Dice Valentí Puig, que no es uno de tantos articulistas al uso, que los días de mudanza "nos dejan tan desprotegidos que se nos hace una eternidad lo que tardaremos en localizar de nuevo el sacacorchos".
El caso es que se nota que Valentí no se ha mudado muchas veces de domicilio. Porque si lo hubiese hecho sabría de sobra que para localizar el sacacorchos sólo se precisan dos euros y el tiempo necesario para llegar al bazar chino de la esquina que siempre está abierto.
Y otras muchas cosas dice Valentí que dejan ver a las claras hasta que punto vive carcomido por la enfermedad del apego a las cosas materiales. Sufre porque el traslado le ha descubierto una grieta en la parte trasera de la cómoda que heredó de su abuela. ¡Por dios bendito! ¿A dónde va a sus años con la cómoda de la abuela? ¿Cuánta porquería necesita guardar? ¿Acaso desconoce que existen Ikea, Zara, Carrefour, y un largo etc. de cuernos de la abundancia en los que suministrarse de todo lo necesario por menos de lo que monta el sueldo de un mes?
Lo necesario, ese concepto tan resbaladizo. Cada cual lo interpreta a su manera. Pero una cosa es segura, cuanto más cambias de casa más lo estilizas. Hasta llegar, quizá, a aquello que exclamó Sócrates al pasear por un mercado: ¡cuántas cosas hay que no necesito!
Nomadismo que libera de ataduras. Te deshaces de colegas que te desprecian y abusan porque no compartes sus aspiraciones. De conocidos que pretenden ser tus amigos. De vecinos que no respetan tus descansos. De la tupida y asfixiante red de complicidades que sin querer se va tejiendo alrededor de todo lo que permanece estable. De, en fin, tantas y tantas ataduras sentimentales que, sin saber cómo ni por qué, se van estableciendo con los objetos inútiles que un día se te adhirieron porque estabas con la guardia baja.
Nomadismo que consolida esencias. Los amigos de siempre que deben esforzarse para conservarse como tales. Las aficiones que ayudan a dar sentido a la vida. El aguzamiento de los sentidos promovido por la necesidad de adaptarse a un nuevo medio.
Y, luego, ahora, esta crisis económica que va y te lo pone a huevo. Porque lo cierto es que millones de personas que pensaron forrarse invirtiendo en pisos, ahora no saben que hacer con ellos y se los alquilan al mejor postor. Coges, agarras, entras en cualquier portal inmobiliario y encuentras miles de pisos para todos los gustos y economías en el lugar que mejor se acomode a tus preferencias.
Y es que, así corre el mundo. Y no todo es lo que parece. Y el que más lejos va, puede que sea el que más cerca se queda. Y, al revés, el que se queda, el que más se aleja.
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