí concierne, que en vez de cincuenta años fueron cinco. Se trataba solo de una diferencia cuantitativa: el problema psicológico era exactamente el mismo. La única forma en que hubiera podido ser diferente es que nos hubiéramos dicho a nosotros mismos: <<Pero tantos otros tienen mejor fortuna, porque podrán vivir cincuenta años>>. Pero eso es absurdo. Por qué deprimirse y sentirse miserable diciendo cosas como: <<¿Por qué nos ha tocado a nosotros tan mala suerte? ¿Qué nos ha hecho Dios? ¿Qué hemos hecho nosotros para merecernos esto?, todo lo cual, si uno comprende la realidad y la asume plenamente, es irrelevante e irresoluble. Son cosas que nadie puede saber, sencillamente. La situación de cada cual no es más que un accidente de la vida.
Habíamos pasado juntos un tiempo endiabladamente bueno".
Gracias, Jacobo, por haberme puesto en la pista de algo tan estimulante.
De nada. Ya sabes que desde hace tiempo tienes un ejemplar del libro esperándote. Cualquier cosa que he leído de este hombre (inclluso su curso de química, del que no he pasado de la introducción) es algo que no tiene desperdicio. Gran figura del siglo veinte.
ResponderEliminarErrata. Por supuesto que el curso es de física...
ResponderEliminarSí, verdaderamente es una pena no poder entender esos cursos. Sin embargo los de Walter Lewin para principiantes en el MIT sí que se pueden entender perfectamente. Y por algo hay que empezar.
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