Ayer estuve unas horas en Castilla. Lo de siempre: una luz radiante, un airecillo fresco sobre las mieses verdes... emprendí el regreso de mala gana. Nada más entrar en casa noté un olor que más que nauseabundo era como de no dejar respirar. Es que la trayectoria del viento que soplaba con fuerza era una línea recta que pasando sobre la siderúrgica de Nueva Montaña venía a dar de plein fouet, precisamente, sobre el bloque en el que moro. Y, ¡jo!, habrá toda la crisis que ustedes quieran, pero esa fábrica no para de producir de todo lo bueno y lo malo día y noche. Así que no es de extrañar que toda la vivienda que hay alrededor o esté vacía o en venta. Porque es que, ¡leches con la famosa "calidad de vida" de Santander! Si por lo menos echasen algo a la combustión para que los humos resultantes tuviesen propiedades psicotrópicas de índole positiva... en fin, pecata minuta porque ya casi tengo hechas las maletas.
Trashumar, qué bella palabra. Ir de aquí para allá a la busca siempre de los mejores pastos para el espíritu. Hasta que la muerte te agarre subido al carromato por cualquier camino perdido entre dos nadas. Es mi sino.
¿Por que no te lías la manta a la cabeza y trashumas distancias largas, quizás tardaras un poco mas en agotar los lugares? El planeta es tan grande y tan variado...
ResponderEliminar