viernes, 13 de abril de 2012
En la buena dirección
Consuela comprobar que, aunque las cosas no estén para tirar cohetes, nuestras autoridades tienen cogido el timón con fuerza para que vayamos en la buena dirección. Han sido muchos años de zozobra, pero ni hay crisis que no toque fondo, ni toque de fondo que no rebote. Son las leyes de la física: vectores de fuerza contrapuestos, cuando unos se agotan otros predominan.
Todo empieza a encaminarse, aquí, entre nosotros los cántabros. Los signos positivos gotean incesantes como el orujo en la alquitara. Un día esto, al siguiente lo otro. Y tampoco es raro que se amontonen en una misma jornada. Ayer, por ejemplo, nos dejó varias buenas noticias.
Que lo sepan, que ya hemos conseguido vender las instalaciones de la fallida fábrica de fribroyeso en Orejo. La han comprado unos alemanes por menos de la cuarta parte de lo que nos costó, pero menos da una piedra. Ya digo, hay que tener en cuenta que estamos en fase de rebote y recuperar, así, de una tacada, un cuarto de lo perdido no es moco de pavo. Y más contando con la promesa de los alemanes de que dentro de un año pondrán la fábrica en marcha dando empleo a sesenta personas, un cuarto también de las que en un principio se pensaba. Un cuarto. En el futuro nos tendremos que acostumbrar a esa escala. A ser un cuarto de lo que éramos. No está mal como referencia para tomar impulso.
También tuvimos ayer un gran alivio al saber que en adelante "la anchoa de Cantabria tendrá un sello de calidad controlada". ¿Se dan cuenta de lo que eso supone? El esfuerzo que habrán tenido que hacer nuestras autoridades para llegar a semejante malabarismo semántico. Porque una calidad, il va de soi, no puede ser tal si no es controlada por la parte contratante de la primera parte, es decir, unos cuantos coleguillas colocados a tal efecto.
Bueno, la pena fue que, debido al mal tiempo, ayer no se pudiera celebrar el mercado medieval en Cartes. Ese invento que tanto está ayudando a estimular las economías locales. Afortunadamente sabemos que desde Rebolledillo de los Peñascales hasta Villagonzalo de las Rastrojeras, pasando por Liérganes y Santillana del Mar, no queda pueblo en la Nación en el que gracias al ingenio de sus municipes no se haya puesto en marcha ese tinglado tan lucrativo. Una prueba más, en cualquier caso, de la firme determinación que nos impulsa hacia un claro amanecer con las montañas nevadas al fondo.
La verdad, se lo digo, estoy muy esperanzado.
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