miércoles, 7 de septiembre de 2011

Chamartín

Y digo yo: ¿cómo puede ser que haya tanta crisis en España habiendo tanta gente que sabe tanto?

Iba el otro día camino de la biblioteca y, justo, en mitad del paso subterráneo me topo con Germán. ¡Hombre, qué haces, estás aquí, cuándo te vas?, y cosas así para romper el hielo. Pues... y no pude decir más porque ya no me escuchaba. El lugar era infecto. Un tipo con guitarra acompañaba una música empalagosa. Un chamarilero tenía medio paso ocupado con sus incomprensibles mercancías. Los chavales del barrio pasaban por allí a toda mecha en sus bicicletas tuneadas. Y por si todo ello fuera poco, el suelo conservaba la capa protectora que los ciudadanos habían ido depositando pacientemente en él durante los recién pasados diez días de fiesta: una vez apoyada en él la suela, se necesitaba de un esfuerzo suplementario para poder levantarla.

Bien, como decía me topé con Germán que, el hombre, tan amable como siempre, tenía verdadero interés en ponerme al día. Por lo visto, la comidilla de la ciudad no era otra que la desastrosa casta de los toros que habían participado en la feria. Se caían a la primera de cambio. Yo sólo he ido a una, me dijo, y no estuvo mal, pero el resto... tenía al lado a una señora de Madrid  y su hija, y entonces le dije, es que no es el torero, es el toro, si el toro embiste... cualquier torero... y la señora de Madrid le decía a su hija, ves, este señor sabe de toros... Y entonces, va y viene el chamarilero y nos dice con no muy buenas formas que nos larguemos de allí que le estamos estorbando el negocio. Nos corremos unos cuantos metros para un lado y me vuelve a contar lo de la señora de Madrid que le decía a su hija que este señor sí que sabe de toros. Y así hasta que conseguí desviar la conversación hacia el corte de pelo. De resultas de lo cual me acompañó hasta el hogar de los jubilados donde al parecer lo cortan divinamente por  cinco euros. Pero había mucha cola, así que nos despedimos: él se fue para El Salón y yo para la biblioteca.

Tras una travesía sin incidentes, el tren llegó a Chamartín a la hora convenida. Como iba cargado y no quería cosechar agujetas para los días sucesivos, en vez de optar por el metro con transbordos decidí tomar un taxi. En mala hora. Lo comido por lo servido más un precio desorbitado. Porque el caso fue que el taxista se empeñó en llevar la radio a todo volumen por más que yo le dijese un par de veces que, por el amor de Dios, bajase un poquito el volumen. Y un poquito le bajaba. Y la cabeza se me iba poniendo tensa. Peroraba un tipo con la prosodia típica de los locutores deportivos. Es decir, como si nos fuese la vida en saber lo que está pasando en el terreno de juego. En este caso, el topic era las franquicias. Las franquicias tienen por lo visto muchos recovecos y el tipo se los conocía todos. Y no quería dejar ni uno si recorrer. A toda pastilla, claro está, porque para un teórico de los negocios el tiempo es oro. ¡Jo, qué despliegue de facultades! A ese tipo le pongo yo de director del FMI y en menos de un mes me ha embarazadas a todas las secretarias. Total, que aprovechando un semáforo le dije al taxista que me apeaba allí. No podía más. Prefería la amenaza de las agujetas en lontananza que una persistente cefalea in situ. Al fin y al cabo, sólo me quedaban tres manzanas.

El resto del día transcurrió de la mejor manera posible. Disfrute del ambiente cosmopolita de Public. Que me pregunto cómo podrán dar de comer tan bien y tan atildado por 10,35 €. Las calles estaban tranquilas y limpias. Me dio la impresión de que no menudeaban los turistas. Vi que los limpiabotas de la Gran Vía siguen empeñados en pregonar que la elegancia de una persona comienza por sus zapatos. Encontré a la familia en muy buena forma, ya casi recuperada de los estragos veraniegos. Y a las siete de la tarde me fui a tomar el metro para volver a Charmartin donde tenía una cita con el Alvia de León que hace escala en Palencia. 

Me gusta Chamartín. En realidad me gustan todas las estaciones. Por eso cuando viajo me lo tomo con tiempo para demorarme en ellas. Es un mundo de paso lleno de señales de colores para que no te extravíes. Y, de hecho, muy pocos se extravían en una estación porque, en última instancia, siempre hay un alienado por allí dispuesto a orientar a los despistados. En fin, las estaciones, por donde se alivian las secuelas de la antipsiquiatría.Tema para otra monografía no menos interesante que la dedicada a las franquicias.

15 comentarios:

  1. Cuando tenía que tomar el talgo de Galicia en Zamora siempre me encontraba en la estación de trenes con un abuelo prehistórico que llevaba pegada a la oreja un radiocasette de dimensiones mastodónticas. El aparato vomitaba lo más granado de la copla española, Lola Flores y tal. Era un espectáculo gratuito y alucinante el ver al viejillo emocinarse y mover el cuerpo al son con cara de alegría extraordinaria mientras nos destrozaba el tímpano con su música: imagino que él ya lo tendría destrozado.

    Es curioso lo diferentea que son las estaciones de trenes y las de autobuses: de niño me encantaba viajar el tren y odiaba el autobús. Ahora me da un poco igual: hasta los aeropuertos me gustan ahora que he superado el miedo a los aviones, ya sabes: el iPod, las películas y, ahora el iPad lleno de libros, cursos de idiomas, música, programas de ajedrez. Gloria pura. En fin...

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  2. Sí, sí, estuve una vez en la estación de Zamora, camino de Galicia, y me sorprendió la cantidad de locos que pululaban por ella.

    A mí me siguen gustando más las de tren. Las de autobuses, a no ser en una gran ciudad, son muy rurales. Y en los aeropuertos me da la impresión de que todo es algo tenso. Sin embargo en las de tren noto como una especie de nonchalance muy instructiva. Son como un mundo regido por la provisionalidad incrustado en otro en el que predomina lo llegado para quedarse. Esa sensación de que

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  3. erido Pedro,en Espana puede que siempre haya en las estaciones alguien que amáblemente te ayude.Yo odiaba las estaciones francesas.A finales de los 80,cuando volar era prohibitivo,me tenía que tragar todo el marrón en trén...al cambiar de estación en París,la famosa Garé du Austerlitz para irse a la Garé du Nord,por ahorrarme el carísimo taxi,me metía en el metro parisino....Los gabachos....eran terribles...te podías estar muriendo de asco en un rincón..pasaban completamente de tí...la última vez,hace ya muchos anos..adivinad quien me ayudó amáblemente ,incluso con las maletas,claro..un Argelino simpatiquísimo...

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  4. Creo, Ignacio, que la actitud de los franceses hacia los españoles ha cambiado mucho en los últimos años. Si no ando equivocado, el punto de inflexión lo marcó el asunto de los GAL. He visto multitud de debates en la televisión francesa sobre ese episodio tan denostado en España y, paradógicamente, allí lo consideran mayormente como un asunto de razón de estado llevado con inteligencia y valentía. En cualquier caso puedo asegurarte que las últimas veces que he estado en Francia el trato ha sido el que corresponde dar a un turista que va allí a dejar la pasta. Anduve mucho por el París de los setenta y claro, como tenía pasta, todo eran parabienes. Y no te digo nada cuando íbamos a Biarritz a ver películas porno y comprar libros prohibidos.

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  5. Sí, Nacho, había un puñado de películas y libros cuyo principal aliciente era que estaban prohibidos. Como que parecía que daban prestigio cuando los exhibías indoors. Sin embargo, en mi caso, la lectura de la Guerra Civil de Thomas y El laberinto español de Brenan, creo que fue muy beneficiosa. Seguramente me ayudó a entender mejor lo que venía desfigurado, primero por el régimen y, luego, por la oposición al régimen. Y, aún hoy día, da la impresión de que hay montones de españoles que siguen mirando el pasado por su particular ojo de cerradura. No les vendría mal leer esos libros anglosajones.

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  6. Hay un libro que siempre recomeindo y que seguro que conocerás,";Mi último suspiro" ,la briografá e Bunuel escrita por él mismo.te habla mucho de esa época y como además te gusta mucho el cine...como a mí..

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  7. También yo suelo recomendar ese libro. Es uno de mis preferidos. Para mí Buñuel es el único que se salva de esa famosísima Residencia de Estudiantes que vienen metiéndonos a calzador a la más mínima que se les presenta desde hace ya no sé cuantos años.

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  8. Pues tienes razón ,Pedro..bueno a Pepín Bello también lo salvaría...

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  9. No conozco nada de Pepin Bello. De Bellos sólo conozco a Andrés y a ese, ¡vive Dios!, sí que le salvo.

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  10. Pepín Bello nunca hizo nada....vegetó toda su vida....

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  11. hablando de películas ,tu que como y adoras el cine,viste ya esa película sueca? Creoq ue en espanol se llama "Déjame entrar".Si la ves,me gustaría saber tu opinión

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  12. Si hizo historia por no hacer nada merece todos mis respetos.

    He estado buscando esa película y he visto algo en youtube. La tengo en lista de espera. Te prometo comentarla tan pronto como la vea. Lo que pasa es que ahora ando un poco liado con nuevos traslados y a lo mejor tardo algo.

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  13. Vamos a ver. Pepín Bello dice que participó en el guión de las dos primeras películas de Buñuel, pero según parece no es verdad. Aunque lo cierto es que sí hizo mucho según todas las crónicas: pagar. Fue el pagano de muchas de las farras de los del 27. Según parece como era el único que no hacía nada y era un muchacho rico se pasaba la vida invitando, de modo que se convirtió así en uno de los catalizadores de esa generación hasta el punto que cuando era centenario le hicieron un homenaje y nadie sabía muy bien por qué, pero el caso es que la gente que estaba allí tenía la sensación de que era muy importante. También hizo otra cosa fundamental: durar más que ninguno, así que cuando todos habían muerto los periodistas iban a preguntarle y él modelaba aquellos años según sus gustos.

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  14. pepín Bello era muy buena gente..a muerto hace muy poco,casi centenario...era de los pocos que merecían la pena a parte de Bunuel en la Residencia.
    No dió ,con ese arte tan espanol ,nunca un palo al agua...era un fen´meno...

    con erspecto a la película...saboreala con gusto..es una maravilla,de verdad...de lo mejorcito que he visto en los últimos anos

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