jueves, 1 de septiembre de 2011
Efebos
Es hora de retirarse a los cuarteles. Con gusto. María se fue ayer por la cosa laboral y yo hubiese andado por aquí como alma en pena de no haber sido porque me acompañaba a todas partes el Diario de Gide. Qué tipo, qué época, qué, en fin, mundo éste. Hoy día, ni siquiera en Francia se permitiría une chose pareille. Un pederasta contando sus aventuras amorosas sin que por ello, no digo ya, sufra persecución por la justicia, no, es que en absoluto parece afectar a su prestigio. Prestigio que, por lo demás, parece muy merecido.
Acaba de enviudar y no hay forma de aliviar la pena. Madeleine, lo que la hizo sufrir. Si no son remordimientos es algo parecido. Pero... hay que seguir con la cruz a cuestas. Se va de viaje.
Luxor, 3 de febrero.
No, ya no tengo un gran deseo de fornicar; por lo menos ya no es una necesidad como en los hermosos tiempos de mi juventud. Pero necesito saber que, si querría, podría; ¿lo comprendéis? Quiero decir que un país sólo me gusta si se presentan múltiples ocasiones de fornicación. Los más bellos monumentos del mundo no pueden sustituir eso; ¿Por qué no confesarlo francamente? Esta mañana, por fin, cruzando el Luxor indígena, estuve servido.
Quedan atrás, muy atrás, aquellas loas al comunismo. Un mundo nuevo, y todo eso, en el que tengo depositadas todas mis esperanzas. Le invitan a visitar la UURS con otros intelectuales. Les tratan como a reyes. Pronuncian discursos en la Plaza Roja ante turbas enardecidas. La repanocha. Pero hay detalles que a Gide le hacen torcer el gesto. Y eso que del gulag, ni idea de su existencia.Vuelve a Francia sin haberse apeado del burro, pero, ya, nada que ver con el entusiasmo que siguen manteniendo sus compañeros de viaje. Observa, reflexiona, y a poco más de diez años de aquel viaje:
1940
7 de febrero
Su espíritu se agita en un mundo seco y reducido como un problema. Al principio quise creer que lo que les empujaba al comunismo era un amor sufriente hacia nuestros hermanos; no pude engañarme mucho tiempo. Quise creer entonces que esos seres secos, insensibles, abstractos, eran malos comunistas, que perjudicaban a una noble causa y yo me negaba a juzgar ésta basándome en ellos. pero no: me equivocaba de arriba abajo, de medio a medio. Los verdaderos comunistas, se me aseguraba, se me demostraba, eran precisamente ellos. Ellos seguían con exactitud la línea; y era yo el que la traicionaba aportando un corazón con el que no tenían nada que hacer...
Y lentamente me iba convenciendo de que, cuando me creía comunista, era cristiano, si es que se puede ser cristiano sin "creer"...
La guerra de España ha terminado como ha terminado y todo apunta a que el resto del mundo quiere seguir con la fiesta. Es la hora del lamento de los lúcidos.
1940
28 de julio
Indulgencia. Indulgencias... Esa especie de rigor puritano por el que los protestantes, esos pelmas, se han hecho a menudo tan odiosos, esos escrúpulos de conciencia, esa intransigente honradez, esa puntualidad sin escrúpulo, es lo que más nos ha faltado. Molicie, abandono, relajación en la gracia y el desahogo, otras tantas amables cualidades que debían conducirnos con los ojos vendados, a la derrota.
Y, en la mayoría de los casos, simple innoble negligencia, pachorra.
La guerra sigue su curso y Gide sigue con sus viajes. Quiere ser testigo de excepción de las grandes partidas que se juegan en el tablero mundial. Lo cual no quita...
1942
3 de agosto
Conocí en Túnez, el pasado junio, dos noches de placer como ya no pensaba que conocería a mi edad. Las dos maravillosas, y la segunda aún más sorprendente que la primera. F., a la hora del toque de queda, había venido a verme a mi habitación del hotel... Dice tener quince años y no parece tener más. ...
...Sus arrebatos eran de una frescura que, creo, no puede engañar; lo mismo que... (¿me atreveré a decirlo?) su agradecimiento. Todo su ser cantaba: gracias.
... Convencerse de que es absurdo prestar a otros los propios sentimientos; y particularmente en materia amorosa. Ciertamente muchos seres, cuando aún son jóvenes, no tienen ninguna necesidad de juventud y de belleza en su cómplice, para alcanzar con él, gracias a él, la cima del éxtasis, a la cual su juventud y su belleza nos invitan.
También, crítica literaria. Grandes elogios a la biografía de Johnson escrita por Boswell. Lástima, dice, de Johnson.
Su sabiduría es admirablemente representativa de la de su época, pero nunca se eleva por encima de ella. Tiene bromas y réplicas muy sabrosas, pero uno le escucha sin verdadero provecho y siente los límites de su genio. Encorsetado además por el credo al que se sujeta sin cesar; pero uno duda si libre de ese corsé habría sabido aventurarse muy lejos.
Otro día.
Acabé anoche el Boswell. Esas mil trescientas páginas se leen casi sin ningún momento de fatiga o de aburrimiento. Hasta tal punto esa robusta inteligencia de Johnson se ve anquilosada o frenada por sus convicciones religiosas y su perpetuo temor a desbordarlas... Y no es uno de los menores intereses de ese libro el de permitirnos asistir al estrechamiento voluntario de ese hermoso pensamiento libre. "He was prone to superstition, but no to credulity" , dice excelentemente Boswell. Ahí es donde su libro resulta más instructivo, a su pesar: vemos, ejemplarmente, como un vigoroso espíritu puede quedar trabado por el dogma...
Acerca de Jünger:
El libro de Ernst Jünguer sobre la guerra del 14, "Tormentas de acero", es incontestablemente el más bello libro de guerra que he leído; de una buena fe, de una veracidad, de una honradez perfectas. Lamento mucho no haberlo conocido aún antes de recibir su visita en la calle Vaneau. Le habría hablado de forma muy diferente.
Bien, creo haberles contado cosas de los diarios de Jünguer alguna vez. No son de los que se olvidan fácilmente. El personaje engancha.
Me voy a hacer las maletas.
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¡Qué bonita la ilustración! Recuerdo un libro muy bonito, "El arte secreto de Pompeya" que había escondida en la biblioteca del departamento de clásicas de un instituto en el que yo trabajé de sustituto hace muchos años. Los profesores, todos ancianos venerables, nunca se lo enseñaban a los alumnos. Yo, en mi ingenuidad adolescente, lo hice y me gané la enemistad de mis colegas y el amor del alumnado, mayormente femenino. Luego dirán que los antiguos eran unos aburridos.
ResponderEliminarEstá claro que algunos se divertían de lo lindo.
ResponderEliminarPor cierto que cómo cambia el mundo en lo que a las valoraciones morales hace. La pederastia, cuando yo era niño, no suscitaba mayores indignaciones. Todos los padres supongo que sabían que los colegios de religiosos a los que mandaban a sus hijos estaban infestados de esa especie de sátiros. Todos los niños sabíamos quienes eran los curas piporros y quienes sus favoritos. Recuerdo cuando se pusieron de moda para los niños los pantaloncitos cortos. Los primeros en usarlos fueron los niños del Sardinero. Y claro, eran ellos los que tenían detrás a los piporros babeando sin parar. No hablábamos de otra cosa en los recreos. Todavía hoy recuerdo nombres que me callo por no incurrir en inquisición. Porque vete tú a saber como se considerará mañana esto tan perseguido hoy de la pederastia. El eterno retorno.
Imagino que lo que dices tiene que ver con algo que oía hace una semana o así en "A Point of View" de la BBC: mientras que hace trescientos años los padres apenas prestaban atención a sus hijos, que eran muchos y de los cuales un notable porcentaje no llegaban a la edad adulta, ahora sucede lo contrario: a ese o a esos dos que tenemos los tratamos como oro en paño y cualquier agresión, incluso mínima, la tomamos como un ataque terrible hacia nuestra persona.
ResponderEliminarNo digo que el acoso de un cura sea una cosa mínima, pero desde luego parece difícil de creer, como tú cuentas, que los padres no supieran que muchos de sus hijos los sufrían en los colegios a los que los mandaban, cuando bastantes de ellos mismos habían pasado por el mismo sistema veinte o treinta años atrás.
Desde luego que si en algo cambia el mundo, o más bien funciona a base de la ley del péndulo, es en esto del sexo y en su valoración. Basta leer cuatro cosas de antropología o de historia para darse cuenta.
Del futuro vete tú a saber, pero parece bastante difícil que la Iglesia Católica se recupere del palo que le ha supuesto la revelación de estos abusos. Habrás visto la noticia de que la mayor parte de los curas de Austria están en pie de guerra exigiendo el matrimonio de los ordenados y la ordenación de las mujeres, la democratización de la Iglesia y tal. O sea, el apaga y vámonos.
El futuro de la Iglesia Católica, pues no sé qué decir. Desde luego que con pederastas o sin ellos ha ido perdiendo peso desde los tiempos del Renacimiento. En los últimos tiempos es más manifiesto. Resulta difícil en los tiempos presentes mantener un credo que exonera al creyente de su responsabilidad individual. De hecho todo a apunta que cada vez más católicos se hacen protestantes. Y eso a pesar de que algunas corrientes dentro de la Iglesia, como el OPUS, se inclinan hacia el protestantismo. La ética del trabajo y todo eso que siempre causó horror a los buenos católicos. Como decía una tía mía cuando alguien objetaba la limpieza de ciertas prácticas comerciales, sí, pero son negocios permitidos por la Iglesia. Y luego si se casan los curas, o hacen curas a las mujeres, ya te digo, a ver quién va a ir a confesarse con ellos, o ellas. Y sin remisión de los pecados, y las culpabilidades, ya me dirás tú en qué queda el catolicismo. En fin, esperar para ver.
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