viernes, 18 de febrero de 2011

Maliaño for ever, four

En una ciudad viva hasta las paredes hablan. Convengamos que es así y, entonces, tendremos que admitir que Maliaño, si no la que más, es una de entre las más vivas del mundo. Porque no hay pared que se calle.

Cuando mis hijas eran pequeñas, de vez en cuando yo les hacía alguna advertencia sobre la necesidad de tener un cierto orden en casa. Entonces ellas, que siempre han sabido latín, me respondían que el desorden en una casa es síntoma de que hay vida en ella. Lo habían aprendido de unas amigas de origen japonés que por lo visto eran todavía más, si cabe, desordenadas que ellas. Al parecer, y en contra de lo que se suele ver en las películas, en Japón no hay mucho orden en las casas para, así, dar sensación de vida. En fin, no sé, le preguntaré a Jacobo Niponicus sobre este extremo.

En Maliaño, como les digo, no hay pared que se salve. A veces, más bien raras, encuentras un dibujo con gracia. O algún slogan de cierta gastada originalidad (no a la droga que hay muy poca y somos muchos). Pero en la inmensa mayoría es pura y simple zafiedad. Y la verdad, me produce desazón. Les enseñaré unos cuantos ejemplos, desde la pared del polideportivo a la del templo pasando por los entrañables rincones de la plaza del pueblo en donde sobresale el culo cagado de la náyade que la preside.






En cualquier caso no me negarán que es un fenómeno curioso. Dando por sentado que los adolescentes son capaces de tirarse por un precipicio con tal de que ello sea lo que se estila, no por tal dejo de preguntarme por lo que les lleva a esta forma de expresarse. Porque, para empezar es un deporte que se me antoja caro. Se imaginan los miles de euros   gastados en la decoración de esas paredes. Es dinero que los adolescentes tienen que detraer de otras aficiones. Fumar porros por ejemplo. Aunque por mis recientes someras investigaciones he podido constatar que los chavales tienen para dedicarse con soltura a los dos negocios.





Necesidad de expresarse, he escuchado decir a algún sociólogo a la violeta. Bien, pienso, en los dotados para el dibujo, que los hay, lo entiendo. ¿Pero y los zafios? Para mi que esa gran mayoría lo único que quiere es fastidiar. La única manera de hacerse notar de los adolescentes mediocres.




El problema es que quién sea que debiera velar por la higiene y belleza del entorno, no parece estar interesado en
impedírselo. Supongo que son cosas de la catolicidad. Porque lo que es los calvinistas, no pasan una. El otro dí vi un reportaje sobre como en Ginebra a los cuatro días de manifestarse el artista le llega a su papá, vía de apremio, la factura de la limpieza más la multa adicional. Muy  edificante, pero poco apropiado para estas latitudes según criterio de nuestras autoridades.







 Por lo demás demás, tampoco pasa nada. Incluso, mirado por el lado positivo, vemos que, así, se mantiene una poderosa industria del spay. Por no hablar de la de la limpieza, con sus máquinas ad hoc para casos difíciles. Resumiendo: miles de puestos de trabajo. Y no lo duden, día vendrá en que esas pintadas, como ya ocurre en New York, serán atracción de turista... con todo lo que eso conlleva de I+D. 













Y luego, si no te sientes bien con tu propio cuerpo, aquí te dejo una dirección para que lo remodeles antes de que llegue el verano. No vaya a ser que dejes de ir a la playa por sentirte acomplejado/a. Ya sabes: siempre perfecto/a.

2 comentarios:

  1. Pues es como dices: las casas urbanas de los japonesitos medios están hechas un desastre, por lo menos comparadas con las españolas (todo sea entendido con su pizca de sal, que yo no he entrado en todas las de unos u otros).

    Eso a mi entender es por un motivo de prioridades. Para ellos es mucho más importante cualquier otra cosa que el trabajo del arreglo de la casa: los hombres se pasan el día en la empresa y usan el hogar solo a la hora de dormir; las madres de familia tienen actividades variadas, aficiones artísticas o sociales que las mantienen ocupadas y fuera de la vivienda; los jóvenes incluso los días de fiesta están en los centros de enseñanza con actividades extraescolares. Da gloria ver a las jovencitas en los trenes con unos bolsos en los que se arreglan para llevar toda su vida: teléfonos, iPods, agendas, cosméticos, recambios indumentarios, libros...

    En fin, para qué preocuparse de arreglar un espacio que en el fondo no es más que un repositorio de cacharros y un lugar donde dormir. A todo eso se añade la cuestión del consumo compulsivo que llena las casas de todo tipo de cacharros. Me imagino que se deberá a una compensación histórica. Por lo que dicen antes en este país los espacios interiores estaban casi pelados de objetos, incluso los de los príncipes: un biombo, un brasero, una mesa, cosas así son las que aparecen en la literatura clásica. Hoy es el día que se resarcen de ello con material variado que no tienen tiempo para colocar.

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  2. Sí, ya veo que tampoco en eso hay muchas diferencias. Tener todo lo que se puede tener. Da igual que lo necesites o no, que, incluso, te perjudique o no. El caso es tenerlo. Una temporadita investigando cual es la mejor marca, otra temporadita para ver donde lo venden más barato... así se ocupa el tiempo muerto divinamente. Ahora, aquí en España, cuando ya no le falta nada a nadie, va y viene la moda de los perros. Es incleible. Hoy íbamos por un valle en bicicleta y digo: callaros y escuchar. Era un concierto de ladridos realmente insoportable. Y parece que la gente está encantada con ello. Por fin han encontrado algo que realmente les quiere.

    ¡Felices tiempos aquellos, los del biombo y el brasero! Y las cortesanas dedicadas ha escribir poemas para solaz de la Emperatiz.

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