miércoles, 4 de abril de 2012

Desde Tombuctú con amor


Hace días, cuando venía para casa, me fijé en un grupo de niños de entre diez y doce años, compañeros de clase seguramente, que se estaban despidiendo a la hora vespertina. Ya estaban bastante distanciados unos de otros pero seguían lanzándose insultos. Pagafantas, decía uno, mascachapas le contestaba el otro. Y así todo el rato: cierrabares, mascacandaos, pinchacristales y cosas así que yo nunca había oído y que ni de lejos puedo suponer qué demonios pueden significar. Sin duda era un concurso de ingenio que les ayudaba a distender el espíritu con vistas a lo que se les avecinaba: la dura realidad de la familia y, luego, los deberes.  


El caso es que ayer me enteré -por ARTE, como no podría ser de otra manera- de que en el África subsahariana existe una costumbre muy parecida a la de esos niños para rebajar tensiones. Cuando dos grupos de diferente etnia, clase o lo que sea, andan a la greña se reúnen en un lugar público y se pasan una hora lanzándose insultos los unos a los otros. Hasta que se les agota el ingenio. Entonces se dan la mano, echan unas risas y se van cada uno para su casa y aquí paz y después gloria. Por esta costumbre, decían, es que haya tan pocos conflictos armados en esa región de África. Y la verdad es que, aquí en Europa, pocas veces habremos oído hablar de problemas causados por gentes de esos países. Y eso que son muchos los venidos de allí. Gente sabia, sin duda. 


El programa que estaba escuchando era a propósito de Malí y la guerra civil que acaba de comenzar allí. Malí, por lo visto, es una muestra perfecta de lo mal que se hizo la descolonización. El sur es Sahel, es decir, subsahariano, y por tanto practican lo de los insultos como terapia de choque. El norte es sahariano, o sea, magrebí, tierra de moros para entendernos. Y, a los moros, ya sabes, no les mientes ni el aire que respiran porque se sentirán ofendidos y te pondrán una bomba. Cuestión, entonces, de mentalidades irreconciliables. Los del norte, los moros, dicen que quieren un estado propio que defienda su lengua y patatín, patatán. La realidad es que en esa tierra de nadie y sin fronteras se han instalado los de la yihad islámica que han sido expulsados de Afganistán y otros lugares. Y claro, a esa gente, a Alá ni se lo mientes, pero el tráfico de drogas, armas, esclavos y de lo que sea que produzca beneficios, todo lo que quieras. Así que esa morangada se ha hecho con tal arsenal de armas que todo hace prever que si los americanos no lo resuelven de un manotazo vamos a tener Malí para rato en las primeras planas de todos los medios. 


¡Dios mío! ¿Por qué será que nunca vayamos a poder vivir sin una bomba bajo el culo? Los nazis, los comunistas, y ahora los islamistas. En Francia andan estos días haciendo limpieza de ellos. Por lo de las inminente elecciones, supongo. En Londres están acongojados porque no vengan y les destartalen los próximos JJOO. Y eso no es más que un botón de muestra. Esa gente descomunal y malandrina que por algún querer de los dioses han dado en ser romos para el humor. Todo se lo toman al pie de la letra. ¿Habrá peor tara mental? Y el caso es que ya se han apoderado de Tombuctú. La ciudad mítica de los manuscritos. 

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