sábado, 30 de junio de 2012

La derrota




Una ves más la Alemania nazi ha sido derrotada por las fuerzas progresistas, mayormente francesas, faltaría más. Así lo confirman esas más que mil palabras que es la imagen que ilustra este comentario. Imagen, claro está, aparecida en la prensa autodenominada independiente, o sea, progresista para entendernos. 


Ahora que parece que la clase política va entrando por el aro de un cierto sentido común, a la fuerza ahorcan, va la chusma periodística y se mantiene en sus trece atizando la burbuja de la mentira. Y así es que se esfuerzan en mantener activo a su público presentando lo que sólo son las decisiones del natural trascurrir de la historia como si fuesen victorias o derrotas en una batalla de la guerra decisiva entre partes que sólo ellos distinguen. 


"Gana el flanco sur". "Alemania humillada". Y muchos titulares por el estilo han aparecido en los medios desde que, hace unas horas, se llegó en Bruselas a un pequeño acuerdo entre las diversas partes de la Comunidad. Pequeño acuerdo, uno más entre miles, que a buen seguro ha sido alcanzado porque todos han considerado con la mejor voluntad que es lo que más puede beneficiar al conjunto. Que hayan acertado o no, eso es otra historia que el tiempo se encargará de dilucidar. Y posteriores acuerdos de corregir si las circunstancias lo exigen. 


La mentira, bueno, lo confieso, estoy obsesionado con ella porque todavía me dura la lectura de L´Adversaire que ayer les decía. Un tipo que cada vez las cuenta más gordas porque se ha percatado de que lo de menos es el tamaño del embuste y lo de más la adecuación a las preferencias del personal. El personal, ese ente amorfo que sólo piensa en la satisfacción inmediata de sus pequeñas necesidades. Y lo que hay más allá, se la bufa. No quiere problemas y por eso que sea tan difícil desentrañar la mentira allí donde se la podría atacar: "en los principios si un mal, aunque sea leve, se descuida, fuerzas del abandono va cobrando, que después el remedio inutilizan", dijo el clásico. 


En realidad, si bien se mira, todo el esfuerzo de la que se conoce como filosofía no es otro que el de desentrañar la mentira que señorea el mundo. Eso no es así por muy simpático que le resulte a usted, dice, es de este otro modo por muy doloroso que sea. Y luego, ya, esos otros intentos desde la primera línea de fuego, como el de aquel tal Karl Kraus que publicaba una revista, Die Fackel, dedicada a analizar los diversos textos periodísticos de la época poniendo de relieve su verdadero significado. Y, en fin, muchos otros que le imitaron e imitan, pero por más lanzazos que asestan al dragón poco daño le hacen si juzgamos por la buena salud que exhibe el animal. No será fácil derrotarle porque, en el fondo de nuestras almas, eso que llaman el inconsciente, todos le amamos sin reservas. 


La mentira, ¡ay!: "yo soy de los que siempre va con la verdad por delante", dicen algunos. Demasiados. 





viernes, 29 de junio de 2012

L´Adversaire




Hoy toca hirviendo. Mañana, Dios dirá. Más que nada de lo que se trata es de dar tensión al "relato".


Estoy leyendo una novela muy interesante, L´Adversaire, de Emmanuel Carrère,  que tiene por protagonista a la mentira. La mentira encarnada en un tipo cualquiera al que sus conocidos aprecian. La mentira instalada en lo cotidiano que sin que nadie lo note va corroyendo todo el organismo dejando intacta la piel. Y por eso es que cuando se manifiesta lo hace en forma de estallido, porque la piel es muy fina y si se le suelta un cabo todo se desgarra al momento y lo que había debajo salta por los aires. El tipo en cuestión, entonces, considera que no tiene otra salida que matar a todos los suyos y luego suicidarse. Lo primero le sale bien, pero en lo segundo falla, lo cual anima al señor Carrère a intentar reproducir lo que hizo Truman Capote con los asesinos de "A sangre fría". Y lo consigue plenamente. Entabla relación con l´adversaire y le va sonsacando todo eso que pasa por la cabeza de cualquiera que cada día que pasa va añadiendo nuevas trabas a su propia trampa. Y así hasta llegar a crear una superestructura diabólica que impide todo movimiento que no sea letal. 


Es una buena metáfora para los tiempos que corren, estos de la crisis que tanto se está llevando por delante. ¿Porque de dónde viene todo esto sino de haber estado unos y otros inflando una ilusión a base de mentiras? La ilusión de una riqueza sustentada en quimeras. Pueblos enteros dedicados a fabricar puertas para casas que nadie iba a comprar. 


Entramos el otro día a tomar un café en la cafetería que hay debajo de casa. El dueño, o encargado, estaba solo en medio de aquel espacio bien adobado y, como quien dice, echaba chispas por el nabo cual Cristo de Arrabal. Más que de hablar, el hombre tenía ganas de perorar y no aceptaba intromisiones. "Nos hemos equivocado todos", clamaba. Y seguía: "Lo hemos hecho muy mal todos". Después se despachó a propósito de los funcionarios. El caso era que los que "trabajan" a menos de diez metros de su establecimiento, los de los juzgados, se van a tomar el café mañanero unos kilómetros más allá, al Sardinero, porque andan sobrados de tiempo. Eso era lo que argumentaba el buen señor para redondear su teoría. 


Bueno, bien, me dije, parece que empezamos a aterrizar. Lo digo por lo de la insistencia en el "todos". Porque esa es la verdad incuestionable, que todos, o casi todos, constituían el organismo corroído por la mentira. Y Dios librase a cualquiera de introducir en el discurso la sombra de una duda. Porque la mentira era la verdad absoluta. En fin, para qué seguir si ya se descubrió el pastel.


Y hoy, al inicio de la sesión, tocaba agua hirviendo. Luego se enfriará. Volverá a hervir. Y estaremos así años porque rehabilitar un organismo quebrado lleva tiempo. Pero lo lograremos porque, al fin y al cabo, aunque no lo parezca a veces, esto es Europa. O sea, una princesa fenicia que galopa a lomos de un toro. No puede fallar. 

jueves, 28 de junio de 2012

Diógenes




Yo no sé de donde vendrá eso de llamar "síndrome de Diógenes" a la propensión irrefrenable a acumular todo tipo de trastos en casa. Porque es que, cuando hablamos de Diógenes, por lo general nos estamos refiriendo a un tipo que no tenía nada de nada en lo que al orden material se refiere. Incluso una escudilla cochambrosa que tenía para beber agua la tiró a la basura al ver que un niño la bebía utilizando el cuenco de sus manos. Bueno, hubo otro Diógenes, de apellido Laercio, que se dedicó a escribir sobre las vidas de muchos de los filósofos habidos por aquel entonces lejano. Pero no creo que sea a éste al que se refiere el síndrome, porque, por más que su obra sea de una importancia relevante, no es lo que se dice un personaje popular. 


El caso es que sea cual sea el origen del nombre en cuestión poco hace a la tremebunda e incuestionable realidad del mundo, es decir, que quien más, quien menos, pocos son los que se libran de esa enfermiza propensión a acumular porquerías... por más que en ocasiones estén recubiertas de oro. 


Curiosa espirlochería. Solemos argumentar un a modo de attachement sentimental entre la cosa y nosotros. Las ligamos al recuerdo de una situación determinada. Un viaje. Un regalo de cumpleaños. Un, lo que sea, que en estos tiempos que corren se producen cada día y en cada momento con el resultado de todos conocidos, o sea, que las casas están talmente llenas de sentimentalidad que se convierten en las verdaderas protagonistas de nuestras vidas. Y hasta tal punto es así que soportamos ingentes molestias y despreciamos ventajosas oportunidades con tal de no renunciar a su imperio. Admitámoslo, nos gusta que nos sodomice. La casa. En propiedad, of course. 


Personalmente siempre he mantenido una guerra a muerte contra esta propensión. A veces ganaba batallas y otras las perdía estruendosamente. Ayer, por ejemplo, gane una: conseguí vender el coche. Un artilugio que, en mis actuales circunstancias, es de todo unto innecesario y molesto por demás.  Y es que, en estas acaballes ya de la vida, cuando ya de poco sirve, creo haber dado con la enjundia de tamaño despropósito que tanto limitó mi vida. Todo fue cuestión de estados de ánimo. De las jugarretas que nos hace la autoestima. Que me venían bien dadas, entonces, sólo pensaba en las delicias del espíritu puro. Y hacía lo que fuera por deshacerme de anclajes vanos. Lo tiraba todo por el primer terraplén que se ponía a tiro. Que empezaba a perder pie, pues, entonces, corría a la primer tienda a comprar lo que fuese, cuanto más pesado mejor. 


En fin, lo tengo claro, la próxima vez que note que empiezan a bajar las endorfinas, pediré a la tripulación que me ate al palo mayor hasta que pase la sequía. 



miércoles, 27 de junio de 2012

Euler



Bueno, no puedo dejar de preguntarme cómo sería este mundo si la gente supiese tanto de esa formulita de ahí arriba  como de Cristiano Ronaldo y Fernando Alonso. ¿Sería mejor?  ¿Peor acaso? Imposible saberlo. 


En cualquier caso puedo asegurarles una cosa, que pocas cosas podrán ayudarnos tanto a comprender hasta que punto los humanos, algunos humanos, se diferencian de los perros, como dedicarse al esclarecimiento de lo que se esconde tras esa bella composición. 


Y comprender un poco esa diferencia es, espero, lo que más puede ayudar a confiar en el ser humano. ¡Tan necesitados que estamos!

martes, 26 de junio de 2012

Trece




Trece: si me la tocas me crece. A veces me parece que sería entretenido ponerse a recopilar los chistes y chascarrillos que corrían por el patio del colegio. En aquella situación de represión extrema de las diversas iniciativas, el humor, una vez más, se manifestaba como la mejor válvula de escape de las tensiones  sobreañadidas a las naturales por la estulticia de los guardianes. Se hacían chistes de todo tipo, sobre todo, claro está, con lo del sexo, pero también, y desde muy temprano, con la política. Y así es que, por venir de la primera memoria, raro es el día que no surja una situación cualquiera que me recuerde uno de aquellos chistes que, por cierto, me siguen haciendo la misma gracia que por aquel entonces. 


Estos días le toca al trece. Si me la tocas me crece. Y es que, sobre todo desde que apareció por ahí el Hollande ese con su teoría del crecimiento -crecimiento contra austeridad se entiende- no paran los mandatarios de buscar donde tiene la Comunidad Europea "la cosa" para salir corriendo a tocársela. Pero, ¡0h, domage!, la Comunidad está dando pruebas de un recato insoportable porque no hay forma de encontrársela. Es como si la tuviese escondida bajo mil refajos. Vamos, que, ya digo, no hay forma. 


A lo mejor, puede ser, que ni siquiera se esconda. Que debido  a tanto estar sacándole "toda la lichi", que dicen los pasiegos,  se haya quedado tan pequeña y flácida que ni siquiera se ve. Son, supongo, las cosas de la naturaleza que de alguna forma se tiene que defender de los estragos que tendemos a proporcionarle. 


A veces, claro, como diría mi amigo Rafa, de los "proscritos" de Alar, "la cosa" se arregla con un cambio de vaca. Osease, en este caso donde digo vaca en realidad estoy diciendo prestamista. Eso es, cambiar de prestamista para que te toque la cosa para ver si con la novedad crece. 


Así corre la historia. Todas las grandes ideas que traían los franceses y a las que parece nos hemos apuntado los españoles, consisten en buscar nuevos prestamistas. Porque prestamistas, qué duda cabe, haberlos, háilos, y cada vez más cerca de quedarse con lo mejor del pastel. 


En fin, perdonen el desahogo, pero es que tengo mis ahorros en el mercado de renta variable y como nadie parece querer tocarlos sólo varían hacia abajo. 

lunes, 25 de junio de 2012

A tumba abierta




El tren, en principio, va un poco lento. Una hora y tres cuartos para unos setenta kilómetros. Pero, luego, si tienes en cuenta que asciende 850 metros, la cosa ya cambia. Son muchas las vueltas y revueltas que hay que dar para conseguir tal hazaña. En cualquier caso, qué son una hora y tres cuartos con el frescor de la mañana y mientras vas leyendo una novela y echando furtivas miradas a un paisaje abrupto e invadido por la rutilante vegetación de un principio de verano considerablemente húmedo. 


Lo había comprado el pasado martes en Madrid. "Nos séparations" de David Foenkinos. Ya se sabe, los franceses son maestros en lo de convertir su propio ombligo en el centro del mundo. Como en las películas de Truffaut, que no cuentan cosa de qué preocuparse, pero lo cuentan muy bien. Literatura existencialista, quizá se podría decir, con un toque de cinismo que frôle l´humour. Una especie de ducha escocesa literaria que va de la boneur a la détresse sin dar tiempo para echar una mirada alrededor, cosa que, hay que reconocerlo, es de agradecer porque los alrededores de hoy día están sumamente emponzoñados por ideologías estúpidas y cosas por el estilo. En fin, el caso es que ya casi remataba -"Tu vas bien?" "Oui. Et toi?" "Oui, ça va."- cuando han aparecido las primeras casas de Reinosa. 


En Reinosa corría un airecillo del norte que a buen seguro iba a contribuir a proporcionar un día perfecto. La gente, a las doce, ya llenaba las terrazas. Tomamos un pincho y un café en "Las Nieves", compramos un pan de Orzales en un kiosco, dimos una vuelta por allí y nos dispusimos a emprender aquello para lo que habíamos hecho tan significativa ascensión, es decir, descender.


Descender a tumba abierta. Sin tocar el freno, aunque bien es verdad que el viento del norte encañonado hacía las veces de tal. Nos daba de frente impidiendo la emoción de una caída vertiginosa. De Requejo a La Concha de Barcena Mayor hay, calculo, unos 600 metros en vertical para unos 6000 en horizontal. Saquen la calculadora y echen cuentas. Teniendo en cuenta que hay tramos planos e, incluso, alguna subida ya pueden hacerse idea de cómo serán las pendientes mayoritarias. Por así decirlo, homérico. Esas curvas a derecha e izquierda tomadas a toda pastilla...  


Apenas nos adelantaron media docena de coches y, de frente, ninguno, en todo ese tramo perfectamente asfaltado conocido como Las Hoces. Esa carretera, si no estoy mal informado, fue la primera para rueda que se hizo en España para comunicar la Meseta con la costa Cantábrica. Hacia 1730. Curiosamente se hizo por allí y no por Orduña como hubiese sido mas lógico a efectos económicos, por causa de estar los vascos enzarzados en una de sus particulares querellas fratricidas, en este caso las que luego se conocieron como Guerras de Linaje. En fin, detalles sin importancia pero curiosos que, a la larga, poco o nada cambian el curso de la historia ya que, cualquiera que hubiera sido la secuencia de los hechos, Reinosa hubiese acabado siendo lo que es por las meras razones geográficas. 


Llegas en un tris-tras a Barcena. Luego Molledo. Todo el valle de Iguña. Las Fraguas. Otras pequeñas hoces y ya estás en los Corrales. Guerras Cántabras, Corocota y tal. Nos dirigimos a un lugar que es centro cultural o cosa por el estilo en donde el mayor encanto de la comida es que se puede hacer a la sombra de un magnolio centenario, pero, ¡oh, desgracia!, había allí un acto de exaltación regional con pito, tamboril y trajes de época. Salimos pitando de allí a la búsqueda de algún lugar menos exaltado. Vimos un mesón, Cántabro de nombre, y entramos. No llegamos a sentarnos. Estaba vacío, pero el bullicio era insoportable, Formula Uno mediante. Seguimos hasta Barros. Allí hay un mesón, El Bog, con pretensiones de vanguardia. De entrada María le colocó un par de rejones a una camarera que sin duda era adepta a las peluquerías, también vanguardistas. "Es que está Fernando Alonso", se revolvió ella como si le hubiesen dado en mitad de donde más duele. Total, que era ya muy tarde y difícilmente íbamos a encontrar ya quien nos diese de comer. Y yo estaba hambriento, así que me puse a templar gaitas. Por experiencia sé que en estos casos lo que se impone es urgir la llegada de la bebida para agarrar la botella y pegarle un par de buenos meneos, los que se precisan para adquirir ese puntito en el que ya te da igual que sea Fernando Alonso o la Misa Mayor quien amenice la velada. En fin, una mierda de comida con muchas pretensiones y no menos carestía, pero el vino, ay, con su aroma retronasal adecuado y toda la mandanga al uso, no debía ser malo porque, a pesar del abuso, no me dio el menor reseco en toda la tarde. Y eso se agradece y mucho. 


Una siesta en la adecuación recreativa que nunca falta por el camino y, luego, por la pista cyclable que bordea el Besaya hasta Torrelavega a tomar el tren de vía estrecha para Santander. 


Estuvo bien la cosa.   








viernes, 22 de junio de 2012

Donde no hay conocimiento




Lo mío con respecto a los medios de comunicación españoles es como si, largo ha, hubiese hecho un voto de castidad que no me permite tocarles ni un pelo. Y no precisamente, como en el chiste, por tener buena puntería. No, no les sigo porque pongo todos los medios a mi alcance para no caer en la tentación. Y es que, lo confieso, la pornografía no me gusta camuflada. Me gusta tal cual, como Dios la trajo al mundo. 


Y así es que por tales manías mías a veces se me pasan sucedidos de una grave trascendencia, como es el caso que les vengo a comentar: el de un juez que ha sido botado de su alta dignidad. Me lo comentó María, que nunca suele interesarse por la rex pública y, luego, mi madre, que tampoco. Así que, falto de mejor ocupación, me puse a indagar.


Todo parece indicar, según sentencias en firme, que el juez en cuestión no ha hecho cosa punible, pero, ¡ay!, es maricón y católico practicante por demás, cosas que si ya de por sí son pestilentillas por separado, no te digo ya en comandita. Un kamikaze el tal juez, cuarta autoridad del Estado que, además, se ha gastado en dietas unos 20000 € en cinco años y por ahí te hemos pillado. 


Pero ha habido una cosa en todo esto que no por ser moneda corriente deja de ser espeluznante. Una tipa, que no señora, que fue ministra de justicia, ha afirmado que el juez tiene que dimitir porque en su caso las apariencias son más importantes que el fondo de la cuestión. Parece increíble, pero eso es exactamente lo que ha dicho la señora. Yo no me lo podía creer y entonces he indagado y sí, lo ha dicho en una entrevista publicada en un diario de tirada nacional.  


En fin, qué quieren que les diga. Leyendo a Pla voy y encuentro la siguiente descripción de un personaje cualquiera de la vida pública en tiempos de la república: domina todos los tópicos de la pornografía humanitaria y los trémolos más primarios del sentimentalismo. 


Bueno, Pla se refería a un cateto de izquierdas, pero podría haberlo dicho de uno de derechas porque la tecla de la sentimentalidad la tocan todos con la misma despreocupada obscenidad. Como son chusma saben cual es la marcha que mejor le va a la chusma. Eso es todo: las apariencias.  


Ya lo dijo el clásico: donde no hay conocimiento el hábito califica olvidando que debajo de mala capa suele haber buen vividor. 

jueves, 21 de junio de 2012

Itaca




No lo voy a ocultar, mi particular Itaca está en Madrid. Más precisamente en sus ensanches del XIX y principios del XX.  Ahí es donde quiero ir a tensar por última vez el arco. 


Donde digo "donde quiero" mejor sería decir en donde me gustaría, porque del deseo a su cumplimiento, tratándose de España, hay un gran trecho. Aquí, huelga decirlo, no rigen las leyes comunes del mercado ni de nada. ¡Faltaría más! Y así es que la oferta se ríe de la demanda como si de una comedia de enredos se tratase. Va uno por las calles y no hay portal en el que no se vean tres o cuatro anuncios de pisos en venta o alquiler. Y, luego, vas y te paras frente al escaparate de una inmobiliaria y ¡madre mía, qué precios! Un piso de 60 metros cuadrados a reformar de 300 000 euros para arriba. Un verdadero delirio.


Pero la nave va. Por lo menos en apariencia. Pasea uno por las calles a la caída de la noche y observa un bullicio reglado, de convivialité, en esas ringleras de mesas a un lado de las aceras donde la gente del barrio cena fritangas. O hamburguesas. O pizzas. O shawarmas. O lo que sea, que otra cosa no, pero para escoger... y todo inmejorable, se lo aseguro, que aquí la competencia sí que funciona como lo atestiguan los numerosos ceses de negocio o traspasos que hay por todas las partes. Por cierto que ayer proyecté ir a comer a un restaurante colombiano en el que me trataron muy bien el año pasado y al llegar al lugar me encontré que se había convertido en afgano y lujoso por demás.


 En fin, paciencia y barajar, y confiar en que algún día reinará la cordura con la consiguiente adaptación de la oferta a la demanda. Y entonces será la mía. 

martes, 19 de junio de 2012

Colombiano levantacolas




Anunciaban grandes calores en Madrid, pero no ha sido para tanto. Está nublado y de vez en cuando caen unas gotas que refrescan el ambiente. Perfectamente adecuado para lanzarse al océano urbano a la búsqueda de pecios. 


Esta mañana, por variar, tiré hacia Cuatro Caminos. Hilarión Eslava. Cea Bermúdez. Avenida Filipinas.  Desgraciadamente "La Islita de la Moda" está de liquidación por cierre. Ellas, que querían ser todas como Marilín. ¿Se imaginan? Me meto por el parque Santander. Me sorprende ver allí una ringlera de olmos. Claro, no son negrillos, son siberianos y por eso será que se han salvado de la asesina grafiosis. En su conjunto, salvedad hecha de la chorrada del golf que han puesto allí, el parque me parece espléndido. Las ringleras malvas de lavanda haciendo contraste con el amarillo apagado de la falsa manzanilla, o lo que sea, quedan muy chulo. Una verdadera aubaine, que diría un francés, tener algo así cerca de casa.  Sigo por Ibañez de Ibero. Me intereso por el personaje. Un general ilustrado del XIX que fue el primer director del Instituto Geográfico Nacional que, por cierto, está allí mismo en un magnífico edificio neoclásico de ladrillo rojo. Voy a dar a la Avenida Reina Victoria. El edificio de la Cruz Roja, también de ladrillo rojo. Y enfrente, ocupando toda la manzana, un bloque de viviendas de estilo racionalista recién restaurado. A mi juicio, de lo más elegante. ¡Jo! Como decía Larra, la diferencia que hace el hambriento del harto, que el uno de todo filosofa y el otro de todo se ríe. Pues lo mismo de la capital a la provincia, que en la una ni se dan cuenta y en la otra todo el día con el mira lo que tengo aquí. 


Llego a Cuatro Caminos. Aquello es otro mundo. Así como en donde me alojo, por Argüelles, se tiene la sensación de estar volviendo a la homogeneidad étnica, lo de Cuatro Caminos es un melting pot auténtico. Bien es verdad que predomina lo caribeño, pero hay de todo, de todos los colores. Y ya no te digo peluquerías, que se diría que no tienen los humanos por allí otra preocupación que el arreglo de su cabellera. Bueno, los chinos por 6,50 ofrecen servicios completos que incluyen masajes y demás. Un chollo. Como lo es todo en general. Nunca vi precios semejantes en sea lo que sea. Y así es que está aquello que no se puede dar un paso y, de sentarse a descansar en un banco, ni te digo, que en todos ellos hay una asamblea de caribes con aspecto de estar allí para largo. Veo allí una iglesia con una cúpula enorme. Como empiezo a acusar cansancio pienso que quizá allí me podré relajar un rato. Es San Francisco de Sales. De los salesianos. Entro por un jardincillo, franqueo la puerta y, madre mía, nunca vi chose pareille, no cabía un alma más dentro del recinto sagrado. Sabe Dios qué estarían celebrando. Así que, visto lo visto, decido volverme para lo de Angelines a descansar un rato antes de ir a comer. 


Como es un poco pronto para comer decido entrar en Zara a comprar camisetas de manga larga. Todas las que tienen expuestas son de manga corta. ¡Vaya hombre, qué fatalidad!  La manga corta es un incordio para tocar la guitarra porque te suda el brazo y destrozas el barniz. Veo por allí una dependienta muy mona y le comento la jugada. Bueno, no veas la amabilidad con la que me ha tratado y las vueltas que ha dado hasta que ha satisfecho mi demanda que, total, solo ha importado quince euros. Cosas veredes...  


En el Argos me han dado de comer divinamente. Gazpacho, chipirones fritos con ensalada, melón, café, todo, once euros. Con mantelito y servilleta, blancos de algodón, camareros con mandilón negro, ventanales a la calle y ¡ah!, se me olvidaba, dos medios huevos duros rellenos de aperitivo. El no va más. 


 Y la siesta, después, en lo de Angelines, la cuadratura del círculo. 















domingo, 17 de junio de 2012

Three coins in the fountain

Al sur de la provincia de Santander -llamémosla por el nombre que mejor le sienta- hay un valle que bien pudiera ser un reino independiente por lo fácil de su defensa en caso de ataque. Valderredible. Lo atraviesa serpenteando de oeste a este un Ebro joven y caudaloso en estas épocas del año. No por los naturales deshielos primaverales sino porque los regantes de La Ribera tienen sed y piden al pantano que hay un poco más arriba que abra sus compuertas. Por el norte, limita el valle una sierra de colinas boscosas de apariencia impenetrable. Por el sur, unos imponentes farallones de unos doscientos metros de altura le separan de la Lora de Valdeajos. En medio, una vegetación exuberante entre la que por aquí y por allá aparecen conglomerados de tejados de los que emerge la torre de una iglesia. De vez en cuando, pequeñas parcelas roturadas que casi nuca llegan a la hectárea y nunca a las dos. Trigo,cebada, centeno e incluso vi una con avena... apenas para el porridge mañanero de una familia numerosa durante un mes, calculo. También patatas y maíz. Y algo de ganado bovino y ovino. Lo demás, lo de siempre, intentos frustrados de turismo. Apenas vimos gente que pareciese foránea y, luego, lo más terrible, los carteles de "se vende" se han propagado por el valle a modo de epidemia incoercible. 


Cuando salimos de la capital amenazaba lluvia y así continuó hasta la misma cima de la cordillera donde dejamos la autovía para adentrarnos por una secundaria. Entonces, el sol emergió con toda su majestad en un cielo azul radiante apenas perturbado por algunas nubes altas. En Villanueva de la Nía aparcamos el coche y continuamos en bicicleta. Un vientecillo del este nos frenaba unas veces y otras nos impulsaba. Es que la carretera cambia mucho de dirección porque sigue los tortuosos meandros del río. Apenas había tráfico. No tardamos en llegar a Polientes. Paramos en la fonda de la plaza a repostar energías. Estábamos solos en la terraza. Un lugar ciertamente envidiable. Continuamos camino, pasamos Ruerero, Ruijas, Repudio, Cadalso... ¡qué nombres! Por cierto, quizá Jacobo nos podría decir porque hay tantos nombres de pueblo en la región que empiezan por Ru. No paramos hasta llegar a Orbaneja del Castillo, ya en tierras burgalesas. 




En Orbaneja del Castillo había estado una vez hace casi cincuenta años. Y no se me olvida porque entonces vi cosa sorprendente. En medio de una plazoleta rodeada de media docena de casa ruinosas estaba plantada una vieja muy revieja toda de negro con las piernas abiertas y soltando el grifo. ¡Dios, aquello nunca se paraba! Parecía que se iba a ahogar en el charco que estaba formando. Por lo demás, no se veía un alma. Bien, pues ahora, todo aquello está santillanizado y casi que como que da grima verlo. A un lado, por donde pasa la carretera hay una cascadilla con unos pozos a los que la gente que cree en el amor tira monedas. Sí, allí se veían algunos turistas sacando fotos. Un matrimonio discutía frente a la cascada porque ella le pedía a él unas monedas para tirar al pozo y él decía que era una chorrada. Three coins in the fountain, ya saben. 


Emprendimos el regreso. El viento, en contra de todas leyes de la física, no nos era favorable. En esas gargantas profundas con tantas revueltas de poco sirve la dirección dominante del soplo. Al final, siempre predomina el remolino cambiante. Así y todo, fuimos avanzando poco a poco. Pueblo a pueblo, sin encontrar agua, llegamos a Ruerero. Nos metimos por el caserío en busca de una fuente. Seca también. Entonces, de los soportales de una casa salieron dos perrazos que parecían hambrientos. Salimos de allí escopetados y no paramos hasta Polientes. Comimos en la fonda de la plaza, todo hay que decirlo, no tan bien como otras veces. Quizá es la falta de clientes lo que deteriora la calidad. Increíble que estuviese medio comedor vacío. Siempre hubo allí cola de espera los fines de semana. 


Y allí mismo, en Polientes, hay unos lugares muy amenos a la orilla del río para echar la siesta. Así que fuimos allí, extendimos el saco, y nos tumbamos. Apenas me había cogido la somnolencia cuando me alertó el pum, pum, pum, que salía del coche de unos horteras que unos metros más allá asaban chuletas o algo por el estilo. Entonces, de repente, ceso el pum, pum, y al poco aparecieron a nuestro lado los horteras, unos chicos jóvenes que se querían tirar al río desde un árbol que era, precisamente, el que nos estaba dando sombra. Jóvenes maleducados y no por ser vascos en este caso, sino por ser el exudado pestilente de los suburbios de las grandes aglomeraciones urbanas. Todo lo invaden y ensucian con su bien fundada conciencia de impunidad. Nadie osaría pararles los pies sabiendo que mamaron de la idea de que la violencia es rentable. Bueno, no nos quedó otra que plegar el saco y replegarnos hacia la carretera para seguir con el regreso hacia Villanueva. 


No nos costó llegar. El viento había amainado y el tráfico era parco. Apenas unos veinte o así ángeles del infierno que paseaban su ruido de aquí para allá sin otro objetivo aparente que el de hacerse notar. Y, luego, de ciclistas, sólo nos cruzamos con seis en toda la jornada, según me dijo María que no se le escapa una que tenga que ver con bicicletas. 


Curioso valle el de Valderredible. Pocos lugares conocí en el mundo que me parezcan más apropiados para apartarse del mundanal ruido -excepción hecha de los citados moteros- y seguir la escondida senda por donde han ido...

viernes, 15 de junio de 2012

Activos tóxicos




Quien más, quien menos, todos, o casi todos, escondemos en los trasteros unos cuantos activos tóxicos. A veces, no sólo no los escondemos sino que los exhibimos con fervor de mancebo, que diría el clásico. Nos persuadimos con engaño de que su posesión nos beneficia y damos por livianas las molestias que nos proporciona. Los hay, incluso, de los que ni siquiera nos planteamos su cuestionamiento por considerarlos ya como parte integrante de nuestra realidad física y mental. Extensiones de nuestro ser existencial sin cuyas supuestas aportaciones  viviríamos como caballeros mutilados de los de antes de la guerra. 


Y así es que lo anteriormente dicho es preámbulo preventivo que arguye justificación  de decisiones inminentes. A saber: la malbaratación de un toyota yaris 1.33 TS de mi propiedad.


¡Ay, el coche! El don de la ubicuidad y todo eso que te asemeja a los dioses. Imprescindible, bien sur. Y sin embargo... 


Allá, cuando andaba por los cuarenta, decidí prescindir  de él. Vivía en la ciudad, así que à quoi bon, me dije. Si algún día necesito uno, lo alquilo. Y así fue que sucedió en raras ocasiones. En la ciudad hay trenes, aviones y autobuses que te llevan a todas partes mientras miras por la ventanilla, lees un libro, o, en aquellos tiempos, te fumabas un porro. Pero, ¡ay!, las circunstancias de la vida, como los designios del Señor, son inescrutables, y un buen día me indujeron a creer en la utopía campera... que descansada vida la del que huye... y todo eso que tan ladinamente nos supo vender Fray Luis. Y claro, vivir en el campo sin coche... ¡ya me dirán ustedes! Con lo lejos que queda Mercadona.


En fin, que por unas u otras de mi alocado ir y venir, aquí me veo con un coche que no uso apenas, nuevo, prodigio de la tecnología, etc., etc. Y lo quiero vender. Y, el que más me da, apenas ofrece la mitad de lo que me costó el año pasado. ¡Puerca miseria!


Ya, y entonces voy y recuerdo aquello que dijo el clásico: "de balde compra el que compra lo que ha de menester". Y entonces voy y me pregunto: ¿pero es que yo había de menester un coche el año pasado cuando le compré? Evidentemente, no, pero ya saben que el consumo compulsivo es la terapia idónea para solventar los malos momentos. Y algo de eso debió ser. En fin. Lo que sea. 


Pero es que, ¿cuanto dinero vas a tirar?, me argumentan mientras desayuno. Bueno, no sé lo que contesto, pero sí lo que pienso: que un activo tóxico es un activo tóxico, o sea, dinero que se te cayó al pozo. Así que si puedes recuperar algo, cógelo y corre y no mires para atrás. 




¡Ah!, por cierto, si alguien quiere cien, o doscientos, ejemplares de "A la sombra de la Peña Pelada" se los regalo de mil amores. 

jueves, 14 de junio de 2012

Lance de encrucijada




Éste no es lance de ínsula, amigo Sancho, es lance de encrucijada. 


En realidad, si bien lo consideramos, nuestras vidas no son otra cosa que un continuo lance de encrucijada. De ínsula, propiamente de ínsula, no los hay porque las ínsulas son una quimera.


Es como esa maldita querencia que solemos tener los humanos a tomar de asiento lo que sólo es de paso y viceversa. Bueno, si me apuran les diría que de asiento, realmente de asiento, para mí, sólo existe la muerte y poco más. El resto, la vida en general, toda de paso, a D. G..


Y eso por no hablar del no saber si el malestar es de estar hambriento o harto. Si lo que necesitas es comer o ponerte a vomitar. 


¡Jo, estamos llenos de confusiones elementales! Y así es que nuestra prima de riesgo no cese de crecer. Es como si lo que no quieres asumir desde dentro te lo impusiesen desde afuera. O yo qué sé. 

miércoles, 13 de junio de 2012

Cristianos a los leones



En Salamanca, salía de casa, tiraba calle Compañía arriba y en una de aquellas encrucijadas a la altura de la Pontificia podía ver una pintada que nunca dejaba de hacerme gracia: "cristianos a los leones".

Yo, como cualquiera de mi generación y de todas las precedentes, tuve una educación marcada por un bombardeo incesante con las consignas cristianas. Estuvieses donde estuvieses, zas, te caía una encima. Y por eso, por puro hartazgo, fue que di, como tantos otros, en el rechazo frontal, acrítico y, por así decirlo, sectario, hacia todo lo que oliese a incienso. Ardores propios de la inmadurez juvenil. Ignorancia en definitiva.

Pero los años, y las lecturas que con ellos van y vienen, afinan el juicio y cambian las percepciones. Y así es que, ahora, procuro discernir lo que de grano hay entre aquella paja que todo lo anegaba. Y, desde luego, grano, haberlo, haylo, que no en vano el cristianismo bebió, y no poco, en las fuentes del clasicismo griego, las mismas a las que acudí yo para curarme de las diversas intoxicaciones achacables a los vientos de la historia.

En resumidas cuentas que mucho es lo que me huelgo repensando algunas de aquellas parábolas a las que antaño hacía oídos sordos por venir de donde venían. Y de dos de ellas quiero dar cuenta hoy por parecerme que vienen muy como de molde para dar con la terapia más adecuada a esta somnolencia que nos señorea el espíritu con no pocas consecuencias de todo punto nefastas.

La primera es la de los talentos. Bien, no se la repito porque todos la conocen y, si no es así, les será fácil informarse al respecto. ¿Que hacer con los talentos que nos han sido dados? ¿Los arriesgamos o los enterramos? Bien, arriesgándolos los podemos perder, bien sur, y enterrándolos nos negamos la posibilidad de aumentarlos pero a cambio los tendremos seguros. Riesgo contra seguridad. Y así es como acaba la parábola:

Al que arriesga: "!Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré."

Al que se asegura: "Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes."

Bueno, ya saben, entre el clavel y la rosa Su Majestad escoja. ¿O era, Su Majestad es coja?

La otra es la del joven rico. Ya conocen, un joven rico va a él y le dice: "Maestro, ¿qué cosa buena haré para tener la vida eterna?". Y Jesús le respondió: "Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven; sígueme."

Está claro, para tener un tesoro en el cielo hay que dejarse de andar como las gallinas picoteando todo el día, ahora en esto, luego en lo otro. Hay que dejarse de mandangas y dedicarse en cuerpo y alma a aquello por lo que suspiras. 

En fin. Allá cada cual, pero luego que no se me vengan quejando.

martes, 12 de junio de 2012

El arte del birli-birloque




Ayer, así, de entrada, parecía que iba a ser un día glorioso. Lo más importante de todo, no nos engañemos, la bolsa, se disparaba hacia arriba como un cohete Apollo 11 con destino la luna. ¡Vana ilusión! Andábamos por la media sesión y el cohete perdía fuerza. Un poco más adelante y caía hecho trizas. 


Es una triste historia perfectamente previsible por lo demás. Hasta un principiante podía comprender que los cálculos matemáticos eran erróneos. No se puede despegar con el mismo combustible y cien mil kilos de más en la bodega. Se necesita más madera. ¿De dónde sacarla? ¡Ay, madre, que vienen a por mi!


El problema, decía el otro día un sabio en un programa de debate de la cadena Blomberg, es la percepción. Los humanos actuamos en función de la percepción que tenemos del ser de las cosas. Porque de la percepción nace la simpatía o la antipatía, la confianza o la desconfianza. Y ahí está el punto, que Europa en general y España en particular, son percibidas por los dueños de la pasta como territorio infestado de trileros, embaucadores, y demás oficios relacionados con la picaresca. Expertos en el arte del birli-birloque. Nada por aquí, nada por allá, y mira lo que me sale de la manga: cien mil millones. Y todo arreglado. Estos a asar chuletas, los otros a la noche blanca, los demás allá a Petra y todos a vivir que son dos días. 


Hoy leo yo, y me hago cruces, que los directivos de las instituciones financieras intervenidas sólo podrán ganar 600.000 euros. Supongo que será al año, aunque tal y como son las cosas también puede que sea al mes. Y como ésta ni les cuento porque huelga. Todo el mundo sabe que del Rey abajo ninguno, empezando por mi mismo, pocos pueden tirar la primera piedra so pena de verse envuelto en un torbellino de vergüenzas. 


En fin, acabo de poner el coche a la venta en ebay. Porque para qué le necesito yo. Y es un pastón al año. 



domingo, 10 de junio de 2012

El bombardeo que no cesa





Perdonen que insista: aquello está de imbéciles que no cabe uno más. Y el caso es que esta vez se han pillado los dedos. 


CDC -Convergencia Democrática de Cataluña- denuncia que a cada catalán le cuesta 2.200 € ser español. 


En su afán de denigrar han cometido la mayor torpeza que nunca sospecharon posible: reconocerse españoles. 


Y luego, ¿cómo es posible llegar a la conclusión de que son 2.220 y no 2.300. O 4.500, un suponer. Indiscutiblemente hablan como imbéciles para imbéciles. Con la garantía de que cuela.  



sábado, 9 de junio de 2012

El dulce lamentar


El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de cantar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
de pacer olvidadas, escuchando.


No eran pastores, pero casi, los que dulcemente se lamentaban el otro día ante el respetable: Sánchez Dragó y Savater. 

El asunto en cuestión es que al parecer se les está acabando el momio a los escritores profesionales. Ellos van y escriben un libro. Después, todo el aparato de las editoriales y los diversos medios de comunicación oficiales se ponen a su disposición para lanzarlo al mercado. Sí, el mercado, la cosa de la pasta, que suena feo cuando se está hablando de lo que se ha dado en denominar un "bien cultural".  Un "bien cultural" que es una cosa que como que mea colonia. Algo, en definitiva, para espíritus selectos que sobrevuelan el vacío existencial de la canalla. 

Sí, ellos escriben maravillosos libros, se someten a los humillantes rigores de la promoción y demás sevicias y ¿qué consiguen? Se lo diré: apenas un puñado de lectores que no dan ni para los gastos de explotación. Pero bueno, qué es lo que está pasando aquí, se preguntarán algunos. Acaso es que la sociedad se encuentra en un proceso de embrutecimiento galopante. Pas du tout, lo que realmente está pasando es mucho más divertido. El personal ha decidido que ya está bien de pasarse la vida admirando lo que hacen otros y se ha puesto ha crear por su cuenta y riesgo. Y así hemos llegado a situaciones francamente esperanzadoras para la humanidad, como es el caso de EEUU en donde al parecer el número de escritores está a punto de sobrepasar al de lectores. Sí, yo te leo a condición de que tú me leas a mí. Intercambiamos ideas con el soporte aquilatador de la escritura. Así que ya saben, de ahora en adelante nada de babardeo que eso se lo lleva el viento. 

Bueno, ya veremos...




viernes, 8 de junio de 2012

Cambio de escenario por movimiento de ficha




Por encima de la cubierta de los juzgados se ve una gran panorámica. Con la pequeña aguja neogótica de Las Salesas en primer plano y la Peña  Cabarga de fondo. Bueno, supongo que si alguna vez se va la bruma podremos ver las altas cumbres de la Cordillera Cantábrica. Y en medio de todo eso, por donde la ciudad pierde su casto nombre, es decir, el culo, lo que nunca sale en los prospectos turísticos, los polígonos industriales y demás.


Eso es lo que puedo contemplar si me asomo al balcón. El nuevo escenario después de mover ficha, por decirlo en el llano lenguaje de nuestros queridos representantes de la soberanía popular. 


 En fin, poca novedad por el momento. Lo que más, que me he tenido que enfrentar a una cocina de inducción. La clave para resolver el enigma ha sido bajar hasta el próximo bazar para comprar las cacerolas apropiadas. No todas sirven, la inducción las requiere con unas características específicas. O sea, que para acogerte a los presupuestos ahorros energéticos de la inducción debes comenzar por hacer una pesada inversión. Ejemplar metáfora de la vida en general. 


Por lo demás, no he colegido otra curiosidad que la del paisanaje que merodea por los alrededores durante las mañanas. Ayer me entretuve escuchando lo que un yonki les decía a unos colegas a propósito del juicio al que acababa de ser sometido. "Ya le he dicho al juez, yo a ese le agarro y le parto el alma...". En realidad decía el arrrrma. Y todos le escuchaban con lo que parecía devoción. Como se escucha a un protagonista. Bueno, como es de suponer, gitanos no faltan, aunque, por lo que he podido comprobar, para esta etnia, con su cultura y tal, lo de los juzgados nada que ver con lo de los hospitales. A los juzgados sólo van los presuntos implicados y no toman de asiento lo que sólo es de paso, como en los hospitales que hasta colocan tendales en los pasillos para secar las coladas que hacen en los lavabos. Y, luego, ya, para dar y tomar, con su inconfundible aspecto de ejecutivo ramplón, los letrados, de oficio y de lo otro, y ellas siempre con tacón alto. Y eso es todo por ahora, porque jueces, lo que se dice jueces, o se camuflan muy bien o entran por puerta secreta, porque yo no les he visto. 


Ya digo, mueves ficha y cambias de escenario. Ya sólo te queda esperar para ver por donde ataca el adversario. Son las reglas del juego. 













domingo, 3 de junio de 2012

Esperando a Alemania




En uno de los capítulos de "Northen exposure", "Doctor en Alaska" para mejor entendernos, aparece por el pueblo un alemán punkero que viene a traer y poner a punto un reloj antiguo que el multimillonario astronauta ha comprado en una subasta. Al multimillonario no le gusta nada la pinta del alemán pero cuando le ve trabajar se queda maravillado. El alemán es un punkero en las apariencias y un antipunkero en los hechos. 


En otra escena el alemán se va con Ed, el indio huérfano, forofo del cine, que es una especie de comodín en la serie. Están en el apartamento de Ed y van a ver una película. Entonces Ed le pregunta al alemán: "Oye, vosotros que sentís  siendo siempre los malos de la película".  


Pues sí, que duda cabe, los alemanes la hicieron parda cuando pasó lo que pasó, pero nazis y fachas que les reían la gracia les había por todas las partes, y ya está bien, creo yo, de insistir en el asunto. En cualquier caso, continuar con el ataque a esas ideologías siempre será conveniente, pero de una forma más genérica, sin que tengan que ser alemanes los que representan el mal. Porque es que ¡ya está bien, leches!


Y, además, no sólo por cuestiones de orden estético, también por razones de orden práctico, porque a nadie se le puede ocultar que hoy día Alemania vuelve a estar en el centro del mundo. No es de extrañar, ya lo dijo Noséquién, en el fondo y a la larga, las guerras siempre acaban ganándolas los que en principio las perdieron.


Y así es que, triunfadora al fin, Alemania parece tener todas las llaves para salir del atolladero. Todos le suplican. Y ella calla, pero no otorga. El que quiera peces, que se moje el culo, parece ser su lema. Austeridad, estudio, seriedad. Protestantismo, en definitiva. Está tan por encima que se la refanfinfla que el mundo languidezca a causa de la escasa demanda de cachivaches de los 500 millones de consumidores europeos. EEUU se resiente. China se resiente. Brasil se resiente. Y todos miran suplicantes hacia los malos de la película.


Y ahora, con el mundo a bout de souffle como quien dice, van los alemanes y hacen eso que a los políticos, sobre todo a los vascos, les gusta llamar "mover ficha". Han dicho, ¿queréis dinero?, bien, os lo damos, pero a cambio seremos nosotros los que digamos como lo tenéis que gastar. Elemental, querido Watson. Tu decides si aceptas el envite.


Y en el entretanto, le van suministrando bajo cuerda unos submarinillos de nada a sus enemigos del alma -según las películas-, los judíos. Bueno, en realidad sólo es para que los judíos instalen en ellos unos cuantos misiles con cabezas nucleares. Oye, la gente seria tiene que estar bien organizada, porque si no ¿quién va a estarlo?  Y reconocerán conmigo que al presente,serios lo que se dice serios, judíos, alemanes, y poco más. Acaso surcoreanos y japoneses. 

viernes, 1 de junio de 2012

Miopía magna




Yo nunca he creído que la psicología sea una ciencia ya que nada de lo que sostiene se puede demostrar de forma fehaciente. Algunos la incluyen en la categoría de las ciencias blandas lo que viene a querer decir que es algo que sólo se sustenta en conjeturas. Conjeturas más o menos brillantes que hacen en ocasiones sentir a mucha gente que se ha dado en el clavo. Y, entonces, vamos y le damos la categoría de verdad, pero no nos engañemos, nos estamos basando en sentimientos, algo que, como todo el mundo sabe, se mueven con las circunstancias como las veletas con el viento. 


En cualquier caso no tenemos mejor arma para orientarnos en la maraña de los acontecimientos que esa frágil ciencia blanda. Observamos y conjeturamos lo más finamente que podemos para, con ello, tratar de encontrar la mejor terapia para nuestros agobios. Porque, admitámoslo de una vez, la vida en un porcentaje abrumador se compone de agobios y más agobios. Y la búsqueda de la sabiduría, o del conocimiento si quieren, nunca fue otra cosa que una lucha inteligente por aliviar esos agobios, todo hay que decirlo, con muy pobres resultados.  


Les he largado este preámbulo porque hoy me pide el cuerpo    ponerme a conjeturar sobre una de las características más constante y dañina a fuer de estúpida, de la psique humana: la tendencia a exagerar. ¿Por qué esa necesidad de exagerarlo todo? Es como si se padeciese de una miopía de la percepción que necesitase de las lentes de aumento de la exageración para corregirla. Los acontecimientos sólo parecen verse nítidos bajo el prisma de la exageración. 


¿Se acuerdan lo bien que estábamos como país hace, pongamos, seis años? Era el desideratum. Quien más quien menos se estaba forrando con sus operaciones inmobiliarias. Compro por dos y mañana vendo por cuatro. Y si no vendo sé que he doblado mi patrimonio y para celebrarlo me voy a un cuatro tenedores o a un cinco estrellas al otro lado del mundo.  Así era casi todo y Dios te librase de introducir en el discurso la sombra de una duda. Entonces, te acusaban de ser como cuando la famosa cáscara amarga de antaño. Envidia y resentimiento en definitiva.


Ahora, por contra, no podemos estar, no digo ya regular, o mal, no ahora la cosa va de estar al mismísimo borde del despeñadero. Eso es lo que mola. Y por eso vuelven a tacharte de insensato, o acaso facha, si disientes. Bien, pues me da igual, que me llamen lo que quieran, pero yo disiento. 


En mi humilde opinión, que sólo es conjetura, lo que nos pasa en la actualidad no es otra cosa que  la incomodidad del adolescente al que sus padres no dejan ponerse de largo. Una crisis de crecimiento. Un cuerpo en expansión dentro de un traje estrecho. El traje de la socialdemocracia para individuos sanamente constituidos como tales. No sirve. 


Les pondré un ejemplo que conozco bien. Santander. Valdecilla. Hospital de referencia, dicen. ¡Mentira! Se quejan amargamente los caciquillos regionales porque el Estado ha cerrado el grifo de las grandilocuencias. Y ahí hay unas gigantescas obras paradas para las que nadie tiene solución. ¡Con lo fácil que sería! Como diría Critilo, sólo hay que dar con el portillo del caer en la cuenta. Me limitaré a sólo tres apuntes para desfacer el entuerto:


1.- La riqueza de una sociedad la constituye principalmente su capital humano y de eso, en el campo de la sanidad, se han dado sobradas pruebas de estar bien provistos. 


2.- La sociedad cántabra en su conjunto es lo suficientemente  rica en dinero y madura en desilusiones como para pagarse la sanidad sin que nadie venga a decirle, u obligarle, sobre la forma más adecuada de hacerlo. Si el noventa y pico de los cántabros han tenido dinero para ir a ver Petra o el Everest desde un helicóptero, digo yo que con mucho menos esfuerzo se podrán pagar una mutua privada.  


3.- Tal y como le quiso su fundador, el hospital de Valdecilla debería ser mitad público, mitad privado. Respeto obliga. Con la parte privada se ayuda a sostener la pública. Yo me formé en un Valdecilla que funcionaba así. No era la repanocha por razones tanto humanas como presupuestarias, pero había ciertos valores que convendría recuperar. Dar una asistencia más o menos igualitaria en lo fundamental a toda la ciudadanía salvando las diferencias en lo accesorio, por citar algo de no poca repercusión a la hora de cuadrar las cuentas. 


En fin, ya digo, no conviene exagerar. Lo que sí convendría, creo yo, sería cambiar de traje al niño. Ponerle de largo y que empiece a vivir su vida por su cuenta y riesgo. Sin muletas socialdemócratas, por decirlo sin rodeos.