Hace unos días, como el que no quiere la cosa, caí sobre "Milou en Mai". "Milou en Mayo" es una película francesa de los años ochenta o noventa que cuenta los hechos acaecidos un día cualquiera de aquel famoso mayo del sesenta y ocho en una casa de campo del sur francés. Una familia francesa se reune allí para hacer una exhibición de joie de vivre por todo lo alto. Joie de vivre o, para que mejor se entienda, de discreto encanto de la burguesía. O sea, la burguesía viviendo con discreto encanto, una mezcla de decadencia y despilfarro. Humor negro, en definitiva. Un invento muy francés que, malheureusement, está muy extendido por toda la ribera norte del Mediterráneo. En fin.
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Hace dos o tres día estuve escuchando una entrevista que le hacían un par de periodistas de postín a Nicolás Sarkosy. Bien, pues los del postín estuvieron todo el rato intentando sacar a relucir todos esos trapillos sucios que son inevitables en cualquier familia por mucho que todos sus miembros sean de comunión diaria. Pero Nicolás no se dejó arredrar, fue a lo suyo que no era otra cosa que la pedagogía pura y dura para escarnio de tibios y amigos de cuadrar el círculo por arte de birli-birloque.
Pues sí, dijo con esa vehemencia desengañada que tan bien sabe representar, hemos vivido treinta años en la mentira y ya va siendo hora de que asumamos nuestra situación real. Treinta años, desde que la producción industrial empezó a trasladarse a los países emergentes y nosotros hicimos como si eso no tuviese por qué afectarnos. Treinta años en los que no ha parado de aumentar nuestra demanda de crédito. Bueno, ¿pues saben lo que pasa ahora?, que la mayor partida de nuestros presupuestos, mayor incluso que la que dedicamos a sanidad y educación, va destinada a pagar los intereses de esa deuda. Y eso se tiene que acabar. De hecho se ha acabado ya. Sólo le faltó añadir, caiga quien caiga.
Así de contundente se mostró. Y no, al parecer, por propia iniciativa. Cuentan las malas lenguas que había estado los últimos tiempos intentando amañar estratagemas en el Banco Central Europeo para así amortiguar en lo posible el impacto de un frenazo en seco del crédito. Pero, también al parecer, fue la Sra. Merkel la que dijo que na-nay, que aquí se acabaron las componendas y que cada palo tiene que aguantar su vela. O sea, una verdadera tragedia. Al carajo la famosa joie de vivre. ¿Qué va a ser de nosotros, los ribereños felices?
Hay ciertos europeos a los que esta tragedia les trae al fresco: los fineses, digamos. Tuvimos treinta años para aprender a hacer con cerebro lo que antes hacíamos con músculo (y que lo iban haciendo entonces chinos, indios y demás gentecita por nosotros). Ahora resulta que los graduados de los institutos de Shanghai saben más matemáticas que muchos de los licenciados de nuestras universidades, muchas y la mayor parte prescindibles.
ResponderEliminarHa sido una pena que los moros hayan tenido sus revoluciones y la gente se haya venido para acá amortiguando la crisis: si todas las crisis son una oportunidad para cambiar, esta lo es por partida triple, por lo menos. A ver si sabemos verlo a tiempo.
Esperar para ver. De momento todo parece indicar que se impone el gusto por la decadencia al estilo Juvenal, Petronio y demás. Hoy, en el menú del restaurante del Corte Inglés la sugerencia del chef era aguacate relleno de bacalao y crema de auberginia. Lo he pedido por curiosidad. Era una mierda, pero no veas el curre que tenía. Menos mal que el pollo al chilindrón que he comido después estaba en su justo punto. Pero ya me dirás, un menú de 10 euros... tres platos, bebida y pan. La de viajes que ha tenido que pegar el camarero. Parece imposible que pueda funcionar, pero funciona, todo hay que decirlo, gracias a que los esclavos no saben que lo son.
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