Lo realmente bueno de todo esto de la crisis es que obliga al personal a bajar a la tierra. O sea, quizá, el más difícil de todos los retos con los que debe enfrentarse el ser humano de vez en cuando a causa de su propia imbecilidad. Porque es que esa es la cuestión, que la imbecilidad es como una especie de globo aerostático que impulsa a su propietario hacia las nubes, ese lugar en el que, como todo el mundo sabe, se vive divinamente porque desde allí se ve todo la mar de bonito. Como, un suponer, en esos reportajes que ponen en la tele en los que un helicóptero va filmando el territorio de la patria mía y entonces flipas del sitio tan guay en el que vives.
Y entonces llega la crisis y, como si fuera "el comandante", manda parar. Todos a tierra. A ver las cosas de cerca. Y a escuchar lo que no gusta, o sea, que eres un puto ignorante y el culpable de tus males. Nada nuevo por otra parte que, si bien se mira, no ha sido de otro modo que con estas ascensiones y bajadas como el ser humano ha evolucionado hacia esta especie de pax mundis en que vivimos instalados. Sí, sí, no se me amontonen, pax mundis, digo bien, que son millones y millones los que cruzan el planeta a diario y prácticamente todos llegan a su destino sin que nadie les haya entorpecido el camino. ¿Qué más pax quieren?
La verdad, es muy esperanzador todo esto. Vas, coges, agarras y te enchufas por ahí a cualquier medio, desde un canal español de televisión a un coloquio de cola de supermercado y por primera vez en mucho tiempo tienes la sensación de que no todo el mundo está en las nubes, que algunos ya se han bajado y empiezan a producir destellos de inteligencia.
Sí, sí, parece increíble, ayer veía un debate en Telemadrid y la última palabra siempre la tuvo un tipo con estudios. Para alucinar. Esta no es mi España, que me la han cambiado, pensaba yo. Un tipo con estudios y todos le escuchan sin rechistar. ¿Cuándo se ha visto eso aquí? Pues sí señor, eso se está viendo y cada vez más gracias a la que dicen crisis y en realidad debieran llamarla bendición de Dios.
En fin, tengan un poco de paciencia que esto va por buen camino. Se lo digo yo que, modestia aparte, sé de qué hablo.
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