Si hay una cosa de la que esté convencido es de que me he pasado la vida equivocándome, metiendo la pata, haciendo el canelo, perdiendo el tiempo, perjudicando al prójimo y un montón de cosas más absolutamente detestables. En definitiva, que no he parado de pecar, por acción o por omisión. Pero no se crean que tan terrible constatación me va a sumir en el desespero. Ni mucho menos. Al revés, porque si equivocarme fue lo más humano que hice en la vida, reconocer esas equivocaciones seguramente fue lo único medianamente divino. Porque así son las cosas, si equivocarse es de humanos, reconocerlo es lo único que nos aproxima a los dioses.
Escribía Borges:
"En Alejandría se ha dicho que sólo es incapaz de una falta quien ya la cometió y ya se arrepintió; para estar libre de un error, agreguemos, conviene haberlo profesado."
Y Josep Pla en su "Cuaderno Gris":
"L´estat permanent de l´home es el pecat. En la vida es pot acceptar aquest fet o tenir alguna pretensió de puresa. Però sortir del pecat és imposible. Tam impossible como sortir de la injustícia. I pot ser tan perillós com sortir de la injustícia... Considerar-se tothora un pecador sinistre pot donar una certa esperança d´arribar a la humilitat i la discreció. Espero que está convicció no m´abandonará en el curs de la meva vida. Es l´única esperança que tinc."
Bueno, no sé a cuento de qué me he metido hoy en estos jardines. Quizá sea por el algo de fiebre que me está provocando la inflamación de las mucosas respiratorias que arrastro de unos días para acá. En cualquier caso lo importante es tener siempre presente aquello que sostenía Hamlet:
"My words fly up, my thoughts remain below.
Words without thoughts never to heaven go."
¿Conoce el alivio que supone para las personas que han sido perjudicadas por actuaciones crueles, la disculpa del protagonista del acto? Mientras no hay disculpa no hay paz, la víctima nunca estará libre de pensar que quizás se merecía tanto menosprecio.
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