Por así decirlo, tengo dos ventanales en mi salón. Uno se abre al mundo. Otro, al entorno. Y, la verdad, no sé a cuál de los dos hacer caso porque lo que me muestran uno y otro no concuerda en absoluto.
¿Estamos tan mal como dicen desde uno? ¿Estamos tan bien como me parece que está cuando observo desde el otro?
Escuchaba esta mañana a la cancillera de los alemanes decir con mucha circunspección que habrá que hacer grandes sacrificios durante bastantes años. Miraba para otro lado y veía como entraban y salían sin parar los aviones cargados de personas que, en su mayoría, juraría, van de aquí para allá sin otra finalidad que la de matar un ocio que amenaza insistente su salud mental.
Es un problema sin solución porque está mal planteado desde el principio, aseguraba un parlamentario británico acerca de la crisis del euro. Y al volver la cabeza veía que el aparcamiento del centro comercial, allí, al fondo, estaba que no cabía un coche más.
Bueno, ayer era un día y hoy es otro. Y entre los dos, en el silencio de la noche, alguna hada buena tiró de varita mágica. Porque de no ser así, ¿cómo explicar esta casi ascensión a los cielos que hoy se ha producido en los mercados de renta variable? Y, después, todos esos comentarios augurando un futuro de rosas.
Desde luego que esto es para volverse loco. Y todo por no tener banda ancha. Que si la tuviese a buena hora me iba a enterar yo de lo que dice la cancillera, el parlamentario inglés y la madre que les parió a todos. Estaría, por ejemplo, entretenido buscando información para resolver unos tontos problemas de combinatoria que se me ocurrieron ayer. Pero, ya digo, los de Telefónica me están haciendo sufrir. Se deben de estar vengando porque en lo que va de año les he hecho cambiar la línea cuatro veces. Un año agitado, lo reconozco, pero sólo he hecho uso de los derechos inalienables que me confieren los deberes insoslayables del abonado. La verdad es que ya estaría conectado si no se hubiese producido una incidencia. Es lo que tienen las fronteras, que lo que parecía Nueva Montaña va y resulta que es Peña Castillo. ¡Vaya por dios! Otra vez a empezar con los trámites. Paciencia que han de tener los que gustan de la trashumancia.
Yo también vi a la cancillera por una televisión alemana en internet. Parecía la reina del mambo ("conviene dramatizar, que la gente si no...").
ResponderEliminarPues no sé, a mí me pasa lo mismo que tú dices: puede ser que estemos al borde del abismo, pero yo por ninguna parte lo veo. Lo que veo es a los muchachos como siempre, paseándose de la mano por el campus que dan envidia (algo que por cierto, no hacían hace veinte años). Quien tuviera treinta menos...
¡Anda Jacobo que tu con treinta menos estarías dándole al biberón! No niego que seas inteligente pero bebé prodigio lo dudo.
ResponderEliminarHombre, Jacobo, treinta me parecería bien para mí, aunque no sé. Acuerdate de lo que le decía Celestina a Melibea. ¿Quién cuando esta al final del camino, después de una larga jornada de fatigas, quisiera volver a comenzar? Bueno, ya sé que es un sofisma, pero a veces cuela.
ResponderEliminarAnda, que vosotros sí que seréis muy listos, pero contar, contáis de pena... Hace treinta años yo tenía exactamente la edad de mis alumnos, chachos...
ResponderEliminarFa vint anys que tinc vint anys (JMS)..., Con diez años de menos qué feliz (SR)... No volveré a ser joven (JGdeB)... En fin: ¡cuánto ocioso por estos lares! JP.
ResponderEliminarhttp://youtu.be/vhcyCH0DIyk
No me digas,Jacobo, que te cambiarías por tus alumnos. ¿Para hacer qué?
ResponderEliminarJP, totalmente de acuerdo, demasiados ociosos para cosa buena. Por cierto que me creo lo de JMS, porque es que los hay que ni a patadas en el culo aprenden. Pero también reconozco que la condición de charnego es un handicap que muy pocos superan. Oye, os habéis fijado la que le han montado a Peces Barba. Hasta qué punto anda esa gente escocida. Les tocas la patria y parece que les has tocado los cohones.
Si tuviera que cambiarme por alguno sería por mis alumnas, que me parece que se lo pasan mejor que ellos. De hecho la que puede se echa un novio de por ahí, de los que hay a elegir en el campus. La más guapa anda con un negro hermosísimo africano que da gloria verlos. Ayer en la BBC me enteré de que las japonesas viven un promedio de cinco años más que los hombres. No me extraña.
ResponderEliminarLo de Peces Barba es la caspa total. Primero, poco ha aprendido de la vida si a su edad no sabe que a los idiotas no hay que hacerles el juego. Si hubiera que responder a todas las sandeces del Avui, infinitamente más ofensivas que la bobada que dijo Peces-Barba -que yo vengo diciendo veinte años y más en serio que él- sería no parar. De todas maneras me he convencido de que lo mejor es ni nombrarlos. ¿Que quieren independencia? Por mí que hagan lo que quieran y con su pan se lo coman. Ellos serán los perjudicados: a poco que piense uno se da cuenta, así que no hay más que hablar. De los vascos, otro tanto de lo mismo. Como si esas chorradas de campanario tuvieran la más mínima importancia. Que vean un poco de mundo, que de algo les servirá.
Bueno, pues ya sabes lo que tienes que hacer. Te vas al monte y paseas por allí a la búsqueda de dos serpientes copulando. Cuando las encuentres las interrumpes el acto. Automáticamente quedarás convertido en alumna. Pero luego, si te preguntan, no le digas a nadie la gran verdad porque te puedes quedar ciego.
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