El caso es que semejante conclusión me ha hecho gracia, no por nada si no porque acababa de leer lo siguiente en las memorias de Buñuel cuando se dedica a reflexionar sobre los comunistas: "Todo debía obedecer a los mecanismos socioeconómicos, lo cual me parecía absurdo. Se olvidaba a la mitad del hombre."
Bien, eso mismo pienso yo, que, a parte de los alumnos problematicos e inmigrantes -en mi colegio también los había- algo más habrá para diferenciar los resultados en un tipo y otro de colegio. Lo que llaman los métodos socializadores y todo eso.
Por lo demás, se podrían suscribir las apreciaciones del autor que, en su mayoría, son los lugares comunes al uso para tal tema. Pero, de todas formas, hay un parrafo que quiero comentar porque me parece significativo en lo que hace al envenenmiento ideológico que subyace en casi todas las actividades públicas de este país. Actividades que, in my opinion, debieran ser ideológicamente neutras por definición.
Sostiene Grasa: "a mí siempre me ha gustado vivir en el centro de las ciudades, no entiendo que haya un lujo mayor, aunque no todos mis alumnos están de acuerdo en esto conmigo y he discutido sobre ello alguna vez. Me gusta seguir sintiéndome, en cierto modo, un ciudadano romano y entiendo que es un priviegio vivir junto a estás murallas. Muchos de mis alumnos tampoco han ido nunca al rastro de la ciudad, que es uno de mis rincones dominicales favoritos. ¿Usted va ahí?, me preguntó una vez una alumna en tono de reprovación... Y, honestamente, no creo haber enseñado más en mi colegio de lo que he aprendido en él. En todo caso, una de las cosas que he tratado de transmitir a mis alumnos es el amor a la propia ciudad, a su centro, -y a su pasado-, y a los lugares comunes. Me doy cuenta de que no tengo nada de qué hablar con las personas que, por así decirlo, nunca "pisan el centro".
Bueno me imagino que este tipo será de los que se horrorizan si un día por error entra en un centro cormecial de las afueras. Y no digamos ya si le propones un Macpollo con cocacola a media tarde para matar el gusanillo. O si entra en un appel store. O, en fin, cualquiera de todas esas cosas que hace la gente que, como se suele decir, "vive en el siglo".
Este profe, me temo, ha visto demasiado cine francés. Del rancio. De ese que sale un tipo con cara de payaso fracasado recitando las cosas que le gustan y no le gustan. O sea, definiendose hasta la náusea. Pues muy bien, allá usted, con su pan se lo coma, pero a mí enseñeme aquello para lo que le pagan, yo que sé, matemáticas, latín, o lo que sea con un toque de ironía o sentido del humor si quiere, que lo de los gustos ya me las apañaré yo con mi propia experiencia. ¡Faltaría más!
Esto que escribes me recuerda a un profesor de filosofía rojeras que tenía yo en el instituto. Era un individuo de esos que en lugar de enseñarnos lógica, rudimentos de teoría del conocimiento y cosas por el estilo se pasaba las clases adoctrinando, contándonos su trabajada vida y en definitiva haciendo el payaso. Recuerdo que hasta nos hacía escribir nuestros sueños para sicoanalizarnos. Como resultado yo no supe lo maravillosa que era la lógica formal hasta treinta años después. A los curas que daban religión y que metían mano a los niños los empapelaron; gentuza como éste se fueron de rositas y ahora gozarán de su jubilación y hasta se manifestarán con los indignados, esos pobres muchachos cuya ignorancia muchos de ellos incluso ignoran debido a individuos como este del que hablo.
ResponderEliminarMe temo que la enseñanza oficial está llena de tipos como estos. Llenos de preferencias. No me digas tú que no es como para dar patadas en el culo a un profesor de filosofía que no tiene de qué hablar con alguien que no "pisa el centro".
ResponderEliminarNacho, ¿está por ahí? Ya he conseguido "Déjame entrar". Voy a organizar una audición pública. Ya te contaré.
ResponderEliminarPues la verdad es que no me parece raro. Desde hace treinta años las facultades de letras están llenas de los desechos humanos de las de ciencias. Un día de estos voy a tener una reunión con el rector de Salamanca, que es matemático. Le voy a hablar de mi plan de cómo convertir a su universidad -o a cualquiera- en un centro de élite, algo muy sencillo: hacer del algebra superior una asignatura troncal que se imparta en todos los cursos de todas las especialidades, con mayor exigencia, si es posible, en las escuelas de humanidades. Argumentos sobran. Platón: "Nadie entre en estos muros que no conozca geometría". Ortega: "Lo que no se sabe en números no se sabe en absoluto".
ResponderEliminarMe parece una idea no sólo genial sino también absolutamente necesaria. Esa excusa tan utilizada de que no hago ciencias porque no ne van las matemáticas es la mayor falacia de la historia. Al que no le van las matemáticas es porque tiene problemas de comprensión del lenguaje. Y luego,claro, estudian letras y acaban diciendo las cosas que dicen:tópicos por lo general.
ResponderEliminarEso es así: la educación debería ser no la enseñanza del gusto o no gusto, sino de los lenguajes. Además su cultivo obliga a la disciplina y al rigor, que son dos instrumentos imprescindibles para la labor académica. Antes por lo menos los de letras tenían que aprender latín, lo que les exigía una ciertas costancia y eso, disciplina. Desde que desapareció la obligatoriedad de esa disciplina ya ves cómo están las cosas...
ResponderEliminarSí, desde luego, es de chiste. Conocí en Salamanca a licenciados en historia que sólo habían leído a Tuñón de Lara. Herodoto y Tucidides, ni oír hablar. Y lo bueno es que eran adjuntos, o como se llame, en la facultad. Pero bueno, supongo que un tipo como yo, que anda siempre de aquí para allá, por los figones y tal, por fuerza tiene que conocer a lo peor de cada cosa. Y lo mejor también, pero por casualidad.
ResponderEliminar¡Vaya dos! JP
ResponderEliminarPatas para un banco, Juan Pablo. Nos falta la tercera.
ResponderEliminarP.: Herodoto y Tucídides eran obligatorios tanto en Historia Antigua como en Latín de comunes en Gª e Hª (tb Veleyo Paterculo, por cierto). Latín y griego, ídem en BUP. Creo que P. se refiere no a la generalidad sino a alguno de aquellos mediocres que, según se decía, hicieron o terminaron su carrera durante la transición sin dar palo al agua y se limitaron a dar el saltito del pupitre al estrado de su facultad. Los buenos alumnos de aquellos años, al parecer, escaparon corriendo de las facultades y opositaron a medias. De estos últimos a mí me tocaron unos cuantos en el instituto.
ResponderEliminarS.: mala suerte veo que tuviste en tu instituto del extrarradio (que fue el mío, tb) con tus profesores, porque tu historia de bachiller nada tiene que ver con la mía. Mi profesor de Filosofía no solo era (y es) un reputado rojeras salmantino, sino que nos daba excelentes clases de historia de la filosofía, de psicología y de... lógica proposicional, por supuesto: entretenidísima, todo hay que decirlo, y muy útil para destripar argumentarios idiotas de los que, por ejemplo, abundan en la política hoy en día. ¿Y qué puedo decir de aquel profesor de matemáticas, en el mismo instituto de barrio, que un buen día, sobre la marcha, respondiendo a una duda de una alumna, nos explicó una por una las leyes de la termodinámica con la precisión y didactismo de una wikipedia? Fíjate: aun recuerdo aquella magistral clase y el flequillo del profesor aquel con el que marcaba el compás de su disertación. En fin, tengo numerosos y buenos recuerdos de mis profesores de bachillerato. Incluso lamento haber extraviado los apuntes y ejercicios de Lola Burdiel (q.e.p.d.) sobre análisis sintáctico, pues eran insuperables. Ignoro cómo están hoy día los estudios de bachillerato y de carreras de letras, pero los míos no fueron tan negros y sombríos como sueles pintarlos. JP
Si Heródoto y Tucídides eran obligatorios en Latín de comunes, apaga y vámonos...
ResponderEliminarTienes razón JP. Cada uno cuenta la feria... Mi bachillerato fue a base de profesores salidos de la universidad de Bujedo, primero, de Astudillo, después. A D.G. mis padres me pusieron profesores particulares para apuntalar el edificio. Los únicos que recuerdo con agrado son unos que tuve en Valladolid a donde me mandaron un verano porque había suspendido el preuniversitario. Recuerdo perfectamente al de física y al de francés. Como se suele decir, eran una pasada. Notaba que con ellos aprendía a toda mecha. Creo que hasta saqué buena nota en el examen de septiembre. Quizá fueron aquellos los primeros que tuve que se limitaban a enseñar la materia para la que habían sido contratados. Y esa es la cuestión para mí y de la que he querido tratar en esta entrada. Ese afán de adoctrinamiento que se ve por todas partes en este país. No sólo en la enseñanza. Lees El País o el ABC y dan ganas de vomitar. No pueden sustraerse ni por un instante de la intención primordial de llevar a los borregos a su aprisco. Da la impresión que lo único que quieren es hacerse con la llave de la caja para entrar en ella a saco. En fin, no sé, quizá en todos los sitios es igual y lo único que cambia es la fineza de las formas. Aquí, desde luego, in my opinion, son burdas.
ResponderEliminarCierto: hoy día solo puede uno fiarse del boletín oficial y de www.elmundotoday.com
ResponderEliminarEl resto (que obviamente ni compro ni leo salvo titulares por internet o vía www.meneame.net) son panfletos. Sobre las teles y conoces mis nulos hábitos.
Vale, S. Tocado. P., por favor, corrige mi post y donde decía Heródoto y Tucídides obligatorios en Latín pon obligatorios en Hª Antigua y añade "convenientemente refreídos en un manual". En cualquier caso, a estas alturas no diferencio ya griegos de romanos. Es más: es posible que nunca los haya diferenciado, pues una cosa es la docencia y otra mi aprovechamiento como alumno, que en esas materias deja mucho que desear. JP