A veces, cuando hablo con mi centenaria madre, me suele decir que esto que está pasando le recuerda mucho a cuando ella era joven. Ella lee el periódico, ve la tele, da un pequeño paseo por los alrededores de su casa, pero no va a los supermercados. Claro, así uno no se puede enterar de lo que realmente pasa. No te preocupes, mamá, intento yo tranquilizarla, cuando tu eras joven mucha gente pasaba hambre y lo poco que había en las tiendas era muy caro, sólo para ricos. Ahora, por el contrario, la gente común está enferma de tanto comer de todo lo que pueden comprar por dos perras en cualquier sitio. "Me alegra que me digas eso, hijo, me tranquilizas", me suele contestar.
El caso es que sí, que si te dejas seducir por la espectacularidad de la espuma que generan las aguas estancadas cuando las agitas, entonces, digo, te entran ganas de hacer cualquier barbaridad. Me refiero a las aguas estancadas como metáfora del puto aburrimiento, ese, llamémosle sentimiento, que brota del tanto tener todas las necesidades vitales, y menos vitales, cubiertas sin para ello tener que realizar no digo ya grandes sino ni tan sólo medianos esfuerzos. ¡Dios mío, todo este tiempo libre que se me echa encima y me anega de conciencia de mí mismo! Yo mismo, una cosita insignificante que se extingue a velocidad de vértigo. Hay que hacer lo que sea para olvidarse. Construir castillos en aire. Soñar paraísos. Implementar quimeras, o sea, dárselas de listo para retrasar un poquito el inevitable estrellarse contra la dura realidad, es decir, que sólo la disciplina del esfuerzo, el que sea, nos libra de acabar siendo unos perfectos imbéciles. O perfectas, que todo hay que decirlo.
Sí, desengáñense, la disciplina del esfuerzo es lo que va quedando como única tabla de salvación. Personal y colectiva. No es que no se supiese ya desde la noche de los tiempos, pero la historia de la humanidad no ha sido otra cosa que una sucesión de charlatanismos encaminados a ocultar o dulcificar esa dura realidad. Y aún hoy persisten los intentos e, incluso, se suelen crear peligrosas burbujas, pero en cuatro días, redes sociales mediante, se pinchan y quedan en una nada ridícula de la que, al parecer, nadie formó parte.
Por cierto, qué nivelazo la campaña para la elección de Presidente de los EE.UU. de América. Qué dos candidatos. Qué difícil elección. Y no porque como tantas veces nos pasa aquí se trate de elegir el mal menor. No, en este caso es porque si uno es bueno el otro es mejor. Nunca se vio cosa igual. El mundo que viene. El del ocaso de los charlatanes.
El mundo que viene, que les decía ayer, quizá ya esté aquí y lo que pasa es que no se nota porque es sumamente discreto por comparación al mundo de siempre, el de la tradición y el borregismo... sí, les voy a hablar de borregos.
Una vez les conté el desagradable trance por el que tuve que pasar cuando me atacaron los perros de un pastor en uno de mis paseos por los paisajes cársticos de la premontaña palentina. Se trataba de los perros del pastor de Rebolledillo de la Orden, un personaje atrabiliario que había dado lugar a multitud de anécdotas, todas ellas de carácter violento. El caso es que los perros y los rebaños del pastor de Rebolledillo, como los del de Nogales, como los de tantos publecillos de por allí, eran omnipresentes y no sabría decir si beneficiosos o malignos porque había opiniones para todos los gustos. A los "proscritos", por ejemplo, les encantaba charlar con los pastores, pero luego echaban pestes porque por donde pasaban los rebaños no quedaba títere con cabeza, sobre todo las setas de cardo que se ocultan bajo los tagarnos que las ovejas las descubrían como si tuviesen un radar a tal efecto. Eso, por no hablar del alfombrado de cagalitas por las calles por las que pasaban, que era una verdadera inmundicia. En fin, personalmente, más allá de esa imagen bucólica cuando les ves evolucionando en la lejana ladera del monte, los rebaños de ovejas no me producen especial simpatía... más que nada por la agresividad de los perros que les acompañan, no los que son para guiarlos sino los que van en plan gorila por si se acerca un lobo... mi experiencia es que no distinguen muy bien entre lobos y humanos.
Total que estaba yo un día en Aguilar, en clase de mates, con el asunto de las derivadas y su utilidad práctica y va Amaya, la profe, y me dice que tiene un pariente en Alar, donde yo vivía entonces, ya saben, que usa las derivadas para optimizar la producción de leche y carne de sus rebaños. Así, como les digo. Indagué el asunto y descubrí que se trataba de unas naves por la parte de la Fuente de la Gallina, al otro lado de la vía, discretamente apostadas contra la ladera del monte, a más de un kilómetro de la vivienda más próxima y a más de medio de la carretera más cercana. Había allí varios miles de borregos y en el tiempo que por allí anduve vi como doblaba su capacidad sin que en nada afectase a la comunidad ni en cuanto a olores, ruidos o cualquier otra de las desagradables secuelas de las explotaciones agropecuarias al uso. Por así decirlo, aquello era como si el futuro ya estuviese aquí... derivadas mediante.
Las derivadas, esa maravilla que debemos a Leibniz y Newton, tanto monta, y que si a la primera embestida nos da la pendiente de la tangente en un punto de la curva, en la segunda nos proporciona los máximos y mínimos y los puntos de inflexión. Muy sencilla su aplicación. A las ovejas les tienes que dar de comer unos piensos para que echen kilos de carne y produzcan litros de leche. Cual es la cantidad óptima de unos y otros, piensos y kilos para que el negocio sea lo más rentable posible. Sí sigues dando pienso se produce un punto de inflexión en el que el sobreprecio de la alimentación no se compensa con el aumento de kilos de carne. Así, con la segunda derivada de una formula relativamente sencilla puedes calcular el mínimo de pienso para un máximo de carne y leche y cual es el punto de inflexión en el que esos valores se trastocan.
En fin, un rollo si quieren, pero no me negarán que la cosa tiene su miga y que no todo es garrulería en este país. Quizá haya mucha más matemática en la vida cotidiana de la que suponemos, pero como no mete bulla y su ausencia, por el contrario, mete tanta... pues eso, que nos hacemos una idea equivocada de la realidad.
Lo de predecir el futuro siempre ha sido un negocio fabuloso. Desde la antigüedad más remota. Coges, agarras, el que podemos considerar primer libro de historia, los nueve tomos de Heródoto, y ves que allí no se movía un dedo sin ir antes a consultar al oráculo de Delfos, o al que fuese, eso sí, llevando siempre algo en pago , una crátera de plata cuanto menos. La mancia le llamaban y todo servía, desde los sueños al vuelo de pájaros, pasando por la disposición de las vísceras de los animales sacrificados, para que los charlatanes dijesen la suya que, por supuesto, siempre solía servir lo mismo para un roto que para un descosido, o sea, una cosa y su contraria lo suficientemente bien envueltas como para ser sólo distinguibles a toro pasado. Tretas del oficio que, todo hay que decirlo no siempre ponían a salvo de la ira del rey derrotado. Muchas fueron las veces en las que el adivino, a la postre, fue el perfecto chivo expiatorio ofrecido por el poderoso para aplacar las iras del populacho.
El caso es que hace treinta años o poco más, alguien se dedicó a preguntar a las mentes más esclarecidas del momento, premios Nóbel y todo eso, por cómo sería el mundo a treinta años vista. Bien, pues ninguno de ellos predijo nada de entre lo más importante de lo que ha pasado, ni el fin de la Guerra Fría ni la difusión del internet ni nada de nada. Es lo que tiene la historia que es caprichosa donde las haya. Lo único que podemos saber a ciencia cierta es que los descubrimientos científicos y tecnológicos nunca son en vano, pero nunca tendremos la menor idea ni de cuales van a ser esos descubrimientos ni en qué sentido nos van a afectar caso de producirse.
Y así fue que ayer, un domingo otoñal, desapacible como corresponde, decidimos comer por ahí. Pasamos por las Bodegas Montaña y sorprendentemente estaban casi vacías. Claro, fácil explicación, habían vuelto por sus fueros de subir el menú dominical hasta los 16€. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa como dicen en Cataluña y, como decimos por aquí, ni el horno está para bollos ni el bolsillo para alegrías. Así que nos llegamos hasta la cafetería Picos de Europa que, confieso, es mi preferida. Allí el menú seguía en los 11,50 € de todos los días y, claro, ni que decir tiene que estaba a rebosar. Nos dieron un arroz caldoso con mejillones y langostinos y después una chuleta de ternera con pimientos y patatas fritas. De postre, pastel de hojaldre. De estrella Michelín todo, se lo juro. Y trato de cliente habitual.
La comida, todos los días, y buena y abundante. ¿Que futuro le auguramos a eso? Ahora somos siete mil millones y para pasado mañana se esperan nueve mil. Y no veas lo mal que está llevando el planeta todas las mierdas que le echan encima para que las cosechas den más y más. ¿A dónde vamos así si con sólo los pedos de las vacas estamos derritiendo el Ártico? Esto, o lo soluciona la ciencia, y pronto, o peta. Porque todo eso que preconizan los ecolos y demás "alternativos" no son más que maniobras de distracción. Consumo de cercanía, métodos artesanales, no son más que mamarrachadas con las que tratan de justificarse los que no quisieron estudiar.
Esto, ya digo, sólo lo soluciona la ciencia. Y en ello, me consta, está. Y tenemos que estar preparados para lo que venga, cualquiera que sea ello. Porque se trata de sobrevivir. De momento he visto cosas sorprendentes. La carne en algunos sitios ya no viene de las granjas sino de los laboratorios. Cogen una placa de Petri, le echan unos cuantos potingues, ponen encima un par de células madre, y a los pocos días tienes allí un filete que te cagas. Por no hablar de los viveros de insectos varios que son una fuente inextinguible de proteínas de primera calidad. Las cucarachas y así. Y las hortalizas, en el trastero. Porque nada va ser lo que era y lo de los Picos de Europa pronto será sólo mitología.
En fin, que sólo de una cosa podemos estar seguros, de que lo que hay hoy día no se aguanta. Todas esas chuletas que se comían ayer en los Picos, ¡madre mía, como les dé a los mil millones de indios por quererlas! Que parece que va a ser que sí.
Hay pocas cosas que me regocijen más que la llegada de eso que la mayoría de la gente llama mal tiempo. Llueve, el viento corta como un cuchillo, incluso, si los dioses se ponen estupendos van y nos mandan una nevada. Y entonces, en casa, con su salón caldeado, sus sofás, su pantalla de plasma, es el paraíso. Anoche, sin ir más lejos, llegué de dar un paseo por las calles desiertas, me senté en el sofá, le dí al mando y apareció en pantalla FASHION¡, en la cadena ARTE, una hora colgado, sin casi respiración, tratando de comprender algo de ese enigma que es para mí el mundo de la que dicen "alta costura".
Robert Altman trató de aportarnos alguna luz sobre el tema en "Prêt-à-Porter", pero aparte de que sus glamourosos personajes se pasan toda la película pisando las caquitas de sus caniches, lo cual, huelga decirlo, me hacía macha gracia, no encontré nada digno de mención aparte del tedio como impresión general. La alta costura, sus desfiles, sus mariconadas sin límite, su extravagancia, su monotonía, su sorprendente capacidad para colarse en los informativos de todas las televisiones del mundo... bueno en Cubavisión, no sé.
De entrada, anoche pude hacer unas cuantas constataciones que tienen poca vuelta de hoja. Uno, lo de adornarse con plumas exóticas para distinguirse es quizá la pulsión más arraigada, por animal, de todas las que condicionan la conducta humana. Dos, las plumas exóticas son muy raras y por tanto muy caras, es decir, son un lujo. Tres, la industria del lujo es un filón de riqueza inextinguible porque es la que da a la gente la posibilidad de sobresalir entre sus semejantes sin haberse esforzado lo más mínimo en adquirir méritos para ello. Cuatro, el lujo, por ser el más eficaz sustituto del mérito, es el signo más incontestable de la decadencia. Cinco, Francia es líder indiscutible de la industria del lujo y por ello, quizá, también, el más acabado modelo de decadencia de lo que se ha dado en llamar civilización occidental, o sea, para que nos entendamos, delirios socialdemócratas, la chusma al poder.
Luego, todos esos desfiles rimbombantes y demás, los spots publicitarios que necesita toda industria. Sí, creo que empecé a desentrañar ese enigma y quizá por eso, ahora, como a Edipo, me dejarán entrar en la ciudad, a su milla de oro, para que renueve mi armario y pueda de una vez por todas exhibir mis muchos méritos ante el respetable.
Al final, las cosas, siempre acaban volviendo a por donde solían. Las grandes cosas quiero decir. Los mandamientos de la ley de Dios que, por supuesto, no tienen por que ser los del Padre Astete. Más bien, de parecerse a los de alguien, yo diría que a los que describió Aldous Huxley en "Brave New World", "Un mundo feliz" para nosotros.
Porque esa es la cuestión que, pese a quien pese, siempre hubo y habrá por el querer de los dioses gente alfa y gente épsilon. Porque se nace en un determinado medio, porque se accede a más o menos estudios, porque la genética tiene sus caprichos, por lo que sea, es inevitable que entre los dos extremos del alfabeto griego exista toda la gama de hermosuras y saberes. Y es inútil querer difuminar esa realidad porque al final siempre acaba llegando el viento de la crisis y pone de relieve las grandes diferencias entre el alfa y el épsilon. ¡Qué le vamos a hacer! Las cosas son así y por mucho que se esfuercen en trabajar los brazos del épsilon como no estén dirigidos por las neuronas del alfa no conseguirán bajarse de los árboles.
Bueno, sí, reconozco que es un intento maravilloso tratar de equiparar las necesidades del alfa y el épsilon. Y así ha sido que socialdemocracia mediante, o lo que sea, se haya igualado a ambas dos categorias, y todas las intermedias, gracias la generalización del uso del orgasmotrón. ¡Oye, que aquí nadie es más que nadie! Claman con orgullo los épsilon mientras se les va reblandeciendo la poca médula que tenían de tanto abusar del maravilloso aparato.
Vamos al grano. "La croissance américaine s'accélère au troisième trimestre", según "Le Monde" que, a su vez, apunta: "L’industrie américaine se désengage de l’Europe". ¡Bingo! La una cosa por la otra. SMIC (salario mínimo interprofesional) en Francia, 1500 € al mes. En EEUU como no existe esa figura redentora pagan según las leyes del mercado que en estos momentos ponen los sueldos de enganche en unos 1200 $, o sea, un poco más de la mitad que en Francia. Ergo, cojo mis trastos y me mudo. Así de fácil.
Sí, las crisis son esclarecedoras. Y si un alfa es un alfa es un alfa es un alfa, un épsilon es un épsilon es un épsilon es un épsilon. Y ni orgasmotrones ni leches que valgan para ocultar esa abrumadora realidad.
Ayer. Serían las once de la mañana o así cuando las circunstancias me llevaron a estar sentado en un banco de la Plaza del Cuadro disfrutando a pleno pulmón del espectáculo de la vida. Al parecer hay por allí cerca una academia a la que acuden multitud de adolescentes. Y a esa hora estaban justamente en el recreo de media mañana. La hora del bocadillo para entendernos. Pues bien, alrededor de cada banco había un grupúsculo de siete o diez individuos, e individuas, haciendo de las suyas. Yo me fijaba en los del banco que tenía enfrente y no paraba de flipar. La mayoría estaba sentada, pero había una pareja merodeando de aquí para allá que no paraba de magrearse de la forma más, digamos, atrevida, o sea, lo que antes se decía obscena, sin por ello atraer la menor atención. Entonces, una vez arrojados los restos u envoltorios de la colación al suelo, un par de entre los sentados sacaron de sus bolsillos el "material y métodos" ad hoc y con la misma se pusieron a liar sendos canutos. La animación se la pueden imaginar a medida que las inhalaciones cannabínicas iban progresando. Después, como por ensalmo, desaparecieron todos y se pudo comprobar que en un perímetro de dos o tres metros alrededor del banco se acumulaba una cantidad considerable de material netamente reciclable. De "paisaje después de la batalla" podríamos calificar el cuadro. Pero no fue mucho tiempo el que tuve para recrearme en la contemplación de semejante obra de arte. No habían pasado cinco minutos de la desbandada general y ya estaba allí un uniformado del servicio municipal de limpieza recogiendo las inmundicias. En fin, como para que luego digan que aquí no funcionan las cosas. Cada acción tiene su reacción inmediata. Cada porrero, su barrendero.
Luego, de noche ya, cuando cumplía con el precepto de la cena paseada por las elegantes avenidas del barrio de Cazoña, pude darme cuenta de que esa afición a construir "instalaciones" de arte "povera" alrededor de los bancos de la vía pública está muy extendida por toda la capital de la Montaña. Supongo que ya saben que por el extremo de poniente de esas elegantes avenidas se condensa una población de la de "sangre de reyes en la palma de la mano". Pues bien, esa población, entre sus muchas y fructíferas virtudes tiene la de dominar a la perfección el arte de las instalaciones povera. Daba gusto pasear ayer noche y comprobar como, por la anormal bondad del tiempo para estas fechas, en cada banco se desarrollaba o se había desarrollado una "performance", digamos que calé, que daba o había dado como resultado una instalación povera a cual más sofisticada. Yo, la verdad, veía aquello y no podía comprender cómo nuestra autoridades municipales no han incluido ese trayecto en las rutas del autobús sighseeing. Estoy seguro que no habrá en nuestra ciudad muchas manifestaciones culturales de semejante poder evocador.
En fin, poco a poco, sugiriendo ideas, descubriendo nuestros
atouts y poniéndolos en valor iremos saliendo del atolladero. ¡Qué duda cabe!
Elisabeth Quin es una señora que está francamente bien. Bien, para que nos entendamos, mucho más en el sentido de presentable que no en el de follable, que diría el castizo. Si ustedes quieren comprobarlo se la pueden encontrar cada día laborable dirigiendo el programa 28´ que emite la cadena ARTE hacia las ocho de la tarde. Un programa de debate sobre temas de actualidad. De debate, o sea, de décryptage, es decir, de sacar a la luz aspectos mal conocidos, en este caso de La Françe.
En mi modesta opinión La Françe, osease, los franceses, tienen un grave problema de percepción que les crea no pocos problemas. Ellos se sienten estupendos. Mucho más estupendos que sus vecinos en cualquier caso y ya no digamos que los americanos. A los americanos les enmiendan la plana cada día y no se cansan. Para que me entiendan es algo parecido a lo que les pasa a los catalanes con nosotros, los pobres españoles, que es que parece que no dan a basto a sacarnos la caspa de encima.
Problemas de percepción, dirán, ¿quién es el que no los tiene? Sí, tienen razón, pero no todas las sociedades tiene la misma capacidad de generar anticuerpos contra esa plaga. Algunas, como la francesa, o la catalana entre nosotros, podrían ser consideradas como auténticos paradigmas de la autoinmunedeficiencia autocontemplativa... es decir, que antes se pegan un tiro que reírse un poquito de sí mismos.
El caso es que la Sra. Quin, con su envidiable elegancia, se ataca, por decirlo a la francesa, a esa estulticia nacional dejando que unos y otros de entre los más sobresalientes confronten sus ideas ante el respetable. Y allí, a su vera, tiene siempre a unos fieles, y bellos como ella, escuderos para que velen porque las ideas sean ideas y no simples sloganes.
Porque esa es la cuestión, que exponer una idea no es fácil. Exige capacidad de síntesis, corrección sintáctica, amén de rectitud de juicio. De no ser así la gente se cansa de escuchar e interrumpe. Como era el caso ayer que había dos políticos de la izquierda plural y un economista académico en la liza. El tema a tratar era el de un ministro, el de la "Recuperación Productiva", muy guapo y tal, Sr. Montebourg, que piensa recuperar la productividad francesa haciendo de modelo publicitario para los productos franceses. Luego, además de eso, por supuesto, propone poner trabas a la venta de coches coreanos en Francia y cosas por estilo que aunque no sean proteccionismo económico propiamente dicho huelen a tal que apestan.
Como decía, la gente se cansa e interrumpe. Y entonces los de la "izquierda plural" perdían todo su tiempo suplicando que les dejasen acabar. ¡Déjame acabar! ¡Déjame acabar!, decían una y otra vez los pobres que no podían comprender que no podían acabar porque nada habían comenzado. Sin embargo el economista académico despachaba en cuatro palabras y nadie le interrumpía. La balanza comercial entre Francia y Corea es enormemente beneficiosa para Francia, dijo, y no tuvo nada que añadir porque todo el mundo comprendió que la verborrea de los de los de la izquierda plural no era sino simple basura reaccionaria tan del gusto del populacho.
En fin, que menudo problema tiene Europa con la Françe. Porque es que aquello, como la Catalogne, está de reaccionarios que no cabe uno más. ¡Ministro de la Recuperación Productiva, ya te digo! Distraer al personal jugando con las palabras. Ministro de la recuperación del proteccionismo es lo que gracias al decryptage de la Sra. Quin quedo claro a todo el mundo. O sea, ministro de la vuelta al XIX.
Y mientras tanto ni un recorte y venga a subir la deuda ¡Vive la Françe y le joie de vivre!
Lo realmente bueno de todo esto de la crisis es que obliga al personal a bajar a la tierra. O sea, quizá, el más difícil de todos los retos con los que debe enfrentarse el ser humano de vez en cuando a causa de su propia imbecilidad. Porque es que esa es la cuestión, que la imbecilidad es como una especie de globo aerostático que impulsa a su propietario hacia las nubes, ese lugar en el que, como todo el mundo sabe, se vive divinamente porque desde allí se ve todo la mar de bonito. Como, un suponer, en esos reportajes que ponen en la tele en los que un helicóptero va filmando el territorio de la patria mía y entonces flipas del sitio tan guay en el que vives.
Y entonces llega la crisis y, como si fuera "el comandante", manda parar. Todos a tierra. A ver las cosas de cerca. Y a escuchar lo que no gusta, o sea, que eres un puto ignorante y el culpable de tus males. Nada nuevo por otra parte que, si bien se mira, no ha sido de otro modo que con estas ascensiones y bajadas como el ser humano ha evolucionado hacia esta especie de pax mundis en que vivimos instalados. Sí, sí, no se me amontonen, pax mundis, digo bien, que son millones y millones los que cruzan el planeta a diario y prácticamente todos llegan a su destino sin que nadie les haya entorpecido el camino. ¿Qué más pax quieren?
La verdad, es muy esperanzador todo esto. Vas, coges, agarras y te enchufas por ahí a cualquier medio, desde un canal español de televisión a un coloquio de cola de supermercado y por primera vez en mucho tiempo tienes la sensación de que no todo el mundo está en las nubes, que algunos ya se han bajado y empiezan a producir destellos de inteligencia.
Sí, sí, parece increíble, ayer veía un debate en Telemadrid y la última palabra siempre la tuvo un tipo con estudios. Para alucinar. Esta no es mi España, que me la han cambiado, pensaba yo. Un tipo con estudios y todos le escuchan sin rechistar. ¿Cuándo se ha visto eso aquí? Pues sí señor, eso se está viendo y cada vez más gracias a la que dicen crisis y en realidad debieran llamarla bendición de Dios.
En fin, tengan un poco de paciencia que esto va por buen camino. Se lo digo yo que, modestia aparte, sé de qué hablo.
A Pippa Middleton le asombra que su fama se deba a su culo. Habrá que fijarse, me digo, porque un buen culo nunca es cuestión que deba pasarse por alto. Claro que la fama de Pippa también tendrá algo que ver con ser hermana de quien es, aunque reconozco que un ilustre parentesco sin un buen culo nunca daría tanto de sí. En cualquier caso la noticia del asombro de Pippa aparecida en lugar señalado de todos los medios del mundo mundial nos demuestra hasta que punto las cosas del espíritu siguen concitando el interés general.
Por otra parte y cambiando de tema como diría Ángel el Proscrito, llama mucho la atención, por lo menos a mí, que un juez italiano haya mandado a la cárcel a media docena de sismólogos por no haber sabido predecir un terremoto que por lo visto causó grandes estragos. Bueno, esto se da de frente con lo que les contaba el otro día acerca de los especialistas japoneses en el tema que, al parecer, tienen absolutamente claro que es de todo punto imposible predecir los terremotos. Ya digo, me llama mucho la atención y no, ni mucho menos, porque considere que el juez ese está cometiendo una grave injusticia, no, me sorprende, y con agrado, porque veo que las cosas empiezan a volver por sus fueros, por donde nunca debieran haber dejado de ir, es decir, por el rito expiatorio que apacigua las ansias y los miedos naturales de los que hace gala el populacho cuando se tiene que enfrentar a los diversos dragones que son y serán siempre inmunes a la espada del San Jordi de turno. Vamos, que no digo yo que haya que zepillarse a Ifigenia, la hija de Agamenón, para calmar a las furias, pero algo tan suave como enchironar a unos sismólogos... y a unos psicólogos, y sociólogos, y pedagogos y todos esos charlatanes que no dan una en el clavo... ya digo, me parece de perlas.
En fin, les contaría unas cuantas cosas más de las que están en el candelabro como, por ejemplo, lo del Sr. Holande de la Françe que iba a arreglar lo de la crisis quitando a los ricos para dárselo a los pobres... sin que hasta el presente se hayan observado otros efectos que el del aumento de las ventas de mansiones en Suiza, Luxemburgo y el Principado de Lichtenstein. Ya digo, les contaría y no pararía porque últimamente chupo mucha tele por causa de andar un poco más desorientado de lo que me es normal, pero...
No es porque te vaya mal, ni mucho menos. Es que no te va tan bien como crees que te mereces y lo achacas a que alguien no para de hacerte la puñeta. Entonces ya tenemos ahí la máquina del rencor. Ese sentimiento o estado del alma que todo lo ofusca empezando por donde empiezan todos los grandes males individuales y sociales, es decir, la comprensión del lenguaje.
El poseído por el rencor, en su ofuscación, no es que confunda el culo con las témporas, ni los cojones con el comer trigo, no, es que el rencoroso escuche lo que escuche siempre oirá algo que tiene que ver con lo despreciable que es ese alguien que, según su particular, y quizá obsesiva, opinión, le está impidiendo gozar de todas las delicias a las que por méritos propios tendría derecho.
Claro, si a la ofuscación del rencor se le añade su prima hermana, la maledicencia que propicia la envidia, ya tenemos ahí un cóctel que mejor no te lo bebas porque es seguro que te incita a decir y hasta cometer las mayores tonterías. Luego, ya no queda otra que el sostenella y no enmendalla o morirse de vergüenza.
El caso es que hay épocas en las que se podría afirmar que el rencor y la envidia adquieren intensidad de epidemia. Suelen ser momentos en los que existe la evidencia incontestable de que tanto individual como colectivamente se ha venido a menos. Sí, un verdadero drama que empieza a tomar las características de la tragedia en la medida que esos individuos o colectividades son incapaces de aceptar que la causa principal de esa bajada son los méritos propios. Ese tipo de méritos que crecen como la espuma cuando el propio ombligo se convierte en el centro del mundo y los laureles el lugar ideal para dormirse.
En fin, allá cada cual con sus componendas mentales. Personalmente hace mucho que llegué a la conclusión de que a vago no me gana ni Bartolo ni a hijo de perra el mismísimo Mabuse. Por no hablar de mis muchos méritos que, en cualquier caso nunca sobrepasarían a los de un enlace sindical del montón. Y por eso es que no paro de dar gracias a los dioses por tener todo lo que tengo y de pedir perdón a mis víctimas por toda la sangre que les saco de las yugulares. ¡Oye! ¿Hay que vivir, no?
Un modisto francés de esos que no paran de chupar primeras páginas de todos los medios del mundo mundial ha dicho que el Sr. Hollande es un perfecto imbécil que va a causar tantos estragos en Francia como Zapatero los causó en España.
Se trata de Karl Lagerfeld, diseñador y director creativo de la firma Chanel. O sea, un pájaro de cuenta en lo que a creación de riqueza se refiere. Porque las cosas son como son y lo único que al parecer va quedando en Francia realmente rentable es lo que se conoce como la industria del lujo: Chanel, Cartier, Vuitton... y así. Cosas de la famosa crisis que se lleva por delante a los pequeño burgueses que compraban citróenes y peugeots y encumbra aun más a los que ya lo estaban, o sea, esa gente cuyas esposas y amantes no paran de comprar vestidos y bolsos cuanto más caros mejor. Sí, la empresa que fabrica esos míticos coches parece que está en quiebra y el dueño de Vuitton ha decidido deshacerse de su filial FNAC, ya saben, libros y tal, cosas para pringaos.
Duele tener que dar la razón a un costurero, un tipo que apostaría lo que fuese a que ni siquiera sabe quien fue Euler, pero, ya digo, las cosas son como son y este señor de tanto estar todo el día entre millonarios seguro que ha acabado por enterarse de qué va la cosa. De que no se puede sacar a un país adelante poniendo barandillas por todas las partes como intentó en su día Zapatero. Y, ahora, Hollande quiere hacer más o menos lo mismo, o sea, pedir dinero a los bancos para poner, si no barandillas, que en Francia ya no caben más, cualquier otra tontería que tenga a la gente una temporada haciendo que hace sin hacer nada de sustancia que es lo que lo que la "gente de izquierdas" llama reactivar la economía.
Con lo fácil que es entender la mecánica de todo esto. Fabricar cosas y que alguien te las compre. Lo demás, poner barandillas y todo eso, son mandangas cuyo resultado a la vista está. Toda esa pobre gente que sale indignada a las calles porque no comprende cómo puede ser que con todas las barandillas que se han puesto ahora haya que hacer recortes en sanidad y educación. ¡Pues que financien más barandillas gritan! Sí, pero dónde las ponemos si ya no hay ni por donde caerse ni nada que separar.
Vender lo que fabricas y si sólo compran los ricos pues sólo fabricas para ricos. Sí, pero eso... No hay peros que valgan, queridos manifestantes. Lo siento, los citróenes y los libros no se pueden comer. Pues entonces, gritan las vanguardias, que nos digan dónde están los curas que los vamos a quemar.
Miras ABC y allí está, en la primera, a grandes titulares, Fidel Castro está en coma, a punto de caramelo, etc., etc.. En "El Mundo" son sólo rumores que apenas merecen un lugar apartado, en páginas interiores. El País y La Vanguardia ni siquiera lo mencionan.
Fidel Castro, el iluminado que más a punto estuvo de dar al traste con todo lo que hay y podrá haber cuando aquello de los misiles. Afortunadamente, sólo consiguió, conquistas revolucionarias mediante, dar al traste con su país. "¡No, compañero, al traste no! Nosotros decimos peligro inminente de derrumbe."
Bueno, es de suponer que, como le pasó a Franco, algún día tendrá que palmar. Y entonces veremos lo que pasa. De nada sirve impacientarse. Pero podemos jugar a suponer. Demonio para unos, mesías para otros, en cualquier caso un mito marchitado por la prolongación biológica. Mal asunto para trascenderse más allá de la tumba o las cenizas. Aunque, ya digo, esperar para ver.
Conquistas revolucionarias, enseñanza, sanidad para todos. Palabras, palabras y más palabras, siete horas cada discurso para disfrazar la realidad que todos conocemos. Nunca el lenguaje fue más inexacto y sin embargo, también, más seductor. Mucha gente por todo el mundo se hubiese dejado el pellejo por defender como verdaderas esas falsedades. Unas veces, las más, por ignorancia. Otras, por rencores difusos. Otras, por trasnochado romanticismo.
Manipular con las palabras. "Fidelizar" podríamos decir como derivación semántica de Fidel y no de fe como viene siendo el caso. Fidelizar: convencer de lo que no es por medio de una refinada sucesión de deducciones de turbio origen. Bueno, el origen, ¿quién se recuerda de eso? Pienso porque existo. ¿O era porque no existo?
Curiosamente me llega ayer un artículo sobre el tema de lo más interesante. Me lo envía Jacobo. El dichoso lenguaje y las consecuencias de sus inexactitudes. Se trata del uso que se hace de la palabra predicción. Instituto de Investigación de la Universidad de Tokio para la predicción de los terremotos. Un pastón invertido en tal empresa y los terremotos siguen llegando sin avisar. La gente se cabrea y con razón. Esta confundida por el mal empleo de la palabra predicción. No puede haber un instituto para predicción de los terremotos porque es de todo punto imposible predecirlo. Habrá que decir instituto para el estudio de los terremotos y punto. Y la gente dejará de cabrearse porque sabe que se estudia lo que no se sabe lo mismo que sabe que se predice lo que se sabe.
En fin, menudo rollo que me ha salido hoy. Pero que conste, mientras no andemos todos a la guay del lenguaje seguirán proliferando los fidelizadores que fidelizan, etc.. y dejan vacías las estanterías de los supermercados, que eso sí que es putada donde las haya.
Dice Borges: "Me puse a escribir de metafísica, pero me entró una súbita oleada de felicidad y tuve que dejarlo".
Ahí está el punto, que si uno anduviese medianamente contento con las cosas de la vida, buena gana de ponerse a reflexionar sobre ellas. O a escribir que es una forma de reflexionar digamos que con muletas, para que no bailen las ideas y poder engarzarlas con cierto sentido una detrás de otra con la finalidad de llegar a alguna conclusión que pudiera tener la virtualidad de disipar el mal humor.
Así es que es inútil tratar de ocultarlo, a los que nos gusta escribir no es, generalmente, por otra causa que porque nos damos cuenta que es la forma menos ofensiva de canalizar la mala leche. Lo cual no quiere decir que sea práctica que no da problemas, ni mucho menos. Todo lo contrario, es la actividad perfecta para ganar antipatías cuando no enemistades. En la misma medida, si no más, muchas más, que las simpatías y adeptos que se pudieran derivar de tal actividad.
El caso es que a la postre simpatías o antipatías te da igual, porque la única realidad es que una vez has cogido carrerilla, que no hace falta mucha insistencia para ello, ya no puedes parar. Es adictivo de narices. Tal que lo dejas un día y ya notas desasosiego. Dos, y se te amontonan las ideas sobre las que te quieres demorar. Y así es que, como les pasa a todos los aficionados a practicar artesanías, cuando te quieres dar cuenta tienes tal cantidad de material acumulado, y tan repetitivo, que no te deja casi respirar. Tienes que sacártelo de encima. ¿Cómo? Una: destruyéndolo sin más. Dos: publicándolo.
Destruirlo, un acto de humildad... para los hipócritas; de modestia... para los incompetentes. No, no es fácil. Ni quizá conveniente. ¿Quién sabe? Alomejó...
Publicarlo. Un gran reto, claro, pero madre mía, va uno a una librería y ve todo lo que hay allí y... bueno, sí, hay cosas la mar de entretenidas, y otras la mar de interesantes, pero la inmensa mayoría es cháchara que no por estar más o menos bellamente empaquetada deja de llevársela el viento. La verdad es que no me veo en esos trances. Porque ni entretenido, ni interesante. En el mejor de los casos, anecdótico. Y con tan poca sustancia a qué intentar el cocido.
Por lo demás, ando estos días revisando unos dietarios que me dio por escribir hace unos años y confieso que me inquieta. Revivir el pasado de tal manera tiene algo como de demoniaco. Como de máquina del tiempo. En fin.
Cuando uno va por ahí, ya sea porque anda deprimido, o porque, como se decía antaño, no folla lo suficiente, o, sencillamente, porque uno ya entró en la patética categoría de viejo cascarrabias, cuando uno va por ahí, decía, no para de ver cosas que le irritan sin que nada pueda hacer para hacer como que no las ve o, si acaso, como que no van con uno. Son todas, sin excepción, cuestiones que tienen un denominador común: la mala educación.
La mala educación, es decir, esa característica, o alarde, que tiene sus más sólidos fundamentos en la ignorancia del otro. Sí, el maleducado es un señor que desde su más tierna infancia se acostumbró a considerar que el otro, salvo para servirle, no existe. Nadie le dijo nunca, niño no toques el tambor que estás molestando a los de la mesa de al lado. Por ejemplo. Y así todo.
Hoy aparece en todos los medios una noticia que no por sospechada, e incluso sabida, deja de sorprender y sobre todo de fastidiar, y ella es que, según la UNESCO, España está a la cabeza europea del fracaso escolar y paro juvenil. Por detrás, sí, de esos rumanos y demás que tanto despreciamos. ¡Toma ya!
La verdad, con esos mimbres a nadie puede extrañar que nos esté pasando lo que está pasando. Masas enfervorecidas acudiendo a las plazas públicas en demanda de quimeras varias. Una patria paradisiaca los unos. Un "Estado Social" de los que hasta te limpian el culo, los otros. Un medioambiente impoluto sin por ello dejar de agarrar el coche para ir a hacer botellón al quinto pino, los de más allá. Cada uno, en definitiva, recreándose en sus caquitas y las matemáticas que las estudien los otros que es para lo único que sirven. Ya te digo, las matemáticas, como si no existiesen, como los otros que nadie ve. Los invisibles. Las inexistentes.
Sí, es evidente que tenemos un problema y gordo. Uno, reconocer al otro. Dos, estudiar matemáticas. Lo uno por lo otro, lo otro por lo uno. El pez que se muerde la cola. El ciclo de las quintas. Y lo siento mucho por los que no quieran comprenderlo porque en su tozudez sustentarán todo tipo de sufrimientos... que, por cierto, salpican. Y no poco.
Se ha puesto a llover y yo que me regocijo. Porque es que, además, han bajado las temperaturas, lo cual que como miel sobre hojuelas. Duermo mucho mejor y ya no sudo cuando salgo a pasear. Aunque eso sí, a pasear con muchas precauciones porque una de las consecuencias directas e inmediatas de las muchas lluvias habidas es que los propietarios de los siete millones de perros que andan por aquí alrededor ya no se sienten obligados a recoger los excrementos. Bueno, no es que antes de las lluvias los recogiesen todos, pero sí la mayoría. Ahora, sin embargo, el agua con los excrementos que nadie recoge forma una patina altamente lubricante que si se le añade a la pendiente del 25% o más de las cuestas que necesariamente he de bajar si quiero alejarme de casa... comprenderán ustedes que para qué habría de molestarme yo en acudir al Alto Campoo o, incluso, a Baqueira Beret, si tengo la estación deslizante, aquí, a la puerta de casa. ¡Es fantástico! Y necesario verlo para poder creerlo, que no exagero un pelo, se lo juro.
Yo, la verdad, les comprendo. En su caso estaría deseando que nunca dejase de llover aunque ello me comportase serios problemas de reuma. Porque es que eso de pasarse todo el día recogiendo caquitas sin por ello poner un mal gesto, bueno, sí, lo comprendo que lo haga una sufrida ama de casa que para eso está, para sacrificarse por lo que sea, pero un señor hecho y derecho, que sabe un huevo de furbo y se ha cansado de presumir en el bar del barrio del descomunal tamaño de sus atributos masculinos... la verdad, pienso en la Santísima Trinidad y me parece un misterio más fácil de resolver.
Y sigo dándole vueltas tratando de encontrarle su lado positivo. A lo de recoger las caquitas me refiero, que no a los perros en sí que no les encuentro gracia alguna y mira que se la busco para no quedarme aislado. Sí, cuando yo era chaval había por las calles un borde line al que llamaban Gene que se dedicaba a asustar a los niños y a atrapar a los perros callejeros con un lazo. Laceros llamaban a los que vivían de ese oficio. Bueno, el Gene y los demás laceros agarraban a los perros que pillaban por ahí y los llevaban al matadero en donde les convertían en chorizos que la gente comía sin la menor aprensión. Chorizo de perro, pues sí, y bien bueno que estaba. Como la paella de perro estaría si la gente se decidiese a dejar a los bogavantes en paz, madre mía, con lo que cuestan los bogavantes que, además, son de importación, que todo sería sustituirlos por los perros y se matarían dos pájaros de un tiro, dejar de recoger caquitas y mejorar la balanza de pagos. Una luz al final del túnel de esta maldita crisis, en definitiva.
Bueno, quizá, quizá, rizando mucho el rizo podríamos dar en concebir que ese gesto despreciable, e indudablemente muy desagradable, es en el fondo un acto de humildad supremo. Justo algo de lo que está tan necesitada esta sociedad que si de algo peca es de no parar de tirar sus cuescos más altos que lo que su culo parece permitirles. Sí, se empieza así y se acaba cuidando a los seres de la propia especie tan a millones dejados de la mano de Dios. Anda ya, que se caga uno de esos en la calle porque le ha dado un mal retortijón y huyen todos de su alrededor cual alma que lleva el diablo. Pero quién sabe, después de esta cura de humildad vía perros, hasta los abuelitos de cada cual van a recibir visitas.
En fin, que seguiré muy atento a las diversas evoluciones de las caquitas caninas para tenerles informados de lo que de ellas puede extraerse.
La extraña sensación del volver a por donde solía. No sé, quizá una cierta desazón. O regodeo. Melancolía en cualquier caso. Yo, personalmente, si por mí fuera, sacaría los coches de allí. Pero me hago cargo, el pueblo llano es como es y gusta de los amontonamientos para presumir de lo suyo. Precisamente, estábamos sobre el puente del Batán, en una de sus aceras, y un Mercedes, último modelo, cargado de lo que parecían menestrales, pugnaba por desplazarnos para poder aparcar. Los pobres, les comprendo. Alguien les dijo que las cosas son como no son y se lo creyeron. Porque la física es la física y el continente nunca puede ser mayor que el contenido. Además, allí se puede llegar en tren. Un magnífico tren que va y viene cada hora. Así que, ¿a qué meterse en líos? Coges, agarras, sacas un billete a La Cavada, haces trayecto hasta allí escuchando los trinos de los romeros que nunca faltan: "la ropa blanca tendida y un jilguero en el balcón". Optosílabos encadenados, puro romance. Cosas así. Te apeas y subes por esas callejas hacia La Lombana para tomar la pista que lleva a Angustina. Angustina, cuatro casas sobre la ladera de levante al otro lado de la Casa Blanca. Se llegaba antaño por un puente que mandó construir el marqués de Valdecilla. El puente sigue, pero los viejos caminos de acceso apenas son una trocha en plena selva. Llegas como mejor puedes al puente, comes el bocadillo y tal y tiras para abajo por la carraterra nueva que bordea el río por su lado de levante. Rubalcaba, La Vega, La Rañada. Miles de anécdotas que les podría contar. Un café en La Giraldilla, regentada ahora por paraguayos... paraguayos, Santander, Rafael Barrett, nos dio para un rato de cháchara a la sombra de la casa que me vio nacer. Es lo que tiene tener años, que dan para mucho hilar. La casa que me vio nacer, tal cual, lo único casi que no se santillanizó. Un milagro. Porque es lo que tiene haber tenido en su día una cierta clase, que entonces ya nadie te libra de la peste de la santillanización... y, luego, claro, a ver quién es el majo desantillanizador que te desantillaniza, ect...
Los Americanos lo celebran el 4 de julio porque ese día de 1776 declararon la Independencia respecto de Inglaterra. Si quieren saber de ello echen una ojeada a las memorias de Thomas Jefferson y no se arrepentirán. Los franceses, el 14 de julio porque ese día de 1789 las masas enardecidas liberaron a los siete presos que había en la fortaleza medieval de la Bastilla, guardada a la sazón por dos docenas de reservistas. Acción heroica donde las hubo que para eso eran franceses. Los catalanes, por supuesto, una nació, el 11 de septiembre, cuando los botiflers, "papos de olla" que dicen en mi pueblo, les dieron para el pelo y ya para siempre jamás pudieron hacer gala de un resentimiento de lo más rentable a efectos de generar simpatías.
Francamente, no me considero chovinista ni patriota más allá del agradecimiento a vivir bajo una Constitución que garantiza libertades individuales fundamentales. Pero eso no quita para que considere que de todas conmemoraciones patrióticas que conozco la más hermosa me parezca la española. El 12 de octubre de 1492, cuando una empresa española ensanchó los horizontes del mundo hasta casi doblarlos. A tal respecto yo recomendaría a quien no las conozca las cartas de Colón. Aquello sí que era ir a la aventura. Y salió bien, pero por los pelos. Y todo el mundo se benefició de ello.
No sé, pero con todo lo que por unas cosas y otras están sufriendo estos días nuestros mercados quizá sea conveniente que aprovechemos el valor simbólico de fechas como éstas para elevar un poco la autoestima y pensar que, si ya no es probabble que seamos los primeros en llegar a Marte, tampoco nos vamos a resignar a ser los camareros de un mundo globalizado. Por pasado y por presente podemos aspirar a más, bien sur.
Se diría que es New York, o París, o Madrid, cualquier sitio de una ciudad cualquiera. Es Pekín. Un chaval con vaqueros, sudadera y gorro de lana va en skateboard por una acera limpia, con arboles a la derecha y un largo muro a la izquierda. En bandolera, una bolsa con sprays. Por la calzada, la corriente desbocada de coches. Al fondo, ringlera de rascacielos. Se dirige al bar donde ha quedado con unos colegas para diseñar el graffiti que luego pintarán sobre el mentado muro, el que limita el campus de una universidad cualquiera. El rectorado ha dado permiso a los graffiteros para que actúen a su antojo. En fin, la típica historia sin sobresaltos.
Podría ser un reportaje de Telemadrid, pero no, es de CCTV 9 Documentary, el canal de la televisión oficial china dedicado a emitir documentales, mayormente, si no en exclusiva, sobre China. También hay otros dos canales CCTV generalistas, uno en inglés y otro en francés. Bueno, por supuesto viendo esos canales uno se hace la idea sobre China que el gobierno chino quiere darnos. Que las cosas funcionan y lo que no funciona no se enseña. Pero con eso ya contamos porque tenemos mucha experiencia al respecto. Información, hasta en el mejor de los casos, siempre es manipulación. Y en nuestra mano está aplicarla el factor correctivo que consideremos apropiado.
La idea que quieren darnos, eso es lo que cuenta. Soy exactamente igual que vosotros en este caso. Graffiteros, tablaos flamencos, Santillanas... tenemos de todo, exactamente igual que ustedes, pero más ordenado y bonito si cabe, con el toque de exotismo local, etc., así que ya saben, si tienen un rato vengan a vernos porque se van a sentir exactamente igual que en casa.
Es sencillamente impresionante, perdonen el oximorón, hasta que punto las sociedades se uniformizan cuando se desarrollan económicamente. Y cómo, con ello, el mundo se hace cada vez más pequeño. Ya me lo dijo hace años mi hija que, como es londinense, mira desde más alto. El mundo se ha hecho muy pequeño, papá, me dijo. Y yo, que no turisteo por aversión, empecé a comprenderlo. Y me creció la aversión. Porque una ciudad, convéncete, son todas las ciudades. Y un país, o nación, o pueblo, o como mierda quieran llamarlo los catalanes, son todos los países, naciones o pueblos o como mierda quieran llamarlo todos los catalanes que hay por todas las partes.
Sí, el mundo se ha hecho pequeño y una ciudad es todas las ciudades y ahí está el punto y la madre de todas las tristezas colectivas y de muchas individuales, que unos no se han dado cuenta y otros no lo quieren aceptar. Y se esfuerzan por hacer como si todo siguiese igual que cuando se pintaba al oleo.
Bueno, consuélense, que para marcar diferencias y distancias siempre nos quedará el yo. Entre el yo y el tú, eh ahí el único abismo que nos queda por salvar. Y tendremos para rato.
Me envía Jacobo "The New Rhetoric: A Theory of Practical Reasoning" de un tal Chaim Perelman. Supongo que le habrá movido a ello lo que escribí días pasados a propósito de las leyes que como las mujeres están para ser violadas. O sea, esa gigantesca barbaridad que dijo un político gallego y que en términos de ciencia retórica podríamos calificar como "ironía", es decir, sugerir o afirmar algo que es lo contrario de lo que se piensa o siente.
Bien, desde la paranomasía al polisindetón pasando por el pleonasmo, la prosopopeya o la epanadiplosis, y no menos la ironía, todas son figuras con las que se trata de seducir al oyente para llevarle al huerto que interesa. El político gallego usó la "ironía" y en vez de seducir, asustó. Sin duda no supo dar con el tono, el momento, o valorar a los interlocutores. Se equivocó en definitiva y de ahí su cese fulminante.
El caso es que me he tirado media mañana maravillándome con la extensión y profundidad de los conocimientos del Sr. Chaim Perelman, pero después de tragarme medio libro, les confieso, no he sacado nada en limpio. Quizá, me digo, lo que pasa es que lo bueno y bonito viene en las últimas páginas. Lo intentaré más adelante si Dios quiere que me parece que no.
Para mí lo del lenguaje está meridianamente claro desde que caí sobre una frase que creo recordar, aunque no aseguraría, pronunciaba Antígona en las Fenicias de Euripides. Dice así: "Lenguaje, pensamiento,/ tan raudo como el viento,/ civilizada disposición aprendió/ y esquivar, también, los dardos de las lluvias inclementes.
O sea, que a las duras y a las maduras. Y de ahí que si bien las palabras bien dichas constituyen una de las artes más sublimes, no por eso cualquiera con dos dedos de frente dejará de estar atento a los hechos que, esos, ni se los lleva el viento ni se pueden esquivar, simplemente se te ponen delante y les tienes que afrontar sin que de nada sirvan las palabras.
Por cierto, a propósito de los hechos que no se pueden esquivar con palabras, hubo ayer noche un debate en Telemadrid que me pareció de lo más interesante. Había nivel, desde luego. Y sobre todo había allí un tipo que se llama Michele Boldrin, un italiano que es profesor de una universidad americana o algo así, que no deja pasar liebre retórica por gato fehaciente. En fin, que como dijo Michele cuando alguien aludió a la economía sumergida como colchón social, sí, muy bien todo eso, pero la economía sumergida no hace software y, sin hacer software, no hay forma de pagar las pensiones. Eso es un hecho que no se puede obviar con palabras y todos los españoles debieran saberlo a estas alturas por su propio bien.
A mí lo de patrias ya saben que ni fu ni fa. Algo puramente accidental que con la ayuda de Dios, y sobre todo de la tecnología, espero que muy pronto se haya diluido tanto en el totum revolutum que sólo sea un concepto empleado por los estudiosos de la Historia. Sin embargo no dejo de reconocer que en ocasiones se dan lugares en los que confluyen una serie de nacimientos que si no conmocionar al mundo si tienen la virtualidad de aportar grandes conocimientos al común de los mortales. Es el caso, por ejemplo, de esa parte de Aragón que está pegada a la columna vertebral de España, es decir, a la cordillera Ibérica.
Gracián, de Belmonte de Calatayud, el más internacional de los pensadores en lengua española, o Goya, de Fuendetodos, que lo mismo en la pintura, o Molinos, de Muniesa, en el misticismo, en fin, el mismo Pueyo, de la parte de Hijar, que...
Pero es a un personaje curioso, de la parte de Teruel, al que quiero traerles a colación. Se trata de Manuel Pizarro, el que se hiciera famoso por haber conseguido con sus malabarismos de gestión empresarial que las acciones de Endesa doblaran, o casi, su valor de la noche a la mañana como quien dice. Fue tanta su repercusión que se llegó a hablar de él como próximo ministro de economía e, incluso, llego a participar en un debate cara a cara con el ministrable del partido opositor el Sr. Solbes. Ni que decir tiene que de aquel debate salió escaldado y no por nada sino porque cometió el garrafal error de creer que al pueblo llano le gusta que le adelanten la verdad. Todo lo que dijo en el debate se cumplió después, cuando ya habían quedado atrás las elecciones que habían entronizado los embustes del Sr. Solbes.
Bien el otro día caí por casualidad sobre una entrevista que le estaban haciendo al Sr. Pizarro. Opinaba sobre lo suyo que es la banca. Sobre las causas de la crisis bancaria arguentaba, más o menos, lo que el político gallego recientemente defenestrado, que para el poder y el público en general las leyes, como las mujeres, están para ser violadas. Los políticos por los réditos electorales que les proporciona, el público en general porque gusta de los triunfos mezquinos que le proporciona la transgresión. En fin, lo que sea, que hay lo que hay y huelgan teorías. Las leyes no se hacen cumplir y pasa lo que pasa y luego, para tapar el desaguisado, se va y se promulgan otras nuevas. Y vuelta a empezar mientras el tinglado se desmorona.
Pero lo que quiero resaltar aquí, por curiosa, es la opinión del Sr. Pizarro sobre lo que pasa en Cataluña. Mire usted, dijo, cuando el competidor está distraído lo mejor es estar callado para que no despierte a la realidad. Desde que empezó todo este disparate, Aragón, concretamente la zona de Fraga, no da a basto para suministrar suelo industrial. No por nada sino porque el dinero es lo más timorato que hay en el mundo y no quiere correr riesgos innecesarios. Cualquiera que sepa lo que cuesta ganarlo tiene claro eso.
En fin, que viendo el Madrid, o el Burgos, o el Zaragoza de hoy día, uno se pregunta si todo eso de los nacionalismos periféricos no será más que una estratagema del poder central para derivar las inversiones hacia las partes de la Peninsula otrora menos favorecidas. Podría ser si nos atenemos a los hechos constatables.
"Es un honor nacional ser maestro de primaria". En Finlandia, claro, porque lo que es aquí mi impresión es que los maestros no consiguen sacarse de encima el estigma de cuando se decía, no hace mucho, eso tan gracioso de que "pasas más hambre que un maestro de escuela". Sí, creo que el de los maestros, y maestras, perdón, es un colectivo que, aunque trata de disimularlo, no consigue remontar su autoestima a pesar de que sus emolumentos han mejorado tanto que ya no es procedente aludir al hambre que pasan sino, por ejemplo, a todo el turismo que practican o a todos los restaurantes a los que van a celebrar lo que sea.
La verdad, me parece que todo ello no es sino la mayor de todas las penas que arrastramos en esta España en la que de lejos nos viene aquello de que "no hay saber como el tener".
Curiosamente, dicen, en Finlandia, más de la mitad de los niños de entre cuatro y cinco años ni van a las guarderías ni escuelas infantiles ni nada de nada. Sólo es a los 7 años, cuando empieza la primaria, que la asistencia es obligatoria. Entonces empiezan un ciclo de seis años que salvo incidencias imprevistas siempre cursarán con el mismo profesor. Y aquí es donde llegamos a uno de los tres pilares de la madre de todos los éxitos educativos: los profesores. Los otros dos son la familia (luterana, por cierto) y los equipamientos culturales (80% de la población acude a las bibliotecas los fines de semana).
Para ser profesor de primaria en Finlandia tienes que tener un 9 sobre 10 de media en el bachillerato. Luego tienes que pasar unas pruebas que no son moco de pavo. "Son las pruebas más duras de todo el país", asegura un estudioso del sistema educativo finlandés. En fin, que sólo los mejores pueden aspirar a ese "honor nacional" que es ser maestro de escuela.
Sea como sea, el caso es que los alumnos finlandeses están a la cabeza del mundo en conocimientos. Y de ahí, claro está, se derivan no pocos beneficios para la nación finlandesa que huelga comentar.
Concluyendo: ¿por qué demonios no se mirará un poco más hacia Finlandia a la hora de remodelar nuestro sistema educativo... y otras cuantas cosas más?
"Las leyes son como las mujeres, están para violarlas". Eso es lo que ha dicho un político gallego y automáticamente ha sido destituido.
Y, claro, el partido opositor al de dicho político está en la gloria porque piensa que le han dado el mejor ariete que se puede concebir para arremeter contra el adversario. Desde que saltó la noticia, los pobres no hacen otra cosa que rasgarse las vestiduras a la primera de cambio. Y yo me temo que están vaciando su armario a cambio de nada. Y no hablemos ya de los del propio partido del susodicho, que se han apresurado a desmentirle en los términos más contundentes y vejatorios que han podido encontrar en el diccionario de la RAE.
Esta historia pudiera venir a cuento con lo que les decía ayer a propósito del lenguaje y las matemáticas. Hasta que no se haga un mayor esfuerzo por enseñarlas en las escuelas seguiremos viviendo entre trogloditas que es una gente entre cuyas características más señaladas destaca la de tomar las palabras al pie de la letra.
Sí, hay que tener mucho cuidado con los tropos y demás figuras retóricas cuando se vive entre trogloditas porque a nada que te descuides te pueden partir la cara. Porque, vamos a ver, ¿a quién que no sea un troglodita le puede caber en la cabeza que ese señor haya dicho lo que se le está achacando? Se le podrá discutir la elegancia u oportunidad del tropo, pero ir más allá no puede ser sino pura mala idea en el mejor de los casos y una descomunal ignorancia en el peor.
Y entonces, ante la insistencia de su interlocutor sobre la necesaria permisividad a la hora de aplicar las leyes, el susodicho fue y contestó con la típica sorna del que ya ha perdido toda esperanza de que le entiendan: sí, hombre, las leyes son como las mujeres... Lo demás se lo pueden imaginar. Un troglodita que andaba por allí y lo escuchó. Un avisado adversario que consideró que de ahí se podía sacar un nicho de votos. Un compañero de partido que vio en ello la posibilidad de un ascenso. Vilezas todas en definitiva a las que tan expuestos están los que se meten en esa camisa de once varas que es la política.
En fin, que me apostaría con ustedes lo que quieran que el defenestrado estaba entre lo más preparado y meritorio de la clase política. Y eso es, precisamente, lo que le ha costado el mal trago, porque Dios te libre de la mala leche de los petits.