Ayer, recién caída la noche, empezó a levantarse niebla del lado de la FerroAtlántica. La veíamos avanzar por el callejón que se domina desde la ventana del living room. Lo comentamos no sin cierta aprensión, no por nada sino por el olorcillo que despedía el meteoro. Y con niebla amaneció hoy, pero la fuerza del sol no ha tardado en disiparla dejando un día radiante. Así es que me he dicho, buena ocasión para salir a hacer recados.
Me he llegado a la Vidriera a devolver "Retorno a Brideshead" y "El mundo de ayer: memorias de un europeo". Había buen ambiente allí. Gente leyendo periódicos. Gente estudiando. Gente rellenando quinielas. No me he demorado buscando repuesto para el entretenimiento: tengo cosas más importantes que hacer. Hace cuatro días me llegó "The Queen of Mathematics", el libro que me encareció Antonio. Me exigirá esfuerzo, así que mejor alejar tentaciones, me he dicho.
Por el paso subterráneo entre la Avda. Cantabria y la Calle Concha Espina he podido escuchar: "¿No has ido a trabajar, Mary?" "No. Estoy en el paro. La profesión del futuro."
He entrado a LUPA a comprar yogures y tortas de aceite. Por cierto, no consigo dar en todo el valle de Camargo y aledaños con las legítimas, las auténticas tortas de aceite de Castilleja de la Cuesta. Tengo que conformarme con las de la marca blanca de LUPA. Y no es lo mismo. Uno, aunque pocas, también
tiene sus preferencias. El caso es que había allí un niño dando el tostón. "Deja eso Asier", le ha conminado la que debía ser su madre. ¡Jo! Tengo la impresión de que en Maliaño la mitad de los niños se llaman Asier.
He subido hacia casa por la Calle Concordia. He visto un panel informativo electrónico que nos advertía: "Calidad del aire: muy mala". Y debajo: Conserjería de Medio Ambiente de Cantabría (de soltera Santander). Desde luego que otra cosa podremos achacar a nuestras autoridades, pero no que no nos avisan de la espada de Damocles que pende sobre nuestras mucosas respiratorias.
Un poco más palante, hacia el cruce con la Avenida Bilbao había por todos los lados unos carteles con la leyenda: "Hay alternativas a la resignación: no al paro, no a la precariedad, no... a no se cuantas cosas más". Firmaba una Intersindical con sopa de letras. Pues ya me gustaría a mí saber algo de esas alternativas. Desde luego que deben ser el secreto mejor guardado. Por cierto que el otro día vi a los tipos y tipas que han colocado esos carteles. Habían puesto una mesa petitoria en la citada encrucijada. Me acerqué a mirar: Marta Honeker, el "Libertad para qué" de Lenin, algo sobre el maki, pegatinas del Che y de banderas republicanas. En definitiva: cuarenta años para atrás, indumentaria incluida.
Y esta tarde, si nada viene a impedirlo, agarrare la bicicleta y me llegaré al MERCADONA de Astillero para comprar naranjas y mandarinas... tal que si las apañases en plena huerta valenciana. Y por dos chavos.
He mirado en Amazon el prólogo del libro que tienes entre manos y da la impresión de que vas a estar entretenido bastante tiempo. Junto a la física moderna pocos asuntos me parecen más alucinantes que la teoría de números, ese campo del conocimiento del que se enorgullecía Hardy con aquel "nunca será de ninguna utilidad para la raza humana" y que luego, según aprendimos por las lecciones de sus alumnos ha sido uno de los campos más fructíferos de las matemáticas.
ResponderEliminarBobada personal: cuando cumplí los cuarenta años y descubrí estas cosas dejé de leer novelas. Hoy en día me parece increíble el que tostones como "El código Davinci" (lo intenté y me quedé frito en la página cincuenta) y cosas por el estilo sean bestsellers y los manuales clásicos de matemáticas o ciencias no. Alguna explicación habrá, pero yo no la encuentro.
Sí, deberíamos crear un think tank dedicado en exclusiva a encontrar esa explicación. Si diésemos con ella ten por seguro que mejoraríamos la calidad del aire de nuestras ciudades entre otras muchas cosas buenas.
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