lunes, 20 de febrero de 2012
The Kingdom of God
La verdad es que fue bastante impresionante. Ponías la BBC y allí estaba, la NBCE, también, la CNN, más de lo mismo. Y el evento duró tres horas y media. Claro que también hay que comprender que era sábado y los sábados los mercados descansan. Pero, ¡leches!, nunca había visto cosa semejante. Ni cuando se muere un Papa hay tanta cobertura mediática. Me estoy refiriendo al funeral de Whitney Houston.
Ya se sabe que la condición sine qua non para que te tilden de mesías es morir joven y en plena gloria. Camarón, Amy, Janis, Sid, etc., etc. Y de forma trágica, claro. Aunque, si bien se mira, la tragedia no se compagina bien con la muerte anunciada. Bueno, eso es, al menos, lo que decía Aristóteles. Y la de Whitney, como las otras citadas, todo el mundo se las esperaba por lo que todo el mundo sabía. Todos ellos estaban atrapados en la espiral destructiva. Sólo tenían presente en estado puro. Cuando el padre de Nancy le preguntó a Sid sobre sus proyectos de futuro, cosa muy lógica por otra parte en un futuro suegro, Sid le respondió que pasado mañana lunes tenemos pensado ir a por metadona al dispensario. Un horizonte, desde luego, bastante precario.
El alcalde del pueblo, el guardaespaldas personal, Kevin Costner, su hermana y manager, Stevie Wonder, y unos cuantos más dijeron o cantaron sus elogios que, lo mismo que no hay novia fea, tampoco hay muerto malo. Y, para rematar el rito de paso y no dejarlo todo en un cuento de la buena pipa, subió al estrado el Reverendo Marvin Winans. Y ahí es donde me quede colgado. Y quise comprender unas cuantas cosas.
The Kingdom of God. Con la biblia en una mano y un pañuelo en la otra, el Reverendo Mervin, apelaba una y otra vez al Kingdom of God. Flexiones, contorsiones, inflexiones de la voz, el pañuelo no daba a basto para tanto sudor. Ya se sabe lo que pesan las metáforas. Porque la bicha no se podía nombrar pero siempre estaba en el centro de la escena. Somos lo que Dios quiere que seamos y si quiere que seamos mucho corremos el riesgo de creer que podemos prescindir de su Reino porque podemos comprar cosas que pensamos pueden sustituirle. Una perfecta quimera, y que nadie se engañe porque el único ansiolítico que funciona es vivir dentro del Reino, de este Reino, reiteraba blandiendo la Biblia antes de pegarse otra pasada de pañuelo.
Sí, desde luego que me hubiese gustado estar allí para palpar más de cerca el ambiente. Aunque por televisión ya se podía notar que la tensión era tan densa que se podía cortar. El Reverendo Marvin llamó a las cosas por su nombre, y dejó claro que, si todos la quisimos mucho, eso no quita para que Whitney fuese una necia y una desagradecida hija de Dios.
Luego se la llevaron de una manera muy ceremoniosa a los sones de "I Will Always Love You". Ya digo, impresionante. En fin, menuda tardecita de Iglesia que nos pegamos.
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