lunes, 24 de enero de 2011

Una Ascensión que merece la pena


<<...Sólo más tarde comprendí que el concepto de "buena familia", que a los niños nos parecía una farsa y una parodia de una pseudoaristocracia artificial, expresaba una de las tendencias más íntimas y secretas del carácter judío. En opinión generalmente aceptada, la verdadera y típica finalidad de la vida de un judío consiste en hacerse rico. Nada más falso. Para él, llegar a ser rico significa sólo un escalón, un medio para lograr el auténtico objetivo, pero nunca es un fin en sí mismo. El deseo propiamente dicho del judío, su ideal inmanente, es ascender al mundo del espíritu, a un estrato cultural superior.>>

Esto es lo que escribe el judío Stefan Zweig en "El mundo de ayer. Memorias de un europeo", un libro que, por cierto, yo diría que uno puede recomendarlo con muchas y fundadas posibilidades de quedar bien con cualquiera que sea que siga el consejo.

Bueno, puede que suene a pedantería, pero, así y todo, les diré que para mí hay dos momentos estelares en la historia de la humanidad, o, si quieren, para los que creen en civilizaciones diversas, de la cultura occidental: el siglo IV de la Hélade y la Viena de fines del XIX y comienzos del XX. Y de éste segundo periodo es de lo que trata mayormente el libro en cuestión. Son unos tiempos largamente descritos en libros memorables. La Viena de Wittgenstein de Allan Janik y Stephen Toulmin, por ejemplo. Y eso por no hablar de las memorias de Elías Canetti. Y un sin fin que me ahorraré por no atufar.

La Viena de Wittgenstein, de Mahler, de Freud, Loos, Schönberg, Klimt, Kraus, Broch, Musil... no sigo por no cansarles con la lista. Una verdadera y casi única explosión del espíritu producida en un ambiente social de fin de época. El viejo orden estratificado se desmoronaba a pasos agigantados y los nuevos sueños utopistas comenzaban a levantar el vuelo. Y, ya saben, consiguieron levantarlo tanto que más dura fue la caída.

En fin, podrán caer mejor o peor, se les podrá achacar sectarismo, impiedad, avaricia o lo que quieran, pero no podrán negar, pues los hechos se lo refutarían, que lo que dice Zweig sobre el "deseo propiamente dicho" de los judíos se cumple a rajatabla en el caso que nos ocupa: su ascensión a un estrato cultural superior queda ampliamente demostrada con su abrumadora participación en esa lista de genios que tanto tuvieron que ver con lo mejor de lo que viene pasando de un siglo para acá... que, a pesar de los pesares, no es poco ni mucho menos.

Sólo una cosa quiero añadir, judíos sí, judíos no, más simpáticos o menos, lo que creo que importa es que ese deseo inmanente de ascensión a un estrato cultural superior que Zweig dice ser su principal seña de identidad, bien vendría, a mi modesto juicio, que se extendiese por el mundo cuanto más rápido y más hondo mejor.

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