Escribe hoy Sostres, en su blog "Guantanamo" de El Mundo, una encendida defensa del derecho del Rey a irse a donde le dé la gana a cazar elefantes. Es más, sostiene que no sólo es un derecho sino casi una obligación. Bien, ya saben que Luciano de Samosata hizo el elogio de ese nauseabundo animal que es la mosca y le quedo tan bien que dos mil años no han bastado para empañar su prestigio. El de Luciano, no el de la mosca.
El caso es que el Rey se ha caído mientras cazaba elefantes y se ha roto la cadera. Justo, ahora, cuando menos se necesitaba una cosa así. ¡Qué mala suerte! Aunque bueno, tampoco es para tanto porque, al fin y al cabo, ¿qué pinta el Rey? Desapareciera del mapa y ni un pelo se le movería a la prima de riesgo. Pero claro, ya sabemos que si alguien tiene los pies en el suelo son los mercados. Por así decirlo, su reino es de este mundo y el de el Rey del otro, o sea, del de la fantasía, lo simbólico o como quieran llamarlo. Algo importante sin duda, pero no tanto como para que no se pueda retocar con maquillaje para que se conserve bonito.
Porque ahí está el quid de la cuestión, que lo simbólico tiene que lucir lindo para cumplir su función que no es otra que ayudar a frenar las desordenadas pasiones del populacho. Y por eso, aquí y ahora, en estas horas de tribulación, conviene que nos preguntemos como luce el símbolo real que encarna Juan Carlos. ¿Ha sido útil? ¿Sigue siéndolo?
La verdad, no tengo ni idea. En principio las cosas no parece que hayan ido mal desde que reina sin mando en plaza. ¿Hubiesen podido ir mejor con un Jefe de Estado electo? No es posible saberlo ni me importa un bledo. Y lo único que quiero es que estas cuestiones baladís no se engorden artificialmente hasta convertirlas en problemas reales de los que inciden sobre los mercados.
Por lo demás, reconozco que como persona el tal Juan Carlos me parece bastante chorra. Pero también sé que esa forma de ser es esencial para sintonizar con las clases populares. Que le gusten las motos y la caza en vez de los pianos y la biología a buen seguro que le proporciona pingües réditos. Y, luego, más réditos todavía, que los que le atacan con saña sean los comunistas, nacionalistas y así, o sea, los que más tendrían que callar dadas las trayectorias de sus dirigentes históricos que más que de reyes recibieron tratamiento de dioses.
En fin, lamento haberme extendido sobre un tema que me interesa tan poco, casi lo mismo que las motos y la caza. Pero bueno, porque uno esté muy cultivado no quiere decir que sea tan de piedra que no me afecten los alardes de la nada que se organizan cada vez que un símbolo es pillado sin maquillaje. O sea, recién levantado de la cama.
He oído por ahí decir que lo que una de las mayores preocupaciones de la sociedad española es la casta política, entre la que se supone que meterán al rey. Habrá quien piense que muerto el perro se acabaría la rabia, o sea, que con una república los políticos mangutas e irresponsables se convertirían en un dechado de buen hacer y valores cívicos. Quién sabe, pero yo no lo veo.
ResponderEliminarPor supuesto que a la prima de riesgo le trae al fresco el que en España haya rey o roque. Mira tú que a los fineses y a los noruegos les va más o menos igual, por poner un ejemplo, y lo mismo les pasa a los marroquíes y a los vecinos republicanos que tienen a todos lados de sus fronteras.
En fin, me da por pensar que lo que nos debería preocupar de verdad es que nos creamos la monserga de que tenemos la juventud más preparada de todos los tiempos. Si esto fuera verdad, con las universidades en un estado tan lamentable, eso sí que sería un milagro, creo. No sé si habrá alguna solución, la verdad es que a mí no se me ocurre. Bueno, sí: si yo fuera un dictador pondría el toque de queda a las diez de la noche, pondría una policía especial que vigilara el que los niños hicieran los deberes como dios manda cada día y metería en la cárcel a los profesores de todos los niveles que faltaran a clase -a los universitarios también- sin excusa debida. Por fortuna no soy dictador, que diría el clásico.
Me temo, Jacobo, que con dictador ya no bastaría. Como le gustaba soñar a Buñuel habría que ser Dios para solucionar estos destrozos. El de la educación en general, por supuesto, incluyendo en ella el que, como bien dices, las calles se cierren a partir de cierta hora a partir de la cual las televisiones y radios sólo emitirían los vídeos de las clases que se imparten en las mejores universidades. Y por supuesto, prohibir bajo pena de muerte la contemplación de emisiones dedicadas a todo tipo de exquisiteces ya sean culinarias, inmobiliarias, vacacionales, etc., toda esa maquinaria para la frustración que deja a la gente inservible para la convivencia civilizada. ¡Ah! Y, por supuesto, mandar arrasar todas esas ciudades declaradas patrimonio de la humanidad. ¡Ya está bien de engañar a la gente!
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