Los valientes andan solos. Aquella película de los años sesenta en la que se recrea el mito de Don Quijote. Un Quijote total, sin el contrapeso de un Sancho contemporizador. Jack Burns, el vaquero que no se resigna a vivir en la edad de hierro y todo el rato hace como si los molinos fuesen gigantes malandrines. Todos le abandonan porque nadie en su sano juicio quiere soñadores a su lado. Hasta el último bastión, el de la amistad, se desmorona a sus pies. Su único amigo, por el que lo arriesga todo, le deja en la estacada de forma vergonzante. Pero él no se doblega y su fuga hacia la libertad constituye, a mi juicio, uno de los poemas épicos más bellos de la historia del cine.
Hoy, en La Tercera de ABC, escribe Rodriguez Adrados sobre la democracia:
"El problema es el de la libertad e igualdad, no una igualdad mecánica, aplastante, igualdad en la dignidad, con infinitas variantes. En lo espiritual y lo material. En Atenas el pueblo alcanzó la dignidad del poder, pero se acotaron áreas para que unos y otros se desenvolvieran y áreas de conocimiento y de belleza accesibles a los que quisieran y supieran acceder." (el subrayado es mío)
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