La verdad, no le veo la gracia. Pero entiendo que a la gente se la haga. Porque, si por algo se caracterizan los tiempos en los que vivimos es por la creencia de que todo tiene una solución fácil y, además, gratis. Entonces, es natural que se piense que si el dentista te hace daño cuando interviene en tu boca es porque es un manazas o un descuidado o un soberano hijo de perra. Dado lo cual, lo correcto es agarrarle por sus partes y amenazarle con retorcérserlas si te hace daño. Así, se supone, quedarán balanceadas las previsibles pulsiones sádicas del galeno.
Bien, les tengo que dejar porque se aproxima la hora que tengo concertada para que me saquen una muela. Y no pienso agarrar al dentista por ninguna parte. Y pienso aguantarme las molestias de rigor, que, no me cabe la menor duda, serán las menos que puedan inflingirme.
Ya digo, no le veo la gracia al chiste si no es desde la perspectiva del infantilismo que señorea a la sociedad en general.
Perdón.
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