El Hotel Villegas de Valencia de Don Juan es cosa digna de mención. Nos gustó tanto que decidimos solicitar de las hermanas Villegas otro día de alojamiento. Porque no es fácil en estas fechas acceder a tal beneficio. Afortunadamente fuimos agraciados y el día de hoy lo hemos dedicado a profundizar en el conocimiento de la Villa Coyantina y sus alrededores.
No sé cómo será la historia real, pero me la puedo imaginar. Las hermanas Villegas heredaron un patrimonio allá, en tierras de Asturias, y decidieron invertirlo en el lugar al que sus padres las llevaban de niñas en verano a "secarse". Secarse por el verano en tierras de León es una costumbre muy extendida entre los asturianos. Es una idea estupenda de la que supongo es muy difícil prescindir una vez conocida. Y así fue que las hermanas Villegas compraron un palacete modernista en el centro de la Villa Coyantina e iniciaron el negocio hostelero que hoy día constituye un pequeño emporio de indiscutible calidad. Al lado del palacete han construido un moderno hotel de varios pisos en donde se alojan los huéspedes digamos que comunes y las seis habitaciones del palacete las tienen reservadas para los compromisos. Nosotros, no sé por qué, constituimos uno de esos compromisos de lo cual nos sentimos muy honrados.
Las hermanas Villegas son lo más opuesto al remilgo que uno se pueda imaginar. Es más que probable que estén forradas, pero viéndolas nadie lo diría. Atienden a la clientela, limpian habitaciones, cocinan... se las ve disfrutar con lo que hacen. Una de ellas, Felisa, es pintora notable de lo que dan fe los numerosos cuadros que decoran las diversas estancias del hotel. No soy entendido en el tema, pero aseguraría que las flores las borda.
La clientela la constituyen mayormente señoras asturianas que vienen para quedarse hasta que empiezan los fríos del otoño. Supongo que hemos sido una novedad para ellas y por eso se han mostrado sumamente solícitas: nos han puesto al día en todo lo que hace a los diversos servicios de comedor, cafetería y demás. Anoche cenamos en el hotel y allí estaban todas arregladas como de fiesta... bueno, la verdad es que parecía un poco el comedor de una residencia de la tercera edad, pero de lujo. Y la cena, igual. Gazpacho, crema de acelgas, merluza rebozada. Cosas así en dosis apropiadas a la edad y condición. Por así decirlo, sorprendente en esta España nuestra tan dada a las flatulencias nocturnas.
Hoy, hemos dedicado la mañana a recorrer la vega del Esla. Como el Páramo que recorrimos ayer, también esta vega es un vergel. Los cultivos son más variados que en el Páramo: pimientos, cebollas, grelos, alubias... parece que hay allí para alimentar a toda la nación y alguna más que se sumase al convite. Por lo visto esta vega se riega con el que fuera tan controvertido pantano de Riaño. No sé, pero a la vista de lo que hay dan qué pensar esas ideas conservacionistas que quieren que todo se quede como el primer día de la creación... claro, menos cuando los conservacionistas van a comprar al super, que les encanta encontrar de todo y tan barato.
Hemos regresado a la hora de comer. Hemos preguntado y la contundencia de las respuestas no ha dejado lugar a dudas: El Pesebre. Quédense con este nombre por si algún día les pilla la hora de comer en Valencia de Don Juan. Francamente sobresaliente. Por 12 € el menú.
Ahora que lo que realmente me tiene sorprendido son las instalaciones culturales y deportivas de Valencia de Don Juan. Sin ánimo de exagerar les diría que bien se podrían organizar unos Juegos Olímpicos aquí sin que para ello fuesen necesarias muchas nuevas infraestructuras. Y todo lo que hay, claro, cómo no, con la música a tope y muchas cagadas de perro por todas partes. Pequeños detalles que a nadie parece importarle. En fin, bueno, lo que ayer vimos en Laguna de Negrillo tampoco era manco y estaba allí como en plan desguace. Había en un paseo que bordea un canal de riego como cincuenta, no exagero, cincuenta, aparatos de esos que ponen en los parques para que los viejos hagan ejercicio. Y todos, o casi todos, estaban destrozados. Lo mismo que la rampa de acceso al castillo, una obra notable, que estaba llena de pintadas asquerosas. Se lo dije a unos señores que estaban sentados en una terraza al borde de la carretera: no sé quién habrá pintado eso, pero aunque fuese el hijo de uno de ustedes se lo debían de hacer borrar con la lengua. Me miraron extrañados. ¡Jo, qué rabia me dan estas cosas!
Pues deberíais ir un día al propio pantano de Riaño: no sé si aquello sería un paraíso cuando no estaba, pero hoy, con el pueblo nuevo, eso parece Escandinavia pero sin la cruz del invierno mortal de por allí. Cuando uno ve esas cosas se pone a pensar que a veces lo que se llama ecologismo y amor por lo natural no es más que falta de instrucción. Ahí tienes sin ir más lejos a la ministra de sanidad (o como se llame ahora) convenciendo a la gente de lo bueno que es volver a lo natural. Claro, hombre: que se lo digan a nuestros antepasados que solo usaban remedios naturales. Ellos bien sabían que no hay nada más natural que el morirse, digamos.
ResponderEliminarPues a mí lo de natural siempre me recuerda aquel chiste de patio de colegio:era una pareja que se casan y la noche de bodas va la tía y empieza a quitarse una prótesis por aquí, otra por allá, y entonces va el tío y le díce: pero bueno, es que no tienes algo natural, y entonces va la tía y dice: sí, dos hijos. Bueno, en aquella época hacía más gracia porque los hijos se dividían en legítimos y naturales. O sea los hijos de familia normal y los hijos de soltera o puta para que nos entendamos.
ResponderEliminar