martes, 26 de junio de 2012

Trece




Trece: si me la tocas me crece. A veces me parece que sería entretenido ponerse a recopilar los chistes y chascarrillos que corrían por el patio del colegio. En aquella situación de represión extrema de las diversas iniciativas, el humor, una vez más, se manifestaba como la mejor válvula de escape de las tensiones  sobreañadidas a las naturales por la estulticia de los guardianes. Se hacían chistes de todo tipo, sobre todo, claro está, con lo del sexo, pero también, y desde muy temprano, con la política. Y así es que, por venir de la primera memoria, raro es el día que no surja una situación cualquiera que me recuerde uno de aquellos chistes que, por cierto, me siguen haciendo la misma gracia que por aquel entonces. 


Estos días le toca al trece. Si me la tocas me crece. Y es que, sobre todo desde que apareció por ahí el Hollande ese con su teoría del crecimiento -crecimiento contra austeridad se entiende- no paran los mandatarios de buscar donde tiene la Comunidad Europea "la cosa" para salir corriendo a tocársela. Pero, ¡0h, domage!, la Comunidad está dando pruebas de un recato insoportable porque no hay forma de encontrársela. Es como si la tuviese escondida bajo mil refajos. Vamos, que, ya digo, no hay forma. 


A lo mejor, puede ser, que ni siquiera se esconda. Que debido  a tanto estar sacándole "toda la lichi", que dicen los pasiegos,  se haya quedado tan pequeña y flácida que ni siquiera se ve. Son, supongo, las cosas de la naturaleza que de alguna forma se tiene que defender de los estragos que tendemos a proporcionarle. 


A veces, claro, como diría mi amigo Rafa, de los "proscritos" de Alar, "la cosa" se arregla con un cambio de vaca. Osease, en este caso donde digo vaca en realidad estoy diciendo prestamista. Eso es, cambiar de prestamista para que te toque la cosa para ver si con la novedad crece. 


Así corre la historia. Todas las grandes ideas que traían los franceses y a las que parece nos hemos apuntado los españoles, consisten en buscar nuevos prestamistas. Porque prestamistas, qué duda cabe, haberlos, háilos, y cada vez más cerca de quedarse con lo mejor del pastel. 


En fin, perdonen el desahogo, pero es que tengo mis ahorros en el mercado de renta variable y como nadie parece querer tocarlos sólo varían hacia abajo. 

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