miércoles, 15 de febrero de 2012
Conjeturas
Para vivir basta con saber. Para disfrutar de la vida hay que comprender. No es que lo diga yo, lo dice un filósofo muy bien considerado. Dice el tipo: "¡Sabemos tantas cosas que no comprendemos! Toda la sabiduría de hechos es, en rigor, incomprensiva, y sólo puede justificarse entrando al servicio de una teoría."
Sabemos, por ejemplo, que la tierra da vueltas alrededor del sol. Pero la mayoría no sabemos el porqué de que eso es así. Lo aceptamos y punto. Y así nos privamos de la hemorragia de satisfacción que sin duda nos habría de producir la comprensión de ese fenómeno maravilloso. La fruición estética o como le quieran llamar. Una descarga de energía por todo el cerebro. De emociones alusivas, que le dicen.
De la misma manera, sé que ese cuadro de Francis Bacon vale 25,4 millones de euros. O sea, el equivalente a varios millones de horas de trabajo de gente normal. Y a Francis le costó pintarlo, digamos, veinte horas. ¿Por qué esa distancia abismal? Quisiera comprender, se lo juro, pero de momento mis capacidades intelectivas sólo dan par unas cuantas conjeturas. Conjeturas, eso que sirve para entretener, pero no para producir descargas de adrenalina... por definir de algún modo la comprensión del hecho en sí.
Porque algo tiene que haber. Una especie de fuerza telúrica que emanando del lienzo conduciría a los entendidos a un éxtasis próximo a la aniquilación. Una bajada al submundo con billete de retorno. Como Gilgamés, Ulises o Teseo. Veinticinco coma cuatro millones de euros serían un poderoso aval de esta conjetura.
La simple especulación financiera sería otra. Aprovechando una cierta originalidad o rareza se eleva el objeto a la categoría de joya y a vivir que son dos días. La compro, la vendo, y siempre con ganancias.
Pero, por qué cuaja la proposición. Sería imposible si las masas no acudiesen enfervorecidas a postrarse a sus pies. Se diría que una vez establecido el rango todo lo demás se da por añadidura. Miles, millones de personas, cruzan los océanos a la búsqueda de las emociones alusivas que, según cuenta la leyenda, produce ese objeto en los entendidos. Es la ilusión de la que también se vive.
En realidad siempre ha sido igual y mucho me temo que esto nunca va a cambiar. Los fetiches, lo sobrenatural, el más allá, todas esas cosas que inventamos para matar el puto aburrimiento que nos recuerda la muerte.
Ya digo, todo conjeturas. Y, mientras tanto, la baronesa se forra, pero, ¡ojo!, no porque no se lo merezca. Pocos como ella han hecho tanto para que tire la economía de la ciudad. Y esto no es conjetura.
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Recuerdo haber leído en un libro de filosofía de la matemática que uno del gremio se quejaba a otro -uno de los grandes del siglo XX, pero he olvidado quién- que había mucho en su trabajo que no entendía, aunque era capaz de operar con eso a lo que no llegaba con el entendimiento. El sabio le respondió que lo mismo le pasaba a él, que había realidades de la matemática superior que era como si estuvieran esculpidas en sus huesos, pero que no era capaz de profundizar en ellas entre otras cosas porque había tantas verdades matemáticas que demostrar que no tendría tiempo de probarlas todas, y por consiguiente tenía que conformarse con el hecho de que "funcionaban" y ese funcionamiento lo tomaba de algún modo como prueba de su bondad.
ResponderEliminarSerá porque es una cosa muy profunda, o porque lo leí en una época particular de mi vida, una tarde de sol junto al río Cam, por lo que sea; pero lo cierto es que, a pesar de haber olvidado el nombre de los protagonistas, de vez en cuando le doy vueltas a ello. Seguramente con todo nos pasa lo mismo: ya ves ahora, cuando parecía que el keynesianismo era verdad absoluta vienen y nos dicen que no, que lo guay es el déficit cero. Pues de lo del arte, qué decir que no hayamos dicho. Y así hasta el infinito.
Si al menos yo pudiera comprender como funcionan todos los gadgets que utlizo a lo largo del día...
ResponderEliminarBueno, sí, en la mayoría de los casos nos tenemos que conformar con saber que así funciona. Y se resuelven los problemas. Pero es un triste consuelo. Al poco de empezar con lo de las matemáticas me topé con el número e. Ya sabes: (1+1/n)elevado a la n cuando n tiende a infinito. 2,71 o así. Bien, pues puedes tú decirme por qué la derivada de e elevado a x es e elevado a x. Ese es un misterio que no he conseguido desentrañar por más que lo he intentado. El otro día se la pregunté a Marisa y ella me dijo que se lo preguntase a Antonio. Pero Antonio estaba corrigiendo exámenes y no era cosa de molestarle. De lo que estoy seguro es de que si un día descubro el pastel voy a sentir una hemorragia de satisfacción. Lo mismo que la que sentí cuando desentrañé la ecuación de la elipse.
ResponderEliminarLo del keyesianismo que dices, yo lo veo claro. Sería maravilloso si no hubiese demagógos y populistas. Si siempre fuese el gobierno de los mejores. Pero hay lo que hay. Y en Europa, con tantos gobiernos para una sola moneda si no hay una mano de hierro la cosa dura lo que el agua en un cesto.
Sí, Anónimo, para mí que los gadgets son ya ortopedias sin las que sería difícil vivir. Así que nos tenemos que pasar media vida engrasándolos para que no se gripen. Porque sería fatal.