Escribía ayer con más o menos acierto sobre la arrogancia. Y lo peligrosa que es la del pueblo llano, esa que alguien definió como de barba cerrada y gesto torvo. Hoy me atreveré con ese otro sustantivo femenino que tan prodigiosamente quedó definido en aquellos versos de Guillen de Castro: procure siempre acertalla/ el honrado y principal,/ pero si la acierta mal,/ sostenella y no enmendalla. Supongo que ya se habrán dado cuenta de que me estoy refiriendo a la contumacia.
Pues bien, el caso es que estos días pasan cosas, o, más bien, se repiten cosas, que me hacen recordar experiencias tenidas en tiempos no muy lejanos. Tenía yo la costumbre por ese entonces de salir a pasear por los montes con unos vecinos. Formábamos un grupo bastante heteróclito compuesto en su mayoría por menestrales jubilados a los que su buen pasar empujaba a un conservadurismo de naturaleza, por así decirlo, prelógica. Cualquiera de ellos hubiese dado la vida antes de tener que sostener un libro en sus manos. ¿Para qué si lo sabían absolutamente todo? Y si alguna duda tenían ya se encargaba de resolvérsela Federico Jiménez Losantos del que eran fieles devotos. Para ellos, los curas eran todos unos puteros empedernidos, pero su emisora, La Cope, era, sin lugar a la menor duda, la palabra de Dios.
Yo nunca solía abrir la boca si no era para reír alguna de sus gracias, que no eran pocas las que hacían. Tampoco hubiese podido decir algo aunque hubiese querido. Cuando lo intenté, no había dicho cinco palabras y ya me habían cortado. Ellos largaban y largaban, repitiendo día tras día las mismas historias. Era así como habían conseguido construirse una biografía a medida en la que todo era self-apología. Para ser franco diré que no pasó mucho tiempo antes de que me resultasen una verdadera castaña, pero, entre tanto, fue una experiencia curiosa porque nunca había tenido la oportunidad de tratar con cierta asiduidad a gente a la que las circunstancias de la vida había colocado en los escalones más bajos de la ilustración.
Normalmente, el grupo de paseantes era muy respetuoso e, incluso, deferente conmigo. Y no era raro que en ocasiones recabasen mi opinión sobre lo que fuera que se estuviese tratando en el momento. Otra cosa es que, luego, tuviesen la paciencia de escucharme. Ellos parecían querer un sí o un no. Una segunda palabra ya se les hacía insoportable. Entonces, me cortaban con algún chiste y pasaban a lo suyo.
Pero hubo un un par de veces en las que mis dos o tres palabras no les gustó ni un pelo y, alguno de ellos, incluso se puso desagradable. Ya saben, el típico recurso al "porque nosotros no tengamos estudios...". Y, cosa curiosa, el garbanzo de la discordia fue las dos veces el asunto Rumasa. Para ellos, no quedaba la menor duda de que los socialistas habían embargado a Ruiz Mateos por venganza. Ruiz Mateos, argumentaban, daba trabajo a muchas personas y lo que pasaba era que los socialistas querían apoderarse de sus empresas para vendérselas después a sus amigos. Y así, todo tipo de estupideces cinceladas en su cerebro a golpe de COPE.
Y ahora la historia se repite. A los socialistas les tocará de nuevo la obligación de embargar las empresas de Ruiz Mateos. Y los estafados, no lo duden, pedirán que les indemnice el Estado. Pero, ¡ay!, los púlpitos que tomaron el relevo de la COPE ya no defienden a Ruiz Mateos. Lo más, lo más, dicen que es un buen empresario pero un mal administrador. O sea, ni una cosa ni la otra sino todo lo contrario. Hablar por hablar, cuando hasta un tonto sabe que no se trata de otra cosa que una versión más del timo de la pirámide.
En fin, contumacia pura y dura de todos esos avarientos que pensaron saber como forrarse de la mano del hombre providencial. Aunque, la verdad, apostaría lo que fuese a que el desfalco no ha pillado ni de lejos a mis peripatéticos amigos. Porque una cosa es aprovechar lo que sea para poner a parir a los socialistas, que sí, reconozco que se lo merecen y no poco, pero otra cosa es arriesgar la pasta... en fin, que me muero de ganas de volver a pasear con ellos por el monte y sacar, como de pasada, el tema Nueva Rumasa. Apuesto a que siguen defendiendo a Ruiz Mateos, aunque, de ésta, no se van a poder dar la satisfacción de verle golpeando a un ministro socialista.
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