lunes, 16 de mayo de 2011

Indignados

Los viejos debiéramos opinar menos. Tenemos experiencia, sí, pero experiencia pasada de moda. Por así decirlo.

No debiéramos opinar ni siquiera de lo que opinan otros viejos. Pero claro, es ley natural que cuando menos futuro tienes más presente te sobra. Y de todos es sabido que exceso de presente es sinónimo, o casi, de batallitas cebolleta. O sea, que no sólo es que no puedas estar callado, si no que, además, cuando largas, largas pastillas contra el insomnio.

Viene todo esto a cuento de las pastillas contra el insomnio que vienen de largar unos cuantos viejos de cierto renombre estos días de atrás. Y claro, como suele pasar con frecuencia, las pastillas han sido recogidas con entusiasmo por los que menos las necesitan. Es decir, por los que de suyo viven en estado de perpetua somnolencia.

Pastillas en forma de panfleto en el que invitan al personal a indignarse. Indignarse con los que nos han llevado, dicen, a esta situación. O sea, los banqueros y los políticos. ¡Para qué quieres más! Todos a la calle a seguir durmiendo en los laureles.

Indignación, dijo el ilustre Nosequién, es aquello que reviste de respetabilidad a un idiota. Que cada cual lo interprete como quiera.

Por lo que a mi respecta, ni de lejos me he convertido al panglossismo. Sigo pensando que el mundo en su conjunto es una mierda. Una mierda sin solución. Pero también pienso, e incluso estoy convencido, de que nunca hubo tantas oportunidades para quien se las trabaja. Se han permeabilizado fronteras, se han abierto los grifos del conocimiento... no quiero seguir con las ventajas porque son de todos conocidas.

Pero ya digo, las pastillas se las toman los que menos las necesitan. Los "Rebeldes sin casa", como rezaba una pancarta de entre las que han paseado por Madrid los "indignados". Jóvenes que colocan la propiedad de una casa en la cima de sus aspiraciones. ¿Saben por qué? Porque quieren un sitio seguro para poder seguir durmiendo sin que nadie les despierte.

3 comentarios:

  1. El único derecho de los jóvenes es el de estudiar. Si se les niega ese derecho (porque las universidades sean una mierda, porque no haya becas, por lo que sea) tienen todos los motivos del mundo para salir a la calle y montarla. Pero es el único caso.

    El problema, me parece a mí, es que hay demasiada gente que todavía no se ha enterado de que los Reyes Magos no existen.

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  2. Por cierto, lo de la experiencia pasada de moda me ha recordado aquello que decía Ortega de la formación de los jóvenes, no sé si te acuerdas.

    Decía que mientras en la mayor parte de los países en las universidades se les enseñaba a los muchachos lo que había en el mundo, cuando salían fuera ese mundo había cambiado y así era como si apuntaran a un blanco que se movía cuando la flecha llegaba hasta él.

    Los ingleses, por su parte, metían a su juventud en Oxford y Cambridge y les hacían pasarse cuatro años leyendo los clásicos, estudiando lógica, matemáticas y cosas por el estilo, asuntos que no tenían nada que ver con el mundo real, pero que les daban una formación atemporal, de modo que fuera cual fuera el futuro con esas herramientas que habían recibido podrían hacerle frente.

    El mundo ha cambiado mucho desde que Ortega escribió eso, pero creo que, en el fondo, sigue teniendo bastante razón. Si no fueran las tantas de la noche y no me estuviera cayendo de sueño, explicaría el porqué. En cualquier caso, a buen entendedor...

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  3. Una formación a secas. Y luego está una alienación,como la que han venido padeciendo todos esos alumnos de las llamadas ciencias sociales, siempre metiéndose entre pecho y espalda los top ten del momento, unos verborreicos compulsivos, proveedores de los tópicos insulsos que circulan por los ambientes pijoizquierdistas, tan distinguidos ellos.

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