miércoles, 29 de junio de 2011

El chico de los recados











"Tú, hijo, primero, algo seguro. Después, ya se verá". Es lo que suelen aconsejar los padres pequeño-burgueses a sus retoños. Algo seguro, o sea, un sueldo por cuenta del Estado.

El caso es que llevamos una temporada, aquí, en España, que la cosa de la política está de un monótono que da casi asco. Los unos que quieren elecciones anticipadas y los otros que las elecciones cuando toquen. O sea, en román paladino: los unos quieren pillar sueldos, los otros no quieren perderlos. Porque que nadie se engañe, la política será muchas cosas bonitas e interesantes, pero sobre todo es sueldos. Cientos, miles de sueldos que se evaporan si pierdes el poder. 

Porque no se trata sólo de los sueldos del político visible, no, el gran botín son los otros miles que se construyen por delegación. Tertulianos en televisiones públicas, consejeros áulicos, etc.. Hay todo un ejercito de adheridos a los partidos políticos que se pasan la vida chinchando para ayudar a los suyos a conquistar el poder. Y cuando suena la flauta, ¡ale!, todos a chupar de la piragua sin parar.

Esa es la verdadera cuestión de la que nunca se habla. Los sueldos. La política como máquina de generar sueldos. Sueldos fabulosos para profesionales mediocres. No hay actividad que remunere mejor en términos relativos. Porque a diputado puede llegar el chico de los recados que pega sellos en la sede local del partido. Delibes lo explicó muy bien en aquella premonitoria novela, "El disputado voto del Señor Cayo".

Mal asunto en cualquier caso. Si alguien sabe se apartará de eso. No se querrá fatigar convenciendo a los recadistas. Y menos a los recadistas crecidos. Buena gana teniendo curre en otra parte. Aunque sea en ese mundo abyecto de la empresa donde sólo mueve el beneficio.

Lo demás es ciencia ficción. Como aquel país que visitó, creo recordar, Gulliver, en el que los políticos nunca podían ganar más en su cargo público de lo que ganaban anteriormente en su cargo privado. Y si no había habido privado nunca podía haber público. Todo un test de competitividad. 

martes, 28 de junio de 2011

Reconversión industrial

Aprovechando la moderada caída de las temperaturas he agarrado la bicicleta y me he llegado a Monzón de Campos pasando por Husillos. Un paseo mañanero la mar de agradable, para qué lo vamos a negar.

Monzón es, en mis recuerdos, el pueblo de la azucarera. Pasaba por allí cada vez que iba a Valladolid o Madrid a estudiar o lo que fuese. Desde el tren se podía contemplar el trajín de la fábrica.  Había veces que se podían ver a la entrada filas interminables de tractores con sus remolques cargados de remolacha esperando el turno de descarga. A veces, por lo visto, esperaban días. Sería, lo de las colas, en octubre, o quizá primavera, porque la remolacha acepta diversas épocas de siembra y, por tanto, de recolección.


    El caso es que la azucarera no es hoy día más que un amasijo de arqueología industrial. Y las viviendas de los obreros, un pueblo fantasma. Una pena, porque todo indica que aquello tuvo que ser armónico, pero el progreso es entre otras cosas eso, la sustitución de lo que es todavía útil por otra cosa que es más útil todavía. Y a las pruebas hay que remitirse: no sólo hay más azucar en las estanterías de los supermercados sino que, encima, es más barata. Y probablemente mejor.

 Pues bien, si la azucarera murió, no tuvo el mismo destino la excrecencia que, como por ley natural, le crece a un lado a toda azucarera digna de tal nombre. Me refiero al burdel. De todos es sabido que los burdeles más grandes de España están en pueblos con azucareras a pleno rendimiento. En Monzón de Huesca y en Benavente de Zamora, sin ir más lejos. Supongo que la causa del asunto consiste en un problema de descargas: una pide otra. Se descarga el remolque de remolacha y con lo cobrado se va a descargar los bajos fuertemente recalentados por las largas esperas con el motor al relentí. O algo así. 

El caso es que en Monzón de Campos no sólo no ha decaído el burdel sino que ha crecido y mejorado el servicio con la instalación de aire acondicionado en todas las habitaciones. Y no sólo eso, por lo visto, la demanda de servicios es tanta que se han visto abocados a abrir un nuevo local, el King II, en el que todo parece indicar que se apunta a la excelencia.




Y luego, por si fuese poco con lo de las hetairas, también está lo de la economía sostenible. Sobre todos los alcores que dominan la llanura monzónica  se han instalado molinos de viento que giran alegres sus aspas cuando Dios quiere que sople el viento. Por cierto que tiene mucha gracia el rechazo que se exhibe en ciertos ambientes hacia esos molinos. Como si fuesen cosa de mal gusto. Y luego van corriendo a La Mancha,  o a Holanda, a quedarse extasiados ante todos esos molinos quijotescos que son una antigualla que no sirve para nada. Desde luego que...

lunes, 27 de junio de 2011

Por vocación

Un tipo que ha llegado a un puesto político muy alto en el País Vasco ha dicho que "llegará el momento en el que ETA se disuelva por vocación".

Para empezar les quiero decir lo que para mí significa "muy alto" cuando me estoy refiriendo al País Vasco. Pues "muy alto" en el País Vasco es el equivalente a un "muy bajo" en cualquier otro sitio de España al que ha sido preciso elevar de categoría gracias a su habilidad para el matonismo. Dejen esos señores de tener amenazado al personal y quedan en casi nada.  Un matadillo de provincias.

En resumidas cuentas que, como es un matón, abre la boca y al instante tiene mil micrófonos dispuestos a amplificarle la ocurrencia. Porque eso de la vocación no me negarán que ha tenido que ser una ocurrencia. Una ocurrencia muy española. Española de cuando aquella España de la espada y el altar. La España, en definitiva, de la que no se quieren apear unos cuantos millones de españoles, casi todos de origen vasco, para qué engañarse.

Yo, por cuestiones meramente biológicas, me vi obligado a pasar la infancia y juventud en aquella España de marras. Eran tiempos en los que, por un casual, podías sentir la llamada de Dios y entonces iba la gente y decía que tenías vocación. Y el caso es que de todos es sabido que en el País Vasco el número de esas llamadas divinas se multiplicaban por diez, o acaso veinte, respecto a las del resto de los territorios nacionales. No por nada sino, meramente, porque así lo quería Dios. Su pueblo elegido y tal, supongo. 

Y así es que, fieles como ninguno a la tradición, van los aberzales y no pueden dejar de hacer lo que sea que hagan si no es por vocación. O sea, mato por vocación, dejo de matar por vocación. Y los demás lo tenemos que comprender. Porque ellos no tienen mala intención. Sólo tienen vocación, o sea, mandato de Dios. ¿Y quién puede nada contra eso? A no ser, claro está, se me ocurre, que surgiesen por ahí otros vocacionales de signo contrario. Tendríamos entonces una especie de choque de partículas elementales del que se desprendería un a modo de "esto se está poniendo feo, tío" que obligaría a los responsables del acelerador a cortar la corriente.

jueves, 23 de junio de 2011

Lo comido por lo servido

Ahora, cuando apenas llevo una semana instalado en una pequeña ciudad, recién venido de la aldea a donde había acudido desde una gran urbe, me pregunto sobre algo que suele ser tema de conversación intranscendente cuando no hay nada mejor de qué tratar. ¿Qué sitio es más agradable para vivir, las metrópolis, las ciudades por los ciento y pico mil habitantes, el campo...?

Bien, pues si he de ser  fiel a la memoria de mis emociones al respecto, les tendré que confesar que tanto da que da tanto. Es decir, lo comido por lo servido. Lo que en un sitio son ventajas en otro son inconvenientes y viceversa. Y a la hora del balance sólo encuentro un parámetro para marcar diferencias: el grado de anonimato. Lo cual, por cierto, no es cuestión baladí.

Del pasar desapercibido al estar permanentemente controlado hay un gran trecho que se mide por habitantes por kilómetro cuadrado. Así es que cuando menos personas tienes alrededor más ojos te observan y cuantas más personas te rodean más transparente te vuelves. Y eso, cada cual, en diferentes momentos de su vida, lo sobrelleva con diversa afición. Los estados de ánimo, el grado de autoestima, y todas esas cosas que configuran el carácter, tienen que ver con la aceptación o no del destino que tocó en suerte.

Decía todo esto porque acabo de leer un artículo que dice que los habitantes de las metrópolis desarrollan alteraciones en las regiones cerebrales que controlan las emociones y el estrés. Como no podía ser menos lo acaban de descubrir gracias a la resonancia magnética. Y, además, parece ser que esas alteraciones hacen que se sea más propenso a desarrollar esquizofrenia. ¡Vaya por Dios!

Por otra parte, estoy cansado de leer artículos en los que se asegura que los habitantes de las zonas rurales tienen el doble de probabilidades de desarrollar cánceres de todo tipo. Dicen que es a causa de la utilización masiva  de fertilizantes y pesticidas, pero para mí que quizá tenga también que ver con las dosis de aburrimiento que tienen que tragarse.

Porque, vamos a ver, ¿qué es lo que produce más ansiedad y, en definitiva, estrés, el continuo miedo a no llegar a la hora convenida de la gran ciudad o el aburrimiento del haber llegado ya sin haber salido de casa de la vida de la aldea?



Yo, la verdad, como tengo una cabeza de chorlito, cuando me ataca lo uno, corro a buscar lo otro.  Y de Guatemala suelo ir a Guatepeor. Aunque, confieso, por el camino paso unos días la mar de entretenido. Y, ahora, pretendo haberme quedado en el justo medio, la pequeña ciudad, con vistas a la catedral gótica y al Cristo del Otero. Ya veremos lo que da de sí.    

miércoles, 22 de junio de 2011

Outfit

 


















Desde luego que hay noticias que dan la vuelta al mundo y no es para menos. Tal, por ejemplo, ha sido ese pecho al descubierto que se le ha visto a Jennifer  López con ocasión de una gala para una televisión alemana. El caso es que, la Sra. López lucía un outfit espectacular, lo que no fue óbice ni cortapisa para que le jugase una mala pasada. La Sra. López se agachó y el outfit dejó escapar el pecho en cuestión. Y se armó la marimorena. Echaron humo todos los teletipos de las redacciones de los principales medios de comunicación a escala planetaria.

Bueno, el caso es que una vez vi, por televisión, claro, como casi todas las cosas importantes que suelo ver, a Jennifer danzando y cantando, al frente de una gran troupe, en un estadio de New York. Quedé absolutamente prendado. Tal era la fuerza "orgónica" que desprendía aquella imagen casi sobrenatural. Como de Artemisa o así. Que ya se sabe que si la ves desnuda, por una casualidad, te quedas de piedra. Bien pues no iba desnuda, pero su outfit para la ocasión resaltaba tanto sus juveniles encantos que todavía los tengo vivos en el recuerdo. ¡Dios, qué diosa!

Porque no nos engañemos, habrá en el mundo todas las crisis que se quieran, con sus dignos e indignados, y demás figuras de reparto, pero llega Jennifer, enseña un pecho, y todo el mundo a formar en posición de presenten armas. Y es que, por mucho que las circunstancias aprieten, el personal no olvida lo que son las prioridades. Esas imágenes que activan la vida fantasmática del niño que seguimos siendo todos, salvo los enfermos, a todo lo largo de la vida. Vida fantasmática, fantasear, soñar despierto, construirse historias imposibles... dicen que al que perdió eso le crecen los enanos por todo el cuerpo. El mal psicosomático que le dicen.

Por cierto, esa exhibición de pecho, ¿casual o intencionada? Aunque pal caso...

martes, 21 de junio de 2011

Les frères Bogdanoff



La primera vez que les vi me quedé de una pieza. Fue en uno de esos talk-show tan frecuentes en las cadenas francesas los viernes por la noche. Todo va de triunfadores que ríen y ríen sin dar pábulo al menor atisbo de modestia. Se diría que esos espectáculos son representaciones del Olimpo con todos sus dioses en estado de gracia gracias a las copas servidas por Ganimedes. O algo por el estilo.

Así, a primera vista, pensé que se traba de unos mellizos a los que la acromegalia no había conseguido doblegar la autoestima. Los tipos se expresaban con tal facilidad y alegría sobre temas científicos que no podías por menos que rendirte a su encanto. Que bien, me dije, que la razón sepa sobreponerse a las emociones y dar lugar a que un par de monstruosos jóvenes se hayan convertido en prestigiosos divulgadores de la ciencia.

Luego, puede observar que la pareja no paraba de salir en televisión y siempre con el mismo tono elevado, como si de transmisores de la buena nueva se tratase. Y me empecé a interesar por ellos.

Acromegálicos, me dije, no creo porque las manos y resto del cuerpo no acusan el tirón óseo. Jóvenes, tampoco, porque nacieron en el 49. Me enteré de que en los 70-80, guapotes y tal, presentaban en la televisión oficial un programa sobre ciencia ficción, "Temps X", que tuvo un éxito notable. Después, acrecentaron su fama por medio de la publicación de un trabajo sobre el Big-bang en una revista científica de prestigio internacional . La cosa trajo cola y no precisamente por la calidad del trabajo sino por cómo había podido pasar los filtros de fiabilidad de la citada revista. Porque pronto se vio que todo ello no era más que un fraude. Pero, dio igual lo que dijese la comunidad científica, la fama de los hermanos Bogdanoff no hacía más que acrecentarse. Y ahí siguen.

Ahí siguen, aunque ahora su atractivo, si no me equivoco, no es su calidad como divulgadores ni su habilidad como showmans. Ahora es el morbo que procura su físico. ¿Cómo es que se ha podido producir tal transformación? Bien, pues se sabe que los Bodganoff son adictos a la cirugía estética. Estética por decir algo, claro está, porque sería mas apropiado decir antiestética. O cirugía afeadora. Porque, leches, qué tipos más grimosos y, sin embargo, cuando les ves en el plató desplegando sus encantos quedas prendado.

Implantes óseos en pómulos y mandíbula, engrosamiento de labios, estiramientos de piel... y todo por mor de permanecer en el candelabro, como dijo Noséquién.

En fin, qué tiempos estos que nos ha tocado vivir.    

lunes, 20 de junio de 2011

Orgón

Allá, por los años de Maricastaña, se puso de moda entre los indignados de la época un tipo curioso, de nombre Wilhelm Reich y profesión psiquiatra. Sostenía el tal Reich que todos los males del mundo se podían curar follando. Y escribió un libro en el que fundamentaba su teoría. "La función del orgasmo", le titulo. Ni que decir tiene que a mí y a mis amigos de entonces, rozando los treinta a la sazón, nos encantó todo aquel cúmulo de suposiciones agradables. En realidad, no hacía otra cosa el texto que dar cobertura ética, y acaso estética, a nuestros lúbricos deseos, por otro lado los casi únicos que se suelen tener a esas edades.

El eje central de la fundamentación de su teoría, lo sustentaba Wilhelm en la existencia  del orgón. Los  orgones, según él, son partículas de energía sexual que se desprenden de los cuerpos de las personas cuando la ocasión la pintan calva, es decir, que tienen a alguien al alcance de sus deseos. Y lo mejor de todo es que esas partículas son, siempre según él, cuantificables.  Y para cuantificarlas fue que inventó el orgonómetro.

Bien, pues les cuento esto porque me he pasado el fin de semana recorriendo la senda para bicicletas que va de Los Corrales de Buelna a Suances. Todo aquello está para comérselo.  Parques, instalaciones deportivas, centros de rehabilitación para viejos, y todo del dominio público. ¡Dios, qué bien se explica uno recorriendo esas rutas el déficit presupuestario de nuestros ayuntamientos! Pero bueno, por lo menos eso queda, aunque ya se notan los estragos del uso ciudadano no corregidos por el que debiera ser preceptivo mantenimiento. Se ve que se acabó la pasta. En fin, ya veremos si al copago sanitario y escolar no le añaden el copago de los lugares de ocio. Los que practican golf, tenis, frontón, etc, bien podrían apoquinar por el uso y disfrute de las instalaciones. Pero ésta es otra historia que ya se encargará de escribir "a la fuerza ahorcan".

El caso es que si les he traído a colación en la misma página tan dispares asuntos no crean que ha sido porque se me ha ido la olla o cosa semejante.  No, ni mucho menos: hay un claro nexo. Resulta que en uno de los puntos de esa ruta, cuando bordea Torrelavega por el oeste, se pasa frente a un bloque de viviendas modestas en uno de cuyos bajos se ubica un bar de nombre "ORGON". La verdad es que iba tan cansado  cuando pasé por allí que ni siquiera tuve fuerzas para detenerme. Pero me quedaban energías suficientes para prometerme otra incursión en el territorio con el único propósito de inspeccionar de cerca el mentado bar. No sé, porque Torrelavega siempre ha sido lugar donde habita gente muy puesta en todo. El otro día les citaba al gran Barrett que nació allí. En fin.

viernes, 17 de junio de 2011

00037, nuestro hombre en Patrás

Sostiene 00037, nuestro hombre en Patrás, que los indignados griegos de la plaza de Patrás, después de ingerir su retzina con la consabida ensalada regional, parecen tan poco indignados como sus colegas españoles después de ingerir, o inhalar, sabe Dios qué. 

Me ha recordado mucho a lo que me pasó a mí y a tantos mindundis como yo, durante aquellos tiempos turbulentos que se conocen como los “años de la transición”.  Nos pasábamos el día intrigando y debatiendo sobre lo humano y lo divino sin tener la menor idea de nada. Nos sentíamos protagonistas porque alborotábamos el cotarro. Y luego, ya, por noche, en El Pesquero, los bocartes con ensalada, bien regados, por supuesto, y aquello era la gloria.  

La verdad, sin embargo, era bien distinta. En un sistema político completamente agotado, los auténticos detentadores del poder, los fácticos que se dice, disputaban entre ellos sobre la mejor salida del atolladero. Y, mientras llegaban a un acuerdo, nos dejaban incordiar un poco para, así, tener entretenido e ir acostumbrando al personal. 

Ahora, creo, pasa lo mismo. Los indignados, para entretener. Y mientras tanto, los de la pasta, andan en escaramuzas entre ellos. Que los de los bancos  y fondos de inversión retrasen el cobro de la deuda a los griegos, sugiere el ministro alemán de finanzas. Y de paso le ponen un pleito a Botin por evasión de impuestos, supongo que para ablandarles la voluntad a los banqueros. Bueno, no quiero atormentarles con suposiciones de lo que en realidad se está cociendo. Pero que la cosa está cambiando, eso que nadie lo dude. De ésta, me temo, las barbacoas que instalaron en sus chiringuitos campestres los españolitos y demás sureños, van a echar muy poco humo en lo sucesivo.

En adelante, como los chinos. Si ellos pueden, los europeos del sur, también deberán poder. A la fuerza ahorcan. Ni fines de semana con chuletas a la brasa, ni atardeceres de cañas en la terraza del bar. A mirar por su negocio sin pensar en el convenio. Y los jubiletas, que se olviden de Benidorm y demás prebendas por mor de su voto en las próximas elecciones. Se tendrán que conformar con el tai-chi mañanero en la plazoleta del barrio. 

Ya lo dice Beigbeder, estamos en los comienzos de una gran intoxicación colectiva.  
  

martes, 14 de junio de 2011

Las élites.

Afortunadamente las cosas no son ni blancas ni negras. Siempre hay matices que desfiguran el tópico. Así es que, por poner un ejemplo, la prensa socialdemócrata por excelencia va, agarra, y se suelta hoy con un artículo de Cesar  Molinas que muy bien pudieran suscribir cualquiera de los aguerridos defensores de la ideología neoliberal-conservadora. Desde luego que nunca lo suscribirían los que velan armas por la pureza de la justicia distributiva... aunque no haya mucho que distribuir.


Cita Molinas una frase de Ortega, el, por así decirlo, techo del pensamiento español. "Lo característico de España no es que la Inquisición quemase a los heterodoxos, sino que no hubiese ningún heterodoxo importante que quemar. Cuando por casualidad ha habido algún heterodoxo español importante, se iba fuera, como Servet, y era fuera donde lo quemaban".


Esa es la cuestión, que debido a esta irrefrenable pulsión redistributiva nunca tuvimos heterodoxos para nada que mereciese la pena. Y cuando alguien apuntaba formas, como ahora se dice, no tuvo otra obsesión la chusma que destruirle. El otro día les comentaba sobre Barret, un tipo nacido en Cantabria por los finales del XIX. Pues bien, nunca escuché a Revilluca decir nada sobre él. Me imagino la causa: Barret era, además de la mar de culto, un poco heterodoxo. Por eso fue que, a falta de mejores argumentos, le tacharan de maricón. Para que se fuese allende los mares. Y allí es donde le recuerdan con cariño y admiración. Borges, Onetti, y mataos por el estilo, le tuvieron por maestro. Nada que objetar. 


Uno, que ya está en esa edad en la que se empieza a reconsiderar lo que fue la propia vida, tiende a pensar que, en general, fue afortunado. Muy afortunado, acaso. Pero eso no quita para que eche la fantasía a volar para transformar lo que creo que fue en lo que pudiera haber sido para mejor. Y siempre voy a dar en lo mismo: la educación. Y no es que la tuviese mala, que bien se pudiera considerar que fue privilegiada dadas las circunstancias del momento. Pero eso no quita para soñar, ¡ay!, con profesores geniales, con academias abiertas. Uno no es ingenuo al respecto. Sé de sobra que el bienestar en la vida, la pública y la privada, depende de infinidad de variables en su mayoría dependientes del mero azar. Pero estoy bastante convencido de que si hay alguna variable de sobresaliente influencia y ligada a la propia voluntad, esa es la educación. La voluntad de saber, la voluntad ser. La voluntad de poder. Sentimiento elitista en definitiva. 


Porque el meollo de la cuestión es que en una sociedad sin élites culturales nadie tira del carro. Y sin fuerza tractora no hay otra que seguir innovando en lo de las "raciones y cazuelitas", o sea...   











lunes, 13 de junio de 2011

Indignado


Pues ahora resulta que el indignado soy yo. Menos mal que pasado mañana a estas horas ya tendré aquí, en casa, a los de las mudanzas empaquetando lo poco que me voy a llevar. Así que pienso que la indignación me va a durar poco.

Ni siquiera les voy a contar el motivo de mi indignación. Se lo puede imaginar cualquiera. El infierno son los otros. Y si los otros son españoles, doble infierno. Y si son españoles de pueblo, triple infierno. Y así podría seguir hasta el infinito. Porque la burricie es infinita.

Pero como en el fondo soy un romántico siempre acabo pensando que hay medicina. El antibiótico de toda infección del espíritu: escapar. 


Anoche vi una película divertida. "Mediterráneo". En los créditos finales había una dedicatoria: "a los que se pasan la vida escapando".

Los que pasamos la vida escapando solemos saber de sobra lo que son las drogas.

-Pourquoi vous droguez-vous?
-Cést un bien grand mot.
-Pourquoi consommez-vous ce produit toxique?
-Quête de plaisir fugace.
...
-Vous avez raison, cette drogue fait perdre la memoire, vivre intensément dans le present, et se sentir mal le lendemain. Cést la drogue des gens qui ne veulent ni se souvenir, ni espérer.
...
-Croyez-moi, un produit pareil ne pouvait que dominer le monde actuel: nous n´en sommes qu´au début de l´intoxication planétaire. 


Escapar es, para mí, la droga total. O, si quieren, la que mejor se adapta a mi patológica idiosincrasia. Una especie de "donjuanismo" con su "largo me lo fiáis" incluido. Espero que se me entienda. Así va uno tirando a la vez que procura no incubar pestilencia. La pestilencia de la queja que no cesa. O incubar la menos posible, lo que no es poco.  


Coda.-
-¿Por qué se droga?
-Suena muy fuerte esa palabra.
-¿Por qué consume ese producto tóxico?
-Porque busco el placer fugaz.
...
-Tiene usted razón, esta droga hace perder la memoria, vivir intensamente el presente, y sentirse mal el día siguiente. Es la droga de los que no quieren ni recordar, ni esperar.
...
-Créame, semejante producto no puede sino dominar el mundo actual: no estamos sino al comienzo de la intoxicación planetaria.


viernes, 10 de junio de 2011

Deyecciones


Nunca fui muy aficionado que se diga a turistear, pero es que, a medida que fui cumpliendo años la poca afición se convirtió en aversión. Y no ha sido poco lo que he indagado en mi subconsciente para tratar de hallar una explicación a esa, a todas luces, inusual propensión. Bien, pues si no fui capaz de dar con una respuesta convincente, sí, al menos, encontré algunos de los trazos que pudieran haber contribuido a perfilar esa, digamos, herética característica de mi psique. Les hablaré de uno de ellos, por lo demás de gran poder disuasorio.

El caso es que cuando iba de viaje por ahí, había una cosa que me sacaba de quicio. Salías del hotel por la mañana con mejor o peor disposición de cuerpo y espíritu dependiendo de cómo se habían desarrollado las habituales funciones fisiológicas: dormir, defecar y tal. Paquí, pallá, tomabas el metro, el autobús, y no había pasado media hora y ya tenías unas ganas de mear que no podías más. Y si no las tenías tú las tenía tu compañía. Pues, ale, a buscar un sitio en donde evacuar consultas. Y no se crean que era fácil encontrarlo. Por lo general había que tirar millas con la vejiga a reventar hasta que dabas con el lugar idóneo. A veces, era tanta la urgencia que había que inventárselo. Y así una detrás de otra. De hora a hora en el mejor de los casos. Un verdadero incordio que me hace recordar aquellos viajes como una incesante correría a la búsqueda de mingitorios.

Henry Miller, que tantas páginas gloriosas dio a la literatura a propósito de sus andanzas parisinas, decía en sus postrimerías que, desde que las autoridades municipales habían decidido suprimir los urinarios públicos ya no soportaba París. Bueno, los viejos suelen tener poliuria a causa de la natural hinchazón  prostática, pero, no se hagan ilusiones, porque los jóvenes suelen padecer similares sintomatologías que traen causa del natural uso y abuso de las partes pudendas.

Me ha venido todo esto al recuerdo al ver a Vargas LLosa de excursión hacia El Rocio. Ha dicho que quiere comprobar en propia carne lo que el mito tiene de realidad. Con finalidad literaria, me imagino. Y es que para mí El Rocio, histerias aparte, es sobre todo un enorme problema sanitario. Porque ¿dónde cagan y mean ese millón largo de personas en movimiento? Pues una de dos, o la logística sanitaria es gigantesca o aquel maravilloso entorno tiene que acabar hecho una pocilga. No sé, pero en cualquier caso me gustaría que alguien me aclarase este extremo.

Resumiendo, que el único turisteo al que me apunto de buena gana es el de las excursiones campestres, en petit comité, claro está. No por nada, sino porque puedes resolver las urgencias fisiológicas sin mayores contratiempos sin causar por ello estragos en el medio ambiente.

jueves, 9 de junio de 2011

Papaítis.

Dice Isabel Allende que "si hoy fuera joven, estaría orgullosa protestando en la calle". Bueno, quizá se pudiera mejorar esa sintaxis, pero, en cualquier caso, se entiende perfectamente lo que quiere decir.

Nunca leí nada de esta señora que no fuese algún artículo. También la he escuchado en alguna entrevista. Y siempre me dio la impresión de estar afectada por ese truculento síndrome conocido como papaítis.  Como en "Oh, mi papá...", aquella canción un tanto empalagosa que cantaba Elder Barber. Yo te recuerdo así,/ cuando iba a tus brazos a llorar,/ convertías mis lágrimas en sonrisas. Y cosas por el estilo.

Yo no la critico por ello. Faltaría más. Todos somos hijos de nuestras circunstancias y las suyas hay que reconocer que son de órdago. Un padre convertido en una de las más acrisoladas leyendas del pensamiento progresista. Me parece lógico que ella dé pábulo a la historia siguiendo esa corriente.

Pero, claro, uno ha visto y revisto "El hombre que mató a Liberty Valace". Y no ha sido en vano porque de esa historia se extrae una muy interesante moraleja: "cuando la leyenda supera a la realidad, nosotros contamos la leyenda", responde el director del periódico local cuando el hombre al que todo el mundo creía responsable de la muerte de Liberty le dice que no ha sido él.

Así que, ojo al parche. Nunca se debe dejar de escrutar con el máximo cuidado lo que hay detrás de toda leyenda. Porque, por lo general, suele tener bastante poco que ver con la realidad. Del dicho al hecho...

Y el hecho fue que Salvador Allende fue sucedido por Augusto Pinochet. Salvador y Augusto, ¡qué coincidencia! Lo uno trae lo otro. Las tonterías de uno, las atrocidades del otro. Porque la verdad es que  Salvador, como, por lo demás, suele suceder con todos los salvadores, cometió tonterías a mansalva. Quizá le ayudase a ello su incontrolable dipsomanía -forma elegante de llamar a alguien borracho- . Ya se sabe, los tragos producen exaltación de la amistad, amor cósmico y todas esas emociones que empujan a querer repartirlo todo con los pobres, incluso lo que tiene dueño. Y en este caso los dueños contrataron a Augusto para que parase la karmesse. ¡Y vaya si la paró!

Pero claro, los periódicos insisten con la leyenda porque es más bonita. Demócrata intachable, o sea, progresista, defenestrado por tirano despreciable, o sea, de derechas. Es lógico que su hija siga el rollo. ¡Oh, mi papá! Mi papá se sentiría orgulloso de ver a su hija entre los acampados de Sol. Para dar apoyo, por supuesto, porque por necesidad... ¡vade retro, la hija de un héroe!

miércoles, 8 de junio de 2011

Nietzsche y el arte de la guerra.

Cuantos más años tengo más me voy convenciendo de que si de alguien hay que guardarse en esta vida es de esas personas que han leído dos libros y han asistido a dos conversaciones a las que no tenían derecho.  Así es que, como de esas letales personas las hay por todos los lados, uno ha llegado a la conclusión que lo mejor es organizarse una vida apartada del mundanal ruido salvo, claro está, las selectivas incursiones en los campos de las afinidades electivas.

Vas por ahí, treintañero, cuarentañero, incluso cincuentañero a veces, y no paras de conocer a esa gente, tan vivida, con su cosmopolitismo y todo eso. Dando siempre a entender que saben. Que saben montárselo para sacar más provecho que otros a sus oficios. Y, por tal, con mucho tiempo libre para picotear aquí y allá. Sobre todo en lo "natural". Lo natural, un cajón de sastre en el que lo mismo cabe un roto que un descosido, excluidos, eso sí, los rotos y descosidos causados por el arte de la guerra. La guerra ni mentarla porque ellos, y ellas, tienen sentimientos naturales. Y nada menos natural que la guerra.

Me trae todo esto el recuerdo de una chica que traté cuando todavía conservaba ciertas reservas de paciencia. Era una francesa que vivía de pintar trampantojos. Y no lo hacía mal del todo. Pero en lo demás era necia a rabiar. Típica lectora de dos libros, lucía una seguridad rayana en lo ofensivo. Y, por supuesto, en todo lo referente a la salud daba ciento y vuelta a los médicos como yo. En realidad, no creo equivocarme si digo que no había para ella placer en la vida semejante al que sacaba tratando de exasperar a los médicos que se le ponían a tiro. Porque los médicos para ella eran el arte de la guerra, lo antinatural por excelencia. Demasiados estudios para cosa buena.

Por tal fue que nació su hijo por parto subacuático. La forma más natural de dar a luz. Una maravilla. Por tal fue también que se negó en redondo a vacunar a su hijo. Las vacunas, el colmo de la antinaturalidad, decía. Un negocio miserable nacido del contubernio entre la clase médica y los laboratorios farmacéuticos.
Por supuesto que a los cuatro días dejó a su hijo invacunado, e indeciblemente mal educado, en manos de su padre y se largó a vivir con un novio que conoció por la red.

Pues bien, parece ser que la idea del contubernio para la vacunación está muy extendida y cada vez son más los padres que se niegan a vacunar a los hijos. Unos padres que no sólo son unos verdaderos imbéciles sino que, además, son un peligro considerable. Porque la vacunación, como la educación, no es algo que se pueda limitar al ámbito de lo privado. Lo mismo que un mal educado es un lastre social un invacunado es un riesgo sanitario. Y por tanto no vacunar a los hijos es una insociabilidad flagrante que debiera ser penada y, no por nada, sino porque a nada que nos descuidemos vuelve a cabalgar la peste. De hecho, todo parece indicar que es a causa de esa moda antivacunación por lo que se han disparado los casos de sarampión. Una verdadera gracia.

Y todo, ya digo, porque hay demasiada gente que leyó dos libros a los que no tenía derecho.

martes, 7 de junio de 2011

Desconsuelo


En una de aquellas viñetas de los años del humor aparecía un tipo que tras ímprobos entrenamientos había conseguido doblar el espinazo lo suficiente como para poder mirarse el ombligo como quien dice de frente. Bueno, también hubo, según cuentan, poetas malditos que se hicieron rebanar las costillas flotantes
para conseguir una flexión del tronco que les permitiese la autofelación. Pero ésta es otra historia que dejaremos para más propicia ocasión.

A lo que quería ir hoy es a que uno, ya sea individuo, pueblo o nación, empieza a mirarse el ombligo, insiste  en el invento hasta que le coge gusto y acaba, indefectiblemente, en el más amargo desconsuelo.


En el Parque de la Ciudadela de la Barcelona de mis amores, justo enfrente del Parlamento Regional hay una estatua que representa el desconsuelo. Es una señora que está la mar de bien. Un cuerpo equilibrado con las carnes adecuadas. Buenas tetas, buen culo, todo eso. Pero está de un triste que tira para atrás. ¿Cogen el mensaje? Desconsuelo, tristeza de una hermosa mujer, Cataluña, I souppose, por todo lo que tiene que padecer por culpa de quien todo el mundo sabe. O sea, el marido que la niega el divorcio que, por otra parte, tampoco ella sabe si lo desea. O conviene. Un sin vivir, en definitiva, que te deja pal arrastre... justo delante del que dicen es el templo de la soberanía popular... y dos huevos duros. Que sean tres.

Y esas pobres chiquillas persas a las que exigen demostrar al mundo que ellas no son como las otras, que son mucho más recatadas y discretas. Me imagino que si fuese por ellas se quitaban hasta las bragas, pero a los ayatolas de Irán les suprimes esos símbolos y se quedan en nada. ¡También es desgracia! Con lo fácil que sería ser como son, o sea, como todos los demás. Es decir, ellas gustosas de exhibir la mercancía y ellos muy dados a fantasear adquisiciones. O viceversa.

Es la eterna adolescencia, la cerrazón en si mismo, el cansino complejo de inferioridad, sustanciados en poder e inagotables ganas de joder, hablando pronto y claro.

"¡Ay, la moral! ¿Dónde creéis que tiene sus más peligrosos, más rencorosos defensores?... He aquí un fracasado que no posee suficiente espíritu para sentirse satisfecho de lo que tiene y que, no obstante, ha recibido suficiente cultura como para saberlo; se aburre, siente hastío de sí mismo, se desprecia;..." Para más saber sobre este asunto se recomienda leer a Nietzsche.

lunes, 6 de junio de 2011

Les choses de la vie

Sostiene Cándido desde su púlpito natural que "nuestro comité confederal unánimemente nos otorgó a la Comisión Ejecutiva Confederal un voto de confianza para que llegáramos a un acuerdo...". De confederal a Confederal y tiro porque me toca. 


 A mí este personaje siempre me ha hecho gracia. En realidad, después de lo de Voltaire cualquiera que se llame Cándido me la hace. Les veo y ya me estoy imaginando a un Pangloss educándoles y a una Connegunda poniéndoles los cuernos. Es la cosa de los nombres, que nunca son en vano. Llamas a un hijo César o Alejandro y puedes tener la certeza de que el día de mañana intentarán mandar en lo que sea. Si le pones Tristram, aunque sea por error, tenderá a la tristeza. Si le pones Pedro, negará al jefe tres veces antes de que cante el gallo. Y así, cada cual con su destino marcado por le elección de sus padres el día que le inscribieron en el Registro Civil. 


Así es que Cándido Méndez, por no ser menos, hace honor a su nombre. Y entonces va y dice: "el gobierno ha abaratado el despido y las cosas siguen igual". Pues claro hombre, faltaría más. Como si el culo tuviese algo que ver con las témporas. Pues anda que no tienen los empresarios formas de abaratar el despido recurriendo a la legalidad. Mi vecino de Barcelona vivía de esos negocios y ganaba tanto dinero negro que un domingo por la mañana pudimos ver como se colocaba frente a nuestra casa una grúa gigantesca que subió hasta su piso, un séptimo, una no menos gigantesca caja fuerte. "Ya sabes -me dijo un día-, si tienes algo que guardar..."


El tipo, como era de Bilbao, no perdonaba el poteo de mañana y tarde. Así es que cuando coincidíamos en el ascensor se mostraba muy locuaz y tendente a las confidencias. A veces, al llegar a nuestro común rellano, me retenía más de media hora con sus historias financieras. Iba a cobrar facturas millonarias a lugares remotos y se venía a casa con el botín en el bolsillo. Pero lo que le daba para largar de lo lindo era el rollo de los despidos. Cuando una empresa quería deshacerse de su plantilla por lo que fuese, él era el hombre providencial. Para empezar, ponían la empresa a su nombre por medio de una falsa venta. Entonces, él, se declaraba en quiebra. Y como no tenía ni un céntimo a su nombre, los empleados a reclamar indemnización al maestro armero. Luego, eso sí, entre poteo y poteo, visita a los juzgados. Y poteando la palmó un día. Y más de cinco años habían pasado desde aquel día funesto y todavía no había semana en la que algún correo judicial no llamase desde el telefonillo  del portal preguntando por él. Ese señor falleció hace muchos años, respondía siempre yo. Pero daba igual, a los cuatro días llamaba otro correo judicial. ¡Menuda herencia la que dejó aquel hombre aventajado!


Así que ya me dirás tú lo que tendrá que ver la indemnización de los despidos con el paro. En fin, les choses de la vie

sábado, 4 de junio de 2011

Supervivientes

En su última novela, "La carte et le territoire", Michel Houellebecq hace que sean indistinguibles los personajes sacados de la vida real de los puramente ficticios. Novela con toques biográficos, biografía novelada, la cosa tiene su morbo. Pues bien, uno de los personajes reales que aparecen es un tal Frédéric Beigbeder, un, por así decirlo, animador cultural que lo mismo presenta un programa de televisión, que monta una retrospectiva, que escribe una novela. Pero Fréderic es ante todo un niño bien. De muy buena familia y no menos bueno currículum académico. Y también, que todo hay que decirlo, con una incontrolable adicción a la cocaína.

El caso es que el otro día, cuando paseaba por Madrid, al pasar por delante de FNAC me dije: vamos a echar un vistazo. Subí a la cuarta planta donde tienen la literatura en lenguas extranjeras. Y allí estaba, a primera vista, la novela que desde hace ya tiempo tenía ganas de leer: "Un roman  français" de Frédéric Beigbeder.

"Un roman français" es una autobiografía sin paliativos. Devoto de la verdad, mi impresión es que a veces se pasa cuando se recrea con los sucesos más escabrosos de su propia vida y la de su familia. Pero claro, ya lo dice el título, es un roman, una novela, y una novela es literatura, o sea, que conviene exagerar para dotar de tensión al relato, que sin tensión, ya se sabe, se cae el libro de las manos.

Exageración o no, lo que nos cuenta Frédéric sobre su familia en lo que respecta a la colaboración con el régimen de Vichy es meridiano: no hicieron asco alguno. Como una gran mayoría de la Francia acomodada, los padres de Fréderic no vieron con malos ojos lo de dejarse ocupar por los nazis, ni tampoco que el precio a pagar por ello fuese mandar al matadero a unos cuantos judíos. Algo normal, pura supervivencia.

Todo esto que les he contado viene a cuento de una de entre las tantas estériles polémicas que entretienen estos días a mis compatriotas. ¿Era Franco totalitario o autoritario? ¡Agárreme esa mosca por el rabo! Lo que si puedo decirles es que una parte nada despreciable de la población española se adaptó de mejor o peor grado a convivir con la forma de gobernar del General y, con el transcurrir de los años y la mejora del poder adquisitivo, no sería aventurado afirmar que a una mayoría de los españoles les iba la marcha cantidad.

"Haga como yo, no se meta en política", dicen que le dijo Franco a Noséquién. Bien, pues eso es lo que hizo la mayoría y ni tan mal que le fue. Y además, ese arte del pasar desapercibido fue el que luego, cuando las circunstancias cambiaron, les permitió apuntarse a caballo ganador como si fuese su opción natural.

Por lo demás, cuando lo de Franco, si no te metías en política, tenías bastante margen de maniobra. Podías hacer negocios, ver una obra de Shakespeare en el Español, viajar al extranjero a ampliar horizontes, comprar las Guerras del Peloponeso de Tucidides o las Púnicas de Tito Livio, en cualquier librería... en fin, un sin fin de posibilidades para los que sabían sobreponerse al irrefrenable deseo, el más humano de entre todos, de poseer lo prohibido.

Así y todo, cuánto placer no le deberemos tantos y tantos al franquismo por aquello de habernos puesto a huevo las delicias de la transgresión. Pasar un libro prohibido en el fondo del maletero por la frontera de Hendaya y cosas por estilo. La tarea del héroe, en definitiva.

viernes, 3 de junio de 2011

Compañeros y compañeras.

Madrid sigue a la espera de que llegue el General Verano para resolver su problema menos acuciante. Las huestes de la indignación resisten en Sol gracias al inesperado apoyo recibido de parte de unos vientos frescos procedentes de sabe Dios qué estepas. Y así es que allí nada parece inquietar sino todo lo contrario. Los compañeros y compañeras tiran adelante con sus conquistas entre ufanos y divertidos y todo  indica que se ha tomado de asiento lo que sólo puede ser de paso. Porque, ya digo, el General Verano está al llegar para ganar la batalla de Sol sin siquiera despeinarse. Que eso no lo puede ignorar sino quien no haya cruzado en su vida esa plaza en pleno estiaje. Cuando caliente el sol en Sol, allí no aguantarán ni las chinches que, según cuentan, prestan su apoyo incondicional a los insurrectos.

Estuve en Madrid pateando sus calles. "Niña, colócate bien las braguitas", oí que le decía uno con deje de Cono Sur a una chica que pasaba por allí.  Bueno, oí otras cuantas lindezas por el estilo que no les cuento por no ponerme chusco. El eterno retorno, pensé. Otra vez los piropos. Otra vez las revoluciones. Y las chinches. Y entonces voy me acuerdo de que si hay una ley que nunca falla esa es la tercera de Newton. Toda acción provoca una reacción de fuerza semejante y sentido contrario. El feminismo, el piropo. La socialdemocracia, los indignados. La revolución, las chinches.

Bueno, en cualquier caso, a mi me mereció la pena darme unas cuantas vueltas por Sol. Había por allí cientos de jóvenes profesionales, cámara en ristre, tomando instantáneas. Y es que, a qué negarlo, el montaje lo merece. Mires donde mires hay algo que, no por manido, deja de hacer gracia. Mayores jugando a ser niños. Vagos a ser trabajadores. Hijos difíciles de familia a ser mendigos. Mendigos a ser revolucionarios. Fracasados escolares a ser cultos. Antisistemas a ser sistemáticos. Saharauis a ser filántropos... "el pueblo saharaui en apoyo del pueblo español", rezaba un cartelón sobre una jaima en la que dormían a pierna suelta unos cuantos moros. ¡Ay, el pueblo! Califica de "pueblo" a un grupo de personas, dijo Noséquién, y ya puedes tener por seguro que acabarán cometiendo todo tipo de barbaridades. En fin.

Madrid, Madrid, Madrid, en Méjico se piensa mucho en ti, sonaba en un carillón la música de Agustín Lara a la hora del ángelus. En Méjico, pensé, no sé, pero lo que es en Barcelona, te puedo asegurar que sí. Ya digo, Madrid, ciudad desacomplejada donde las haya. Bueno, al menos esa es la impresión que a mí me da cuando paseo por sus calles y trato con sus gentes. Porque esa es la cuestión, en Madrid es fácil pegar la hebra con cualquiera a propósito de lo que sea. Que te lo digo yo.