Rebuscando entre los cedés de "La Vidriera" encontré uno de Lars von Trier titulado "Dogville". Había disfrutado mucho, tiempo ha, con una serie televisiva dirigida por este señor que pasaron en la cadena ARTE. El tema era hospitalario, pero nada que ver con lo que se usa al respecto. Nada de épica y mucho de mágico.
"Dogville" se las trae. Acaso sea todo un tratado sobre la arrogancia. Sobre todo de la arrogancia que se esconde detrás de la humildad. La peor de todas.
La protagonista es una bella adolescente plena de amor cósmico que tiene que sufrir en carne propia los rigores del aprendizaje de la realidad. Y los aguanta por no dar el brazo a torcer. Por arrogancia. Piensa que con los humildes la mejor estrategia de conquista es la humildad y cegada por los primeros éxitos no se percata de hasta que punto son perversos los humildes. Sin duda, no había visto "Viridiana". Y si la había visto no la había entendido.Cuando se quiere dar cuenta está metida en un verdadero infierno y sin escapatoria aparente.
Pero si hay escapatoria. Se la proporciona la estulticia del buenismo de un joven que de pura vaguería ha devenido en iluminado. Se ha marcado la meta de llevar a los suyos a la tierra prometida. Una ambición bastante generalizada entre los que leyeron dos libros a los que no tenían derecho por no haber querido estudiar. Por vagos. Son tipos que también tienen principios brillantes. Mientras su disimulada arrogancia pasa desapercibida a los arrogantes humildes que pretende pastorear. Pero, ¡ay de él cuando empiezan a surgir las primeras dificultades! Entonces de poco sirven los dos libros leídos sino se tiene valentía. Si no se arriesga a transitar por el camino más duro. Imposible para un puto vago. Mejor dar la vuelta y desandar lo recorrido para volver al origen... tan seguro y tan cálido, por más que sea aburrido.
Y es precisamente ese desistimiento del mesías el que salva a la humilde y bella adolescente. El que, por así decirlo, le abre los ojos a la cruda realidad. Es decir, que puestos a ser arrogantes, es mejor serlo desde la posición del poderoso. Porque la arrogancia del poderoso no sólo es más estética que la del humilde, también es menos dañina.
En fin, así es como yo vi la película que vete tú a saber cómo la habrán visto otros.
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