En Villalón de Campos hay una picota isabelina en mitad de la plaza. Como es lógico y natural el ayuntamiento la ha restaurado y la mantiene impecable a la espera de que vengan los turistas a fotografiarla y, de paso, a consumir algo en los diversos establecimientos del pueblo. Quizá se lleven un queso de Villalón que es de sobra conocido allende las fronteras de la comunidad autónoma por su sin par calidad .
En la antigüedad antigua, cuando ataban los perros con longaniza, en la plaza de cada pueblo había una picota. Cuando alguien se portaba mal le mantenían encadenado a la picota unos cuantos días. La gente pasaba por allí y si tenía ganas escupía al reo o, simplemente, le escarnecía de palabra. Poco a poco, con los adelantos supongo, se fue perdiendo esa sabia forma de justicia. Y así fue que fueron desapareciendo esas picotas de la mayoría de las plazas y se fue perdiendo la noción de su significado. Tan así fue que algunos curas párrocos consideraron que aquellas altas columnas les venían como de molde para colocar encima a una Inmaculada, ya fuese de Fátima o de Lourdes. Yo puedo dar fe de un par de esas entronizaciones marianas en la picota. Por lo demás, las pocas que se han salvado de la quema lo han sido por tener algún tipo de valor artístico, cual es el caso de esta de Villalón u otra que hay en un barrio de Becerril de Carpio. Y, cosa curiosa, la gente no las conoce por el nombre de picota sino de "rollo". Y, según he podido comprobar no pocas veces, la mayoría piensa que han estado allí siempre con una función decorativa o cosa por el estilo.
El caso es que salimos de la Villa Coyantina con el frescor de la mañana. Al poco tuvimos que enfrentar la subida a los oteros que limitan la vega del Esla por el este. Bueno, en frío siempre cuesta un poco más subir. Y ya no te digo si te lo estorba un vientecillo cabroncete que no estaba entre las previsiones de la AEMET. ¿Por qué tenía que soplar hoy del este? Sea como sea, acabamos por coronar la dificultad y a partir de ahí todo fue coser y cantar. Suaves colinas cubiertas en su mayoría por los rastrojos del cereal recién cosechado. Bastante girasol un poco más adelante y, ya, en las proximidades de Mayorga unas enormes plantaciones de viñas de la modalidad "prieto picón". Como para emborrachar, si no a medio mundo, sí a media España.
En Mayorga, paramos en la plaza a repostar. Como ha sido siempre costumbre y supongo lo seguirá siendo por los siglos de los siglos, en el café de la plaza, todos, excepto la camarera, de poco buen ver por cierto, eran hombres. Bueno, el café y el pincho de tortilla estaban muy buenos y, luego, allí a la sombra, contemplando ese tipo de plaza de los pueblos que no han sido tentados por la idea de ponerlo todo bonito para que vengan turistas. Plazas despejadas, de una estética sobria, a merced de los elementos... uno se siente como en casa. Hemos preguntado a unos tipos que había por allí sobre la mejor opción para llegar a Villalón y daba gusto escuchar la claridad y concisión de sus explicaciones.
En Villalba de la Loma hemos extendido el saco a la sombra de una torre y hemos echado un somero sueñecillo reparador. Luego, sin parar, hasta Villalón. Estamos alojados en la Venta de Alós. Hemos comido verduras a la plancha, palominos, huevos con jijas y tarta de queso de Villálon. Estaba bueno. Parece ser que el cocinero ha ganado algún diploma en algún concurso. Al menos eso es lo que atestiguan unos recortes de periódico pegados en la pared del comedor. Después de comer hemos subido a la habitación y me he dispuesto a tomar una ducha. ¡Válgame Dios! Como no tengo hecho cursillo de duchas contemporáneas ha tenido que subir el mentado cocinero que también es dueño del establecimiento a sacarme de una situación comprometida... con el agua hirviendo y todo el champú en los ojos. Bueno, al final todo se ha solucionado de la mejor manera, pero una cosa les puedo asegurar, tan pronto acabe este viaje me voy a apuntar al primer cursillo de duchas que encuentre en internet. Porque así, con esta ignorancia no se puede andar por el mundo. Y menos por Castilla que, ¡leches!, les costó tener duchas, pero una vez tenidas no quieren ser menos que nadie.
En fin, no sé para donde tiraremos mañana. Sobre la marcha.
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