Estés donde estés desayunando por estas fechas es inevitable
que te los tengas que tragar. Me refiero a los encierros de Pamplona con su
corolario de parte médico. Sin duda se reúne allí lo más granado de la
imbecilidad mundial a celebrar a su santo patrono que en contra de lo que
muchos creen no es San Fermín sino San
Hemingway. Por cierto que el otro día me enteré de que se está formando una asociación
de lugares que tienen en común y como máximo orgullo el hecho de que allí nunca
estuvo Hemingway. Bueno, en fin, el caso es que los tíos van allí a ver si les
sacan en el telediario en situación comprometida y así, luego, las chicas del
pueblo, o del barrio, pues ni te digo, que si ellos son imbéciles, ellas no van
a la zaga y corren a ser fecundadas por esos machos insignes.
Bueno, la verdad que a correr los encierros va gente muy
diversa. Al pobre privado de mi madre le chiflan. Y eso que le faltan los dos
brazos. Una temporada abandonó su puesto a la puerta de la iglesia y era porque
se estaba reponiendo de unas cornadas. Y luego, en el bar España de Carrión
contaban los habituales de las primeras horas que en el encierro del año pasado
una vaquilla desnudó a una chica. Hasta las bragas le quitó, dijo uno
levantando mucho el tono para que todo el mundo se enterase. Lástima que sólo
había extranjeros, así que sólo me enteré yo que, además no me lo creí porque,
después de haber tratado tanto a los proscritos de Alar, sé lo poco que le cuesta
a esa gente transformar las fantasías en realidad.
Total, que nos fuimos de Sahagún sin haber echado la vista
encima a un puto nazareno. Al final nos pasamos casi todo el rato en el hotel
porque en la Plaza Mayor que tiene unas
terrazas muy chulas no se podía parar por causa de estar haciendo su trabajo
una máquina desatascadora de alcantarillado. Mala suerte, en fin, aunque el
pueblo, en general, qué le vamos a hacer, nos causó una impresión bastante
deplorable.
De Sahagún a León ni te enteras. Son los setenta kilómetros
más llanos que se pueda uno imaginar. Además hemos tenido el viento bastante a
nuestro favor. Hemos parado en un pueblo, Cerdigos, o Lerdigos, o algo por el
estilo, a tomar un refrigerio. En un bar curiosísimo. Tenía todas las paredes
llenas de lemas de todo tipo aunque con predominio de los de carácter
antisistema. “No es lo mismo montar un follón que follar un montón” y cosas por
el estilo. El dueño, por los cincuenta y tantos, con gorra y sin dientes, por
lo visto, es considerado el Elvis Presley de Lerdigos, Cerdigos, o como sea que
se llame el pueblo. Lo ponía en un recorte de periódico que tenía pegado a la
entrada del bar. El caso es que me ha puesto un café y un pincho de tortilla,
todo bastante bueno, y sólo me ha cobrado 2,50 €. Viniendo de Sahagún que nos
habían clavado tres € por una botella de agua, comprenderán que le hayamos
agradecido el detalle.
Llegar a León, como a cualquier ciudad, en bicicleta es una
verdadera lata. Los últimos kilómetros se hacen eternos. Más que nada por el
ruido. Y sobre todo por el contraste del resto del camino. Hemos recorrido
kilómetros y kilómetros, 20 acaso, sin encontrar un solo coche. Es
incomprensible cómo se pueden mantener esas carreteras en un estado tan
impecable. Sin duda también esto debe formar parte del despilfarro general.
En León los de información y turismo nos han mandado a una
Casa de Espiritualidad. Un convento en el mismo centro adaptado como hotel.
Genial.
Y ahora, descansados, duchados, con el sol ya bajo, nos iremos
a dar una vuelta por la zona húmeda a ver si tenemos suerte y nos topamos con
José Luis.
Oye, tío, ¿pero eso no es el Parador de san Marcos? Que te estás quedando con nosotros.
ResponderEliminarA Jose Luís no lo vas a ver ni en pintura: después de como dejó el país si aparece por lo húmedo lo envenenan. Creo que apenas sale de la fortaleza que se construyó en Madrid si no es para hacer viajes al extranjero o para coloquiar con los curas, que son los únicos que le ofrecen el perdón.
De Hemingway yo tuve que leer en inglés lo del viejo y el mar. Después intenté otras cosas, pero es muy aburrido: una muestra de que si bien aprenderlo todo en los libros puede ser muy cargante, no aprender nada en la vida puede serlo más.
Oye, por cierto, creo que le voy a recomendar a algún alumno de facultad de ciencias que haga su tesis de fin de carrera sobre lo de las claves secretas que aparecen en este blog cuando quieres escribir un comentario: cada día las ponen más complicadas. Uno se siente Turing descifrando las claves de las comunicaciones de los nazis...
ResponderEliminarNo tenía ni idea que hubiese que usar contraseña para hacer comentarios. A mí, como soy de la casa, no me la piden.
ResponderEliminarNo es el San Marcos, es el San Isidoro. De oca a oca. Éste le llaman Casa de Espiritualidad y forma parte de un gran complejo en el que hay cosas muy variopintas: residencia de canónigos, museo de no sé qué oriental. La habitación que nos dieron daba por un ventanuco a una barbacana de la muralla. Y en los pasillos no veas la de morralla antigua que había. Y todo parecía de mucho valor. Luego en el comedor, la gente que había sí que parecía del gremio de la espiritualiadad lo cual no era óbice para que papasen a dos carrillos. En fin.