domingo, 19 de febrero de 2012
Rozando la excelencia
Sobrevolando la prensa muy de madrugada, leo en El Diario Montañés: "El 80% de las explotaciones ganaderas de Cantabria rozan la excelencia". ¡Ostras, Pedrín! ¿Habré visto yo visiones o es que mi podrida subjetividad me corroe el juicio? Así que, sin pensármelo dos veces, agarro la bicicleta y tiro de nuevo por el Valle de Toranzo adelante diciéndome que el sol radiante del día quizá me ayude a una más certera interpretación de la realidad.
Bueno, parece ser que las lluvias de los pasados días han hecho su trabajo y, ahora, en vez de estar las vacas, como les comentaba el otro día, sumergidas en el cieno hasta las rodillas, lo están hasta casi la barriga. Imágenes hieráticas, me dio la impresión de no haber movido ni el rabo, sumergido en parte, durante las dos horas transcurridas entre la ida y la venida. Pensé que quizá estuviesen ensayando para hacer de estatuas vivientes en la Rambla de Barcelona. Aunque, a lo mejor, también, no era otra cosa que el estar atrapadas en la "excelencia". Porque de eso se trata para nuestros políticos regionales: turismo de excelencia, universidad de excelencia, ganadería de excelencia... Su Excelencia el Generalísimo, desde una tribuna levantada al efecto, pronunció un transcendental discurso, en el que entre otras cosas vino a decir, etc., etc.
Y ya que hablamos de excelencias. Buena sopa, mejor filete con patatas, inmejorable bacalao con tomate y de postre, ¡la repanocha!, una leche frita para caerse de culo. El café mucho mejor que el que se estila por estos pagos. 11€. En los Tres Arcos de Ontaneda. En la carretera general, enfrente de lo que fue Gran Hotel y hoy es seminario menor de Los Guerrilleros de Cristo. No se lo pierdan. Con la amabilidad y sencillez de antaño cuando las palabras mío y tuyo ni siquiera existían.
Felicité a la mesonera por la comida y le alabé el arte de la leche frita. Si lleva esta leche frita a Madrid, dije y, ella, sin dejarme terminar remató: ¡me hago rica! Rica, no sé, continué tras la interrupción, pero famosa seguro. Entonces me tendré que ir con la vaca, añadió ella. Y me explicó el porqué de aquella delicia. Resulta que su hijo tiene ratinas en el monte y una de ellas acaba de parir un choto. Pero el choto anda flojucho y no tira lo suficiente de la teta, así es que se ven obligados a ordeñar a la ratina para que no se seque. Lo demás es fácil de suponer. La leche frita está elaborada con la leche de esa ratina que como toda la que dan las vacas de monte tiene una concentración elevada de grasas más o menos saturadas de radicales ácidos. En fin, cosas de aquella añorada Edad de Oro que ya sólo se dan por sorpresa y de Pascuas a Ramos.
De vuelta, nada de particular que no les haya contado hace unos días. Acaso más coches y boñigas en la "ruta perfumada" que, en teoría de excelencia, es para bicicletas y peatones sólo.
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