Los agricultores estaban en Callao regalando pepinos y pimientos y la cola era descomunal. "Orgullo Rural", ponía en una esquina de la pancarta. Bueno, allá ellos. Yo, que he conocido a unos cuantos pueblerinos, he concluido que lo único que le preocupa a esa gente es reunir dinero para comprarse un Mercedes. Y, si no lo consiguen, viven abrumados porque su vecino sí lo consiguió y está todo el día pasándoselo por los morros. Es horroroso lo de vivir teniendo tanto en cuenta al vecino. "Estamos hartos", dicen. ¿Hartos de qué?, me pregunto yo. Porque lo que tienen lo heredaron y todo lo que saben hacer no cuesta ni dos horas aprenderlo.
Por lo demás Callao sigue siendo el lugar por donde merece la pena pasar con calma. Y por si había poco, ahora, esa pantalla gigante que han puesto sobre la fachada del cine Callao... que hay que andarse con cuidado porque te puedes embobar en medio de todos aquellos carteristas.
Y, luego, Sol. Impresionante metáfora de la España postburbuja. Toda aquella mugre amablemente consentida por las autoridades competentes por razones que no alcanzo a comprender. Supongo que ahí será donde se inspiran Standard & Poor´s y Moody´s para fijar el rating.
Y, alucina, vecina. ¡Qué nivel hostelero! En la calle Desengaño no sólo hay putas. También está "Public", un restaurante donde por 10,30 € comes de lujo. Parece imposible viniendo de donde venimos.
De la "España Cañí". Porque vamos a ver, ¿qué es lo que está haciendo el perro sobre la muerta? O acaso sólo está dormida. Y el otro que se mesa los cabellos porque la otra está muerta, esta sí. A los pies de la que sostiene la guitarra y a duras penas se tapa la vergüenza de abajo. ¡Jo, menuda imaginería! Ni Roland Barthes agotaría sus significados.
Bueno, de las rebajas ni les hablo porque esa es otra historia. Todo del 50% para abajo.
Lo mejor de vivir media vida lejos de donde naciste es lo exótica que te acaba pareciendo tu tierra. Y lo hermosa, en cierta manera. Me acaba de llegar una foto de mis compañeros de facultad celebrando las bodas de plata de su graduación: ellos me parecen unos mozos bizarros como no lo eran a los veintipocos y ellas están más lozanas y graciosas que nunca. Y todos elegantes, sin una sola cana, arrugas las justas y cara de felicidad y satisfacción suprema. Bueno, verás: son funcionarios, tienen el sueldo seguro. Creo que eso ayuda corriendo los tiempos que corren.
ResponderEliminarMe entran unas ganas enormes de marcharme para allá, aunque solo sean quince días. Con respecto a los agricultores, qué decirte. No quisiera estar en su piel: "Times are changing".
Claro, no puedo saber los efectos de la distancia, pero te juro que también a mí me va pareciendo cada vez más exótica. Quizá ayude a producir ese efecto el contraste. Porque cuando nos ponemos a ser modernos lo somos como el que más y mejor.
ResponderEliminarBueno, espero que las circunstancias no les tuerza el gesto a los funcionarios. Porque es que nos podemos estar acercando de nuevo a lo del hambre del maestro de escuela. Se insiste una y otra vez que hay que volver a bajar el sueldo a los funcionarios. O sea que, seguro sí, pero peligroso también.
Lo de los agricultores, te diré que he visto cómo se suministran de verduras y hortalizas muchos restaurantes de Tokio. Las producen en espacios cerrados a dos pasos de donde se consumen. Ni herbicidas, ni pesticidas ni leches. Los nutrientes justos y la humedad y temperatura justas. Y mucha asepsia. En fin, cuestión de usar la cabeza.