Venía yo de las Tierras Bajas con un eczema dishidrótico en las manos que, si no por la calle de la amargura, sí que me traía de un humor tornadizo de muy mal sobrellevar. Es lo que pasa cuando los dedos se te llenan de ampollas y picores que acaban en carnicería. Dommage. Pero dos días de Tierras Altas han bastado para cerrar las grietas y atemperar los picores hasta el punto de que ya casi me doy por recuperado.
Palencia en verano, con máximas entre los 25 y 30 y mínimas alrededor de los 12, por la gracia de Dios, es el Edén. Gente, la justa. Casi todos se fueron al pueblo de sus ancestros. O a la playa, quizá, los que ya se descastaron. Ruidos, los inevitables. El acorde perfecto, la, do sostenido, mi, la, que me llega desde la estación, aquí al lado, cada vez que un tren está a punto de partir. O de llegar.
Hemos desayunado en la terraza y después nos hemos ido por ahí en bicicleta. Hasta Husillos o así. En la umbría de El Sotillo hacía un frío que pelaba. Por la carretera, un viento de noroeste cimbreaba las copas de los chopos y los alisos. Luego, cuando ya regresábamos, el viento ha rolado a suroeste. Así ha sido que siempre lo hemos llevado de frente. Se agradecía.
Junto a la rotonda que distribuye los caminos, bien hacia Sahagún, bien hacia Carrión, hay un merendero que se llama Zapatones. Anuncian especialización en carnes a la brasa y gambas a la plancha. Es un sitio que parece francés. Con un gran entoldado y muchos parterres colgantes con flores multicolores. No hemos podido resistirlo y ha caído una de gambas. Y unas cañas. Sitio curioso. En el largo pasillo que he tenido que recorrer para llegar a los lavabos había por las paredes una hermosa colección de cartas marinas, mapas antiguos y fotos de yates ingleses del XIX. Se lo he alabado al dueño que, sin embargo, me ha parecido estar mucho más orgulloso de la colección de grabados con temas taurinos que hay en el comedor. Me ha preguntado si era aficionado a los toros y le he dicho la verdad. Luego, él, me ha alabado la afición a la bicicleta. Lo de los toros, he pensado, pasaré otro día a tratarlo más de cerca. Antes de tomar las cañas.
En resumidas cuentas, que la cañas nos han torcido la voluntad y, por tanto, en vez de venir a comer a casa, cual era el propósito inicial, nos hemos ido al restaurante San Pablo.
El restaurante San Pablo me lo recomendó el mozo que me trajo los muebles de Alar. Creo que es lugar que merece algunas consideraciones a parte. Se llama así, supongo, porque está junto a la plaza del mismo nombre. Pero eso no tiene la menor importancia. Lo que la tiene es lo bien que te atienden y lo bien que se come por la módica cantidad de siete con cincuenta euros. Siete con cincuenta euros todos los días del año menos dos: Navidad y Año Nuevo. Desde la fachada, muy modesta, casi desapercibida, se adentra uno por un corredor con una mesa alargada siempre preparada y vacía. Sobre la pared hay unos cuadros de flores como los que venden en la gasolinera de Becerril de Carpio. Al fondo está la gran sala comedor siempre rebosante de la gente más variopinta. Jubilados, obreros, estudiantes americanos...todo el mundo parece estar al borde de la euforia. En fin, procuraré no abusar porque he podido comprobar que la clientela con más pinta de habitual no luce lo que se dice una figura esbelta. Total, que lo mismo la ensaladilla rusa que el filete de lenguado rebozado estaban estupendos. Y el melón delicioso.
Luego, el café, en "El Rabel" de la Plaza de San Pablo. Casi al lado de casa. La siesta.
He estado varias veces en Palencia en mi vida y ya no me acuerdo por qué. Una vez me cité con una novia allí, creo, porque nos quedaba a mitad de camino: en invierno, en verano otras veces. Lo mismo que me pasa con Soria o Avila, siempre me ha parecido un lugar exquisito para pasar una temporada de sosiego, escribir un libro, pensar un buen teorema, ver atardecer en otoño.
ResponderEliminarCreo que no soportaría permanecer un año, digamos, en un pueblo ni en una ciudad mediana, pero una pequeña es otra historia: la suficiente humanidad para disfrutar de moderado anonimato en un lugar que nunca aspirará a convertirse en capital cultural o cosa así, aspiración triste si hay una. Mejor llamar las cosas por su nombre, o sea "Capital europea del entretenimiento", ¿no?. Vade retro.
Por otro lado acabo de ver estupefacto que en la TVE promocionan que pases las vacaciones en tu casa: el secreto está en cambiar de ritmo, dicen. Las verdades están para repetirlas hasta la saciedad, porque se olvidan muy fácilmente, claro. Se les van a echar a la yugular, pero ya era hora de que alguien dijera cosas sensatas. ¿Será de verdad que los tiempos están cambiando?
Verdaderamente curioso lo de las vacaciones en casa. La socialdemocracia no pierde la esperanza de seguir organizando la vida de la gente.Aunque sea a costa de las pernoctaciones, el maná de media España. Por otra parte no sé cómo va a ser posible dar la vuelta a la tortilla del prestigio social del viaje. Llevamos siglos proclamándolo: ¿A dónde vas a ir? Yo, a Palencia. Y te dan la espalda.
ResponderEliminarEs que a cambio se les da vidilla a las sicólogas y expertos que salen en la tele diciendo perogrulladas y que van a ser la masa que aupará a Fredy el Rápido a la Moncloa.
ResponderEliminarDe lo demás, no sé, depende con quien te trates. Había un tío en mi curro que me despreciaba porque yo no había estado nunca en Tailandia ni ganas (él iba todos los años y volvía con fotos de jovencitos en taparrabos), pero el que me pasara las vacaciones en mi despacho haciendo lo que me gustaba no hacía que el resto me mirara mal sino todo lo contrario. Además, en el mes de agosto, cuando no hay nadie en la universidad, en qué sitio vas a estar mejor que en tu oficina...
Recuerdo que las guardias que hacía en Valdecilla solían estar amenizadas por un tío muy peludo que se llamaba Tati. Tati formaba parte de un grupo de médicos que iban todos los años a algún país con régimen dictatorial porque según ellos nada como una dictadura para que la cosa de las putas funcione como la seda. Cuando fueron a Tailandia fue la apoteosis. Contaban y no paraban. Muchos otros médicos del hospital se sintieron atraídos por aquella llamada.
ResponderEliminarPero, sí, lo que dices de Fredy el Rapido y sus sociólogas. Es la puta manía de los socialdemócratas de invadir todos los recovecos de la vida de las personas. Leches, que cada cual haga lo que le venga en gana. Y luego está lo de, a la fuerza ahorcan, que es el motor de la vida de casi todo dios.
Es que si cada uno hiciera lo que le viene en gana la mayor parte de los políticos sobrarían: las autonomías, las diputaciones, los cabildos insulares y cosas así. No van a dejar la presa tan fácilemente.
ResponderEliminarPor cierto, las declaraciones de Freddy en su primera intervención han sido realmente incendiarias. Lo digo por lo incongruentes y reveladoras del poco sentido que tiene el sujeto. No es de extrañar que la prima de riesgo haya subido. A ver quién va a querer invertir en España con ese panorama.
No sé lo que habrá prometido Rubalcaba, pero siendo de Solares cualquier cosa. Porque Solares siempre fue un pueblo de mercados y ferias. O sea, expertos en teñir burros viejos para pasarlos por jóvenes. Supongo que como sabe que no tiene la menor oportunidad de ganar irá de farol. Siguiendo las huellas de Zapatero. Pero Rajoy no es Aznar. Le saca cinco vidas de experiencia. Pienso.
ResponderEliminarLo que dijo fue que había que usar los beneficios bancarios para el desempleo, dos o tres días después de hablar del fomento del préstamo. Si recortas beneficios en el ahorro, el dinero se va a otra parte, tienes menos y por tanto más caro, menos préstamo y más paro. Lo saben los niños de la doctrina, lo que me extraña es que nadie se ría de esta actitud tan ridícula. Imagino que es lo que dices: sabe que no tiene nada que hacer y obrará como la UCD en el 82, prometiendo el oro y el moro.
ResponderEliminar